Las olvidadas murallas medievales que rodeaban la ciudad de Santiago

Se erigieron en la época medieval para proteger a los habitantes que residían tras sus altos muros // Con el paso del tiempo, este propósito fue variando hasta el punto de caer en el olvido

El catedrático Miguel Taín Guzmán, delante del Arco de Mazarelos, la única puerta de las dos murallas que permanece en pie / Antonio Hernández

El catedrático Miguel Taín Guzmán, delante del Arco de Mazarelos, la única puerta de las dos murallas que permanece en pie / Antonio Hernández / Rodrigo paz

Las murallas se erigieron en la época medieval con una clara finalidad, proteger a los habitantes que residían tras sus altos muros, sin embargo, con el paso del tiempo, este propósito fue variando hasta el punto de caer en el olvido. Un buen ejemplo de ello se puede apreciar en las dos murallas que una vez se alzaron en Santiago de Compostela.

La primera muralla de Santiago de Compostela

La primera, como bien explica a EL CORREO el catedrático de Historia del Arte de la Universidade de Santiago de Compostela (USC) Miguel Taín Guzmán, fue construida a finales del S. X por orden del obispo de Iria Flavia y Locus Sanctus Iacobi Sisnando II. “Lo hizo por la presión que ejercía el enemigo del momento, los musulmanes y los normandos”, añade, no sin antes recalcar que más que una muralla, se trataba de una cerca que no llegaba al kilómetro de longitud y que se extendía a lo largo de calles como el Preguntoiro, Azabachería y Platerías, incluso se encontró parte de la primera muralla y su foso en el actual Museo das Peregrinacións. De poco sirvió aquel alto muro ante el ataque del caudillo musulmán Almanzor en el año 997 en el que se arrasó la ciudad por completo y de la que tan solo se salvó la tumba del Apóstol Santiago dado que se trataba de un hombre santo. Sí ejercieron su misión las torres vigía que se alzaron tanto en la costa gallega como en el interior paralelamente a la construcción de la primera muralla de Santiago para advertir de la llegada de los musulmanes. Aquello permitió evacuar a la ciudad antes del avance de Almanzor.

La segunda muralla de Santiago de Compostela

Plano de Santiago de Compostela en 1595 (Archivo General de Simancas) / Ministerio de cultura

Plano de 1595, guardado en el Archivo general de Simancas, que muestra la segunda muralla de Santiago de Compostela / Ministerio de cultura / Rodrigo paz

Tras el ataque, la ciudad creció con el paso de los años gracias al gran desarrollo de la peregrinación a Santiago. Esta realidad hizo, tal y como asegura Miguel Taín Guzmán, que surgiesen dos barrios fuera de Locus Sanctus Iacobi, paralelamente a las actuales rúa del Villar y la rúa Nueva. Ante la gran cantidad de población que residía fuera de los muros, el obispo Crescocio levantó en el S. XI una segunda muralla en la ciudad para proteger a todos aquellos habitantes de Santiago que vivían fuera de los muros de la primera muralla. “La segunda muralla de Santiago sí es una auténtica muralla medieval realizada con esquisto y tierra. A lo largo de sus dos kilómetros de extensión contaba con numerosos torreones -un total de 48- de forma rectangular en su inmensa mayoría y siete grandes puertas -Porta Faxeira, Porta de Mazarelos, Porta do Camiño, Porta da Mámoa, Porta da Trinidade o Porta do Santo Peregrino, Porta da Pena y la Porta Subfratribus o Porta de San Francisco-, así como diversas puertas de servicio más pequeñas”, señala Miguel Taín Guzmán.

Esa utilidad de las murallas, la de protección de las personas que residían intramuros, desaparece en el S. XVI con la llegada de la pólvora y la invención de la artillería. “Una muralla alto medieval como la de Santiago era destruida con dos cañonazos”, comenta Miguel Taín Guzmán. En cambio, comienzan a servir para otro tipo de cuestiones como el control de enfermedades y el tráfico de mercancías, ya que para vender los productos dentro de la ciudad era necesario pagar los impuestos correspondientes. Este último cometido era la principal función de la Porta de Mazarelos -la única que ha sobrevivido hasta nuestros días-, puerta por la cual entraba el vino del Ulla y del Ribeiro, así como todo tipo de verduras, vegetales y frutas de las huertas del Sar y del Ulla que se vendían en el antiguo mercado de la ciudad, situado nada más superar la Porta de Mazarelos. Como bien recuerda el catedrático Miguel Taín Guzmán, también se daba esta función en la entrada principal de la ciudad, Porta Faxeira, lugar por el que llegaban a Santiago todas las mercancías que venían por mar. “El puerto de Santiago era Padrón y Pontecesures y, desde allí, las mercancías venían por carro por el camino de Pontevedra”, destaca.

Porta Faxeira era una entrada diferente al resto, prueba de ello son los dibujos del S. XVII que se han conservado hasta nuestros días y en los que se puede apreciar la presencia de torreones curvos semicirculares, completamente distintos al resto de los que defendían otras partes de la muralla. Además, esta puerta contaba con una curiosidad que acerca Miguel Taín Guzmán, la vivienda del verdugo, una figura que, durante la Edad Media, representaba y aplicaba la justicia, un puesto para el que era necesario hacer una “especie de oposiciones” mediante la presentación de méritos.

Ya en el S. XIX, los grandes avances de la medicina que proporcionaban soluciones a las enfermedades de la época hicieron que las murallas perdiesen totalmente su utilidad. Fue precisamente en este siglo cuando el Concello de Santiago vendió el solar de la muralla, de la que todavía quedan muchas huellas en el casco histórico compostelano como el Arco de Mazarelos. “La gente compraba un pequeño solar, derribaba su parte de la muralla y construía en ese sitio una casa. Por eso, en vistas aéreas se puede apreciar el trazado de esa segunda muralla ya que ha sido sustituida por viviendas que respetan el paso de ronda interior de servicio de la muralla”, concluye Miguel Taín Guzmán.