Opinión | Políticas de Babel

La República Dominicana está de moda

HACE DOS MESES, DESDE LA ISLA LA ESPAÑOLA, enviaba yo un artículo explicando el camino opuesto que recorrían la República Dominicana por un lado, y la República de Haití por el otro. Mientras la parte haitiana de la isla se hundía social, económica y políticamente bajo el control de las mafias y las bandas criminales, el territorio dominicano mostraba un imparable crecimiento gracias a una eficiente gestión de la pandemia, a las fórmulas combinadas de emprendimiento e inversión exterior fomentadas por su Gobierno, y a la seguridad jurídica, económica y empresarial que su Ejecutivo se había marcado como objetivo a lo largo de un mandato que ahora se renovará para otros cuatros años (y no más, como prometió el candidato en campaña). Pues bien, la sociedad dominicana ha sabido reconocer el esfuerzo gestor liderado por el presidente Luis Abinader, hasta el punto de que lo ha vuelto a elegir por mayoría absoluta ya en primera vuelta para un segundo período legislativo de otras cuatro primaveras. El 57% de los votos obtenidos por el líder del centrista Partido Revolucionario Moderno (PRM), que reivindica su compromiso democrático y liberal, pero también progresista, no deja lugar a dudas. Ahora, el economista, empresario y político de 56 años habla incluso de lograr “un pacto nacional con la oposición”, a fin de “profundizar en los cambios y las reformas realizadas hasta la fecha”.

Dentro de sus objetivos, y quizá uno de los que más ha atraído la confianza y el beneplácito de los votantes, ha sido su infatigable lucha contra la corrupción (de ahí que sus ciudadanos no deseen ver al país caribeño relacionado con los denominados casos ‘Koldo’ o ‘Rubiales’, o con suspicacias derivadas de los vuelos y escalas allí del manido Falcon). Y es que semejante reto no parece fácil cuando uno comparte territorio geográfico con Haití, y es vecino de la cercana Cuba algo más al oeste. Semeja que eso de ser un dirigente “insulso”, “tranquilo” y “poco carismático” (pese a un grado de aceptación de en torno al 70%), no impide que la gente, a la hora de la verdad, apueste más por las políticas que lleva a cabo su líder, que por el perfil personal o la vehemencia oratoria que éste pueda mostrar. En este sentido, esta República hermana, que tiene tantos vínculos con España a nivel humano y comercial, constituye un ejemplo admirable de buen talante (quizá por ello la atracción que ejerce incluso sobre Felipe González o José Bono, recientemente nacionalizados allí también).

Y si este buen hacer y esta certidumbre quedaron confirmadas a nivel interno tras las elecciones celebradas el pasado domingo, 19 de mayo, a nivel exterior es el turismo internacional el que se ha volcado con un territorio paradisíaco capaz de atraer a más de diez millones de turistas extranjeros en 2023, cuya presencia supone para el país un impacto económico anual cercano a los 7.000 millones de dólares. Sólo se me ocurren un par de reproches a una gran gestión de cuatro años. Por un lado, la falta de solidaridad migratoria con Haití. Luis Abinader ha dejado clara desde el principio la dureza de sus políticas antiinmigración, que han generado deportaciones masivas de haitianos (175.000 en un año), y hasta el inicio de la construcción de un muro fronterizo que evite incluso tener que levantar campos de refugiados. Con todo, esta actitud antihaitiana es algo que comparten también sus principales rivales políticos, como pudimos comprobar durante la campaña electoral. Por otro lado, Abinader debe implementar nuevas políticas para seguir reduciendo la pobreza rural y urbana y, sobre todo, para lograr contrarrestar los bajos índices de calidad educativa que sufre el país.