El callejón de la vergüenza de Santiago: un vórtice de grafitis y orines a 300 metros de la Catedral

Cuando escuchan que el casco histórico de Compostela conforma un conjunto monumental inigualable, los vecinos de la rúa de Entremuros son presa de la rabia. La razón es el estado de un callejón sin salida que numerosos grafiteros utilizan con total impunidad

El callejón de la vergüenza de Santiago

Víctor Furelos

Cuando escuchan que el casco histórico de Santiago conforma un conjunto monumental inigualable, los vecinos de la rúa de Entremuros son presa de la rabia. La razón es el estado de un callejón sin salida que numerosos grafiteros utilizan con total impunidad. Un callejón ubicado a apenas 300 metros de la Catedral y en pleno casco monumental, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde diciembre de 1985.

La rabia de estos vecinos se convierte en ira cuando ven que el parte diario de la Policía Local recoge que los agentes multaron a cuatro o cinco personas por orinar en las calles de Compostela. En el mencionado callejón de Entremuros hacen sus necesidades decenas de personas que van a los pubs cercanos en cualquier noche de jueves, viernes o sábado, hasta el punto de que se crean riadas en la calle que a la mañana siguiente obligan a los trabajadores de limpieza de Urbaser a redoblar esfuerzos. Utilizan agua con desinfectante para eliminar los olores.

El caso de una vecina viuda cuya vivienda da a este callejón es paradigmático. De su pensión, "muy justa", logró ahorrar algo para poder pintar su casa. En menos de un mes las paredes que dan a la calle ya lucen varias pintadas -como muestran los primeros grafitis que se ven en el vídeo que ilustra este artículo-. Además, la ventana de la cocina de su casa está situada en un rincón en el que mucha gente orina sin ningún pudor. Lo único que puede hacer esta mujer es limpiar el alfeizar y el suelo con lejía un fin de semana tras otro.

No es la única mala experiencia para los vecinos. También es habitual ver a toxicómanos inyectándose en ese callejón o gente teniendo sexo a la vista de cualquiera que pasa por allí.

Los residentes admiten que las pintadas siempre han estado presentes en este callejón pero sostienen que en el pasado, cuando aparecía algún grafiti en las paredes, una brigada municipal reparaba el daño lo antes posible. La semana pasada llegó la gota que colmó el vaso cuando un grafitero, armado con un spray verde, decidió pintar todas las paredes. Y otro arruinó la pintura blanca que la viuda acaba de pagar para reparar su vivienda.

Para los vecinos, este se ha convertido en el "callejón de la vergüenza" de Santiago. A solo diez metros de la entrada del Camino Francés.