‘50 anos aló!’, viaje del orgullo picheleiro al Santiago que no salía en las guías turísticas

En los alrededores de San Martiño Pinario se viajó al año 1973 en esta nueva edición de la fiesta impulsada por la asociación vecinal del barrio

En los alrededores de San Martiño Pinario, se apiñaban ayer las fiestas en Santiago. Dentro del seminario y de la vecina Catedral, la toma de posesión del nuevo arzobispo, monseñor Francisco Prieto. Bajo la Quintana, el quinto aniversario de Nora Tattoo (con conciertos cerca). Y en la citada plaza picheleira, viaje hasta el año 1973 con la fiesta 50 anos aló!, presidiendo el triángulo festivo. Impulsada por una asociación vecinal del barrio desde 2014, esta cita nostálgica latía soleada y con lleno hasta que una granizada (16.30 h.) tajó la jarana de un festejo que luego tuvo sesión de noche.

"Amor, amar", éxito de Camilo Sesto; "Charly", de Santabárbara; "Eva María", de Fórmula V; y "América", de Nino Bravo, copaban la lista radiofónica de hits de Los 40 Principales en 1973. Y en sintonía con esa gramola del ayer, la charanga Os Celtas empezó a avivar la zona a las doce del mediodía con "A Santiago Voy", popular gracias a Los Tamara, y "La morena de mi copla", de fama en voz de Manolo Escobar, que sonaron donde hace 50 años había locales como la Ferretería Corbacho, el Ultramarinos Manolo Pedramol, la Taberna do Músico, la Casa Cuartel de la Guardía Civil/Academia España o la Tenda de Mercedes, por citar establecimientos de la rúa Porta da Pena, que entonces tenían cerca un parvulario al final de la calle Santa Cristina. Entre grupos de turistas asombrados y vecinos sonrientes, el septeto de Os Celtas y su bombo rodante, alegraron un barrio adornado con un camión Ebro de Vermú Lodeiros (matrícula de Valencia), un biplaza Citroën Méhari (todoterreno descapotable playero), un área de monicreques y otra con cuentos de la época (TBO, Esther y su mundo, 13 rue del Percebe y por ausencia de rácord, alguno de Os Bolechas).

Plano de un Citroën Méhari de los años setenta.  / antonio hernández

Plano de un Citroën Méhari de los años setenta. / antonio hernández / XABIER SANMARTÍN

Y tras el segundo café de la mañana en locales como Recantos, Rey o Costa Vella, iba llegando rumbo a la sesión vermú la vecindad vestida de época, como Mela y Tere, de la peluquería cercana, a nombre de la primera, la artista Susana Vázquez Pereira, o el hostelero José Antonio Liñares (en su hotel puso botes metálicos de cuando el Cola Cao se anunciaba como “El alimento de la juventud”).

Bajo un sol que olía a tormenta, el Dúo Élite agrandaba la banda sonora junto a bombillas multicolor y tiras de banderines alegres mientras cantaban éxitos de Umberto Tozzi o Camilo Sesto al lado de palos latinos más recientes o himnos ochenteros como "A quién le importa" (de Alaska y Dinarama), en una plaza llena, donde unos hacían cola para posar en el photocall de las escaleras con cocina setentera, otros bailaban, y el resto se repartía entre la expectante balconada y una cantina donde Mari Luz igual te ponía una caña (2,5 euros) que Marcos Pombo (activista en las asociaciones vecinales) te servía una empanada (de la panadería Tafona) o alguien vestido de monje te hacía el choripán, todo en un rincón que en 1973 tenía establecimientos como el Bar O Tallo, la Ebanistería Mejuto, la Modista Loito e Alivio, la Casa Telli, la Casa da Esquina, y yendo hacia la Casa de la Troya: la Tasca Atlántico, la Carbonería da Troia o la Panadería Sra. Rita.

Y entre frases como: “No hay mejor fiesta”, “Únete, no nos mires” o ”Na lista das festas con personalidade propia, 50 anos aló fai parte do podio” (tuit de Xan Duro, concelleiro en funcións por Compostela Aberta), San Martín Pinario, se llenaba a las 14h. de pantalones de pata campana, vestidos con estampados geométricos o florales, collares de perlas, gafas gigantes, pañuelos de vacaciones en Mallorca, peinados llenos de volumen, cinturones de hevilla grande, camisas abiertas hasta mostrar la piel de toro (Osborne, claro)... con la rapazada entretenida por juguetes de madera, cuadernos de colorear o molinillos de viento. Todo parte de un festejo de orgullo picheleiro organizado por la Asociación Cultural San Martiño Pinario en recuerdo del Santiago que aún no salía en las guías turísticas.