Fina González, de 88 años y con una minusvalía: “Baixaría á rúa a diario, pero téñolle medo ás escaleiras”

Vive en un cuarto piso de un edificio de Pontepedriña y es una de las perjudicadas tras perder una ayuda para la instalación del ascensor

Fina González, de 88 años y con una minusvalía: “Baixaría á rúa a diario, pero téñolle medo ás escaleiras”

Fina González, de 88 años y con una minusvalía: “Baixaría á rúa a diario, pero téñolle medo ás escaleiras” / lorena rey

Fina González Vigo, de 88 años y con una minusvalía del 99%, reside en el cuarto piso de uno de los edificios de la plaza de León, en el barrio Pontepedriña. Sólo puede salir de casa cuando le ayuda alguno de sus hijos o algún vecino/a ya que el inmueble no dispone de ascensor, y cuando tiene esa oportunidad no le queda otra que hacer descansos en cada rellano, donde ella misma ha colocado un pequeño taburete. La comunidad de vecinos de su portal viene de perder una ayuda con fondos europeos para la instalación de un elevador por culpa de una deuda del Instituto Galego de Vivenda e Solo con el Concello.

Fina, que reside en la citada ubicación desde el año 1972, padece la minusvalía del 99% desde los cincuenta años. A las dificultades de movilidad que ya sufría –tiene una prótesis de rodilla, otra de cadera y un baypass en el corazón– se le suman las consecuencias de dos caídas sufridas el año pasado que además terminaron con su visión al dejarle dañado el nervio óptico. El 14 de abril cayó por las escaleras del edificio, y una vecina la encontró rodeada de un charco de sangre, y el día 2 de julio, esta vez en la calle, resbaló y rompió una pierna por dos sitios. Estas dos circunstancias pusieron fin a sus habituales salidas. “Baixaría á rúa todos os días pola mañá e pola tarde pero agora non o fago porque teño medo ás escaleiras”, confiesa a este medio. Justo este miércoles tuvo una cita con el cardiólogo, que le indicó que debería andar con asiduidad por la hinchazón que tiene en sus piernas, pero su situación no se lo permite. Cada vez que tiene una cita en el hospital la recoge una ambulancia en su piso. Dos personas la bajan en una silla mecánica. Después, en su día a día, se desplaza apoyándose en dos bastones o sino en el andador.

Rufina González vive en un piso del barrio de Pontepedriña que no tiene ascensor

Rufina González vive en un piso del barrio de Pontepedriña que no tiene ascensor / Antonio Hernández Rios

Asegura, además, que echa de menos hacer vida social. Su hija, residente en Pontevedra y que tuvo que solicitar una excedencia para cuidar esta temporada de su madre, la acompaña en el momento en el que se realiza la entrevista. Relata que con anterioridad pertenecía al grupo de música Charamuscas o acudía a la plaza a hacer la compra con su carrito. “Recordo que ata que chegou a pandemia subía ela soa co carro. Sempre foi unha persoa moi valente”, destaca su hija, quien recuerda que en sus paseos de hasta seis kilómetros se solía a acercar a “vixiar” las obras de la estación de autobuses.

Sobre que hayan perdido la subvención para la instalación de un ascensor Fina comenta con lágrimas en sus ojos que “hai que pensar nas persoas maiores que temos dificultades para movernos”.

Su hija reconoce que ha estado mirando pisos para mudarse si no hay avances en la problemática, aunque es consciente de las dificultades que eso traería para su madre, quien al escuchar esto asegura que “aquí coñezo todo moi ben”. “Cambiar de piso para unha persoa cega é inconcebible, levaríalle anos acostumarse”, manifiesta su hija.

La resolución se les comunicó el pasado miércoles 13 de septiembre y en estos momentos está abierto el plazo para solicitar recurso.

Fina nas escaleiras de acceso ao seu piso, no barrio de Pontepedriña

Fina no relanzo do seu piso no barrio de Pontepedriña / Antonio Hernández

Desde la comunidad de propietarios de vecinos informan de que con motivo de que el Instituto de Vivenda e Solo tiene deudas con el Concello de Santiago, aunque no con los dos pisos que tiene en su propiedad en el edificio de Pontepedriña, el inmueble no cumple así con los requisitos para optar a una subvención que salió el pasado mes de diciembre y estos vecinos la solicitaron en enero. “Non é normal que unha administración lle deba cartos a outra e as consecuencias as teñan que pagar os veciños”, dice una vecina. Años atrás ya habían comentado la necesidad de contar con un elevador pero hasta el momento no habían salido ayudas de este tipo. “Nesta ocasión os dez propietarios estaban dacordo pero se tiveramos que asumir nós o coste pode algún non quixera ou non poidera asumilo”, destaca.

Ya presentaron alegaciones en los últimos días, y si no consiguen nada no descartan que vayan a presentar una demanda judicial. A mayores, presentaron una instancia ante el Valedor do Pobo.

Licencias para la instalación o renovación de ascensores en la ciudad

Son varios los barrios de la ciudad con bloques de viviendas que sufren los problemas de accesibilidad, los que se convierten en verdaderos obstáculos paras las personas de edad avanzada. Desde el departamento municipal de Urbanismo confirmaban a EL CORREO el pasado mes de abril que en los últimos cuatro años, desde el inicio del pasado mandato municipal, se habían concedido en Santiago 52 licencias para la instalación o renovación de ascensores, de las que 14 han sido para edificios ubicados en zona ARI, es decir, que tienen derecho a subvención. Además, en las áreas de rehabilitación integral (Vista Alegre, casco histórico, Vite y Pontepedriña), estaban en marcha otros cuatro proyectos, hasta sumar 18 que, si bien todavía no contaban con la licencia municipal, ya habian iniciado la tramitación para obtener el permiso y ayuda para instalar el ascensor.