San Francisco, el monasterio que nació por un puñado de peces

Este peculiar capítulo de la historia compostelana aún se recuerda hoy, con un acto simbólico anual que se celebra en San Paio de Antealtares.

Igrexa de San Francisco

Igrexa de San Francisco / Javier Rosende Novo

Redacción

De la multitud de historias curiosas sobre Santiago de Compostela, sus orígenes y su patrimonio, hay una que sorprende por su inusual moneda de cambio. Esta es la historia de cómo uno de los monasterios más influyentes de la ciudad nació de la forma más humilde.

La visita de San Francisco a Compostela

En 1214, el mismísimo San Francisco llegó a Santiago de Compostela como un peregrino más, con el objetivo de fundar en la ciudad del Apóstol un monasterio para su orden. Cuentan las crónicas de la época que se alojó en la capilla de San Paio do Monte Pedroso, donde conoció e hizo buenas migas con uno de esos personajes 'secundarios' y poco conocidos de nuestra historia: el burgués Cotolay, cuya tumba se conserva en el monasterio que ayudó a fundar. ¿Cuál fue su aportación a la causa?

Los franciscanos hacían voto de pobreza, por lo que no contaban con el capital necesario para fundar nuevos cenobios. Mucho menos en un lugar como Santiago, en pleno crecimiento pero con un espacio intramuros muy limitado (y disputado). Cotolay era bien conocido en la ciudad y no le faltaban ahorros. De esta forma, invirtió parte de su fortuna personal precisamente en hacer realidad el sueño de Francisco de fundar un monasterio de su orden en una ciudad que competía con Roma por ser el 'centro de la cristiandad' gracias al Camino de Santiago.

Gracias a la mediación y buena fe de su nuevo amigo, Francisco pudo superar el primer bache y juntar fondos para la construcción. Pero quedaba otro gran escollo: el de la propiedad de los terrenos donde quería hacer realidad su proyecto. Y los propietarios eran, ni más ni menos, los monjes de San Martín Pinario.

Por un puñado de peces

El acuerdo con los de Pinario no fue sencillo, pero finalmente consiguieron firmar una suerte de 'contrato de alquiler' por los terrenos. ¿El precio? Un cesto lleno de peces, que tendrían que entregar cada año los franciscanos a sus 'caseros' de San Martín. Este peculiar capítulo de la historia compostelana aún se recuerda hoy, con un acto simbólico anual que se celebra en San Paio de Antealtares.

La primera construcción del nuevo centro religioso comenzó de forma muy humilde; tanto, que no quedan restos de su fundación. Sin embargo, su importancia e influencia no dejó de crecer, gracias en parte a la labor de asistencia y predicación que gobierna la orden franciscana. De esta forma, no sólo consiguieron ampliar sus instalaciones en sucesivos siglos, si no que lograron establecer también un convento de clarisas (que, evidentemente, es el de Santa Clara, ubicado entonces fuera de la muralla).

Gracias a la influencia franciscana, la ciudad comenzó a extenderse también hacia esta zona. La puerta de la muralla por la que transitaban compostelanos y monjes pasó de llamarse subfratribus a ser conocida, sencillamente, como Puerta de San Francisco.