Opinión | POLÍTICAS DE BABEL

Putin huele su victoria

NUESTROS HERMANOS UCRANIANOS nunca tuvieron claras las opciones de un éxito militar frente a la invasión rusa de su territorio. La incertidumbre siempre ha estado presente en las mentes de una sociedad que ha visto cómo del susto se pasó a los desplazamientos, el éxodo y el exilio forzoso, y de ahí a una contienda en varios frentes que, con el paso del tiempo, ha ido minando la moral de unos soldados exhaustos y sin apenas capacidad logística o militar frente a la guerra de desgaste que ejerce la Federación de Rusia en el este, el sur, y ahora de nuevo el nordeste del país. Lo pude comprobar yo mismo hace apenas unos meses en la frontera de Rumanía con Moldavia y Ucrania; un punto de conexión estratégico también para los aliados, y donde ya entonces se podía percibir y hasta augurar el abatimiento que hoy muestra un país más necesitado que nunca de la ayuda económica y militar que le pueda llegar a través de los socios de la UE y, sobre todo, de EE.UU.

La súbita decisión del presidente Volodímir Zelenski de no viajar a España (pese a tener programada la firma de un Acuerdo de Seguridad) y anular su reunión con Pedro Sánchez y Felipe VI estos días pasados evidencia la difícil situación por la que pasa el país. Pero el Kremlin no se detendrá aquí, pues la primavera favorece esos avances rusos que su Ejército ahora planea sobre distintos frentes para dividir a las fuerzas de resistencia ucranianas y debilitar sus alicaídas líneas de defensa. Moscú desea avanzar y seguir creciendo; de ahí la nueva visita de Vladímir Putin a Xi Jinping, y el cambio incluso de ministro de Defensa. El presidente ruso, que estrena su quinto mandato, reclama más éxitos sobre el terreno, y presiona a sus mandos militares. Entretanto, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, visita Kiev por sorpresa, prometiendo más ayuda militar; un apoyo esencial que, supuestamente, “está en camino”, pero que para Zelenski siempre tarda demasiado en llegar.

Los soldados ucranianos se atrincheran sin apenas munición. Esto lo saben los rusos, que aprovechan para abrir nuevos frentes de batalla que ahora sostienen desde el propio territorio de la Federación, como en el caso de la estratégica “capital del este” de Ucrania, Járkov. Una iniciativa de avance militar que sin duda tratarán de extender después en dirección sur, para unir este inesperado frente con el espacio ya usurpado del Donbass, y terminar así de partir en dos el país. Esto lo hace Rusia porque huele la sangre del desgaste político, del cansancio de la sociedad europea, y de la “fatiga de la guerra”. Antes las potencias aliadas hablaban de recuperar la integridad territorial de Ucrania. Hoy eso parece improbable, y se busca ya una solución que impacte lo menos posible en un territorio que quedará mermado y más vulnerable ante las futuras embestidas rusas. Las conversaciones de alto el fuego y sobre los acuerdos de una posible paz que se llevan negociando desde hace meses bajo cuerda más con Rusia que con Ucrania, constituyen para Putin una señal inequívoca de victoria. Quizá por eso ahora ocupa la cartera de Defensa un economista, Andréi Beloúsov, que sustituye al amigo personal y compañero de pesca de Putin Serguéi Shoigú. A partir de ahora será el propio Putin (junto al jefe del Estado Mayor Valery Gerasimov) quien asumirá la gestión militar y política relativa a Ucrania. Beloúsov se concentrará en potenciar la industria militar para mantener la economía rusa y asegurar una respuesta bélica frente a la contraofensiva que sin duda intentará Ucrania cuando reciba las armas prometidas por sus aliados occidentales.