Entrevista | Carlos Baliñas Primer decano de Filosofía y Ciencias de la Educación

“Por estudiar Filosofía no vas a morir de hambre ni quedarte en el paro de por vida”

El catedrático, que fue el artífice de la incorporación de varias licenciaturas de la Universidad de Santiago de Compostela en los años setenta, cumple 93 años el próximo sábado

El catedrático y primer decano de Filosofía de la USC

El catedrático y primer decano de Filosofía de la USC / Jesús Prieto

A una semana de cumplir los 93 años, Carlos Baliñas [Cerdedo, 1930] recibe a EL CORREO en el salón de su casa, capitaneado por un mueble repleto de libros, el solemne retrato de su mujer, Marisa, ya fallecida, y un piano de pared cubierto de partituras que todavía toca con gran fluidez. A pesar de su avanzada edad, el que fuera el primer decano de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universidad de Santiago de Compostela conserva una lucidez que sorprendería hasta al más escéptico.

¿Por qué necesitaba Galicia en los años setenta traer las licenciaturas de Filosofía y Ciencias de la Educación?

En aquella época, todos los que querían cursar esas disciplinas tenían que hacerlo fuera. Galicia atravesaba un momento de aumento de población estudiantil y era preciso aumentar la oferta universitaria.

¿Tuvo muchos impedimentos por parte de la Administración para lograr esas licenciaturas?

No fue un proceso para nada sencillo. Por aquel entonces, las gestiones se realizaron en el Ministerio de Educación y, en esa época, Galicia no cumplía con los requisitos que se pedían, principalmente por la pérdida de natalidad, que ya era un problema de aquellas. Pero gracias a la benevolencia de las instituciones y a insistencia que se hizo, conseguimos traer Filosofía y Ciencias de la Educación a Santiago.

¿Considera que fue una lucha?

Sí que lo fue. Galicia no jugaba con nada a su favor y tampoco existían demasiadas posibilidades para lograr. Date cuenta de que en esos años de bonanza económica y aperturismo, todas las universidades de España aspiraban a conseguir cosas. Al final logramos ser la segunda institución con licenciatura de Filosofía en España, después de Barcelona.

¿Piensa que le quedó algo por hacer en sus años en la Universidad?

Sí, creo que dediqué muchos años a desempeñar cargos de gobierno dentro de la institución universitaria, eso me quitó mucho tiempo. Pero, afortunadamente, estoy disfrutando de estos 23 años de jubilación.

¿Cómo evolucionó la Universidad de Santiago desde que entró?

Cuando yo entré, que fue en los años 50, había poca circulación de ideas y estaba destinada, básicamente, al consumo de provincias. Era una institución local y muy encantadora en el sentido familiar. Recuerdo que fue a partir de la década de los 70 cuando empezó a abrirse al mundo. Empezaron los congresos académicos, los intercambios de profesores entre facultades... Luego, con la llegada del nuevo siglo y la fundación de la Universidad de Vigo y A Coruña, donde Santiago perdió población estudiantil. De todas maneras, considero que es muy difícil hacer un juicio de conjunto, pero sin duda, está mucho mejor ahora que antes.

Usted estuvo en más universidades, como en Alemania o en Comillas, ¿cómo ve la Universidad de Santiago con respecto a Europa?

Bueno, es que es otro tipo de enseñanza. Aquí era, digamos, de lección magistral. Entrados los años 60 ya se implementa la lección de seminario. Lo que se denomina Plan Bolonia fue una aplicación a España de lo que se venía haciendo en Europa. Aquí causó cierto revuelo porque el anterior método dotaba de más libertad de actuación al alumno, pero es lo que ha triunfado en el mundo porque es lo que facilita el acceso a las vocaciones y ayuda a las relaciones internacionales de las universidades.

¿Está a favor del Plan Bolonia?

Sí, por supuesto. Lo que ocurre es que existen más exigencias de tipo administrativo y me dicen que son demasiadas. Es decir, que la gente tiene que dar cuenta, pero tienes que dar cuenta de lo que haces. Pero si no puedes hacer porque tienes que dar cuenta, entonces se invierten las relaciones. Esto no ocurre solo en la universidad, pero es el precio que cuesta mantener un sistema democrático donde la administración tiene que rendir cuentas.

¿Cree que hay una especie de fiscalidad a la universidad por parte de la administración?

Bueno, el término ‘fiscalidad’ se reserva para Hacienda, pero es una denominación muy adecuada a este fenómeno que ocurre. Si el hecho de dar cuenta pesa más que el oficio de enseñar y el criterio del profesor queda relegado, se hace una universidad más burocrática y menos humana.

¿Qué le parece que se intenten sacar de los programas docentes de enseñanza secundaria y bachillerato, sobre todo desde los sectores conservadores, las materias de Filosofía?

Eso nunca lo podrán lograr. Es inevitable que se incorporen nuevas humanidades al abanico de conocimientos, pero no se puede abolir. La Filosofía no es la solución, pero es un conocimiento que tiene mucho fundamento y no debe dividirse de tal manera que, por meter un poquito de pedagogía, un poquito de sociología... no se dé nada. Hay que mantener la Filosofía en los planes de estudios, son conocimientos básicos que luego te sirven en cualquier rama de la vida.

¿Qué opina de que se esté contratando a filósofos para desempeñar altos cargos en las grandes empresas?

Eso es lo que se dice, aunque desconozco si es verdad. Las formaciones deben ser suficientemente amplias y variadas para que se pueda cambiar el guion en cualquier momento. También, todo depende de la capacidad de adaptación, algo esencial para cualquier persona.

¿Cómo ve que la USC perdiera 200 puntos en el ranking de Shangai, posicionándose debajo del puesto número 600?

Hombre, es un dato, pero estas estadísticas tienen muchos matices. Aquí hay profesores que son referencias internacionales en el mundo de la medicina, por ejemplo. Además, cada vez hay más universidades en el mundo. No se puede reducir todo a una sola cifra.

¿Qué le diría a alguien que quiera estudiar o que empiece a cursar Filosofía?

Que no se asuste ni se agobie por el futuro. Cuando uno decide cursar esta carrera, siempre te dicen que vas a morir de hambre y que nunca encontrarás trabajo. Yo puedo decir que comí todos los días, cené casi siempre y, bueno, aún me quedó algo para pagar el desayuno. Hay que tener claro que el riesgo de colocación está presente en todos los sectores, lo importante es tener esa capacidad de adaptación de la que hablábamos antes.

Va a cumplir 93 años el próximo sábado. ¿Cuál es su filosofía de vida?

Mira, yo sigo haciendo lo que era normal en mi vida antes. Sigo escribiendo y tengo un libro a punto de publicarse. Por fortuna, la salud me está ayudando y ahora estoy haciendo cosas que no pude hacer mientras era profesor, como emplear el tiempo en leer o, incluso, en la jardinería. A estas alturas se tiene más serenidad, pero sí que es verdad que sientes mucha soledad cuando llegas a tan mayor.