Música

La Escolanía del Escorial: el coro de niños de 9 a 18 años que vive en el otro lado del Monasterio

El proceso de selección para formar parte de este proyecto consiste en pasar un fin de semana en el Monasterio, donde se valorarán las aptitudes sociales, académicas y musicales de los aspirantes

La Escolanía del Escorial: así conviven en el Monasterio el coro de jóvenes de 9 a 18 años

José Luis Roca

José Luis Roca

El Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial en Madrid fue construido hace más de 500 años por orden del rey Felipe II en memoria de su padre Carlos V. Además, fue la residencia de la Familia Real española y el lugar de sepultura de muchos reyes. Con el paso de los años, este complejo se ha convertido en una parada obligatoria para muchos turistas de dentro y fuera de España, pero también es el hogar de cuarenta niños, de entre 9 y 18 años, que forman el coro de la Escolanía del Monasterio.

A la derecha de la puerta principal del Monasterio, se encuentra la entrada a la residencia de estos niños que juegan, conviven, cantan y estudian en los mismos pasillos y habitaciones donde Felipe II y la Familia Real vivían hace más de quinientos años.

El origen de la Escolanía fue en el 1567 cuando Felipe II fundó un colegio y seminario para niños en Segovia, que se trasladó al Escorial cuando finalizaron las obras. Sin embargo, este proyecto se paralizó y más tarde, en el 1974, fue reemprendido por los Padres Agustinos, que actualmente también conviven en el Monasterio y se encargan del colegio concertado Alfonso XII. 

Los niños de la Escolanía del Escorial juegan a las puertas del Monasterio.

Los niños de la Escolanía del Escorial juegan a las puertas del Monasterio. / José Luis Roca

Desde septiembre hasta junio, estos cuarenta niños conviven con sus compañeros y reciben clases de “lenguaje musical, piano, canto y coro”, explica el director del coro de la Escolanía, el padre Pedro Alberto Sánchez. La música la compaginan con las clases que reciben por la mañana en el colegio concertado de Alfonso XII, que también se encuentra en El Escorial. Por lo tanto, este enclave histórico, en el que estos niños pasan las 24 horas del día, se ha convertido poco a poco en su hogar.

“Lo que más me gusta de vivir aquí es estar en comunidad con todos los escolanos, porque es como tu segunda familia, con los que pasas todo tu tiempo y haces actividades con ellos” nos cuenta Rubén, que tiene 14 años y este es el quinto año que está en la Escolanía. Este niño de Valladolid, cuyas nociones de música eran “las clases que te dan en el colegio”, explica que descubrió el proyecto porque fueron a dar una charla a su centro y le llamó la atención.

El proceso para poder entrar a este proyecto es voluntario y los niños se pueden presentar a las pruebas de selección, que consisten en una pequeña estancia, de un fin de semana, en las instalaciones de la Escolanía donde se valoran las aptitudes sociales, académicas y musicales de los aspirantes. Sin embargo, Pedro Alberto cuenta que “la principal y casi única condición es que tengan ganas. Es decir, que un niño se entere del proyecto y realmente le guste”.

Guille, de 9 años, aprende a tocar el piano durante su primer año en la Escolanía.

Guille, de 9 años, aprende a tocar el piano durante su primer año en la Escolanía. / José Luis Roca

El conocimiento musical no es uno de los requisitos principales para ser seleccionado en la Escolanía, ya que como cuenta Rubén, que no tenía muchas nociones musicales antes de entrar, “se obtiene poco a poco” y que su primer año fue “adaptativo”, ya que le sirvió para asimilar “un poco los horarios, el cantar todos los días y el cambio del colegio”.

En total, este proyecto otorga cada año 20 becas a niños de entre 9 y 10 años, lo que incluye la formación en el colegio Alfonso XII, las enseñanzas musicales en las instancias de la Escolanía y la estancia en el monasterio. “Todos los niños reciben una beca, de tal manera que pagan 150 euros al mes y ahí va todo incluido” añade Pedro Alberto. Así es como, durante 30 años, más de 300 niños han podido vivir esta experiencia.

Desde muy pequeños, los alumnos aprenden a compaginar los estudios generales con las enseñanzas musicales que imparten los profesores en la Escolanía. Divididos por edades y por nivel, los alumnos reciben clases de lenguaje musical donde aprenden a leer una partitura y saben “perfectamente cómo suena” o “si una nota es mayor o menor”, explica Rubén, que, al principio, lo consideraba “lo más difícil”.

Los escolanos, de 9 a 18 años, durante el ensayo diario del coro en la Escolanía.

Los escolanos, de 9 a 18 años, durante el ensayo diario del coro en la Escolanía. / José Luis Roca

Todas estas enseñanzas, a las que hay que sumar el hecho de que aprenden a tocar el piano, las utilizan a última hora del día en el ensayo diario del coro. Esta clase es considerada el “momento favorito del día” de escolanos como Otto, que tiene 10 años y este es el primero que está en la Escolanía. Admite que le gusta mucho, porque es “cuando nos reunimos todos y nos ponemos a cantar”.

Otto, que viene desde Jaén, relata que conoció la Escolanía porque “mis padres me dijeron que había un coro de niños y, como a mí me gustaba mucho eso, me apunté al cursillo”. Además, no era la primera vez que recibía clases de música, ya que “estaba en el conservatorio y desde los cuatro años iba a la escuela de música”, explica.

El coro, que es la función principal de la Escolanía y el motivo por el que muchos niños están en este proyecto, actúa todos los fines de semana en las misas que tienen lugar en la Basílica del Monasterio. “En la misa del sábado por la tarde y en la misa del domingo por la mañana” explica Pedro Alberto. Además, gracias a este proyecto, los niños han tenido la oportunidad de cantar delante de los Reyes, además de visitar diferentes ciudades del mundo en las que han realizado giras para mostrar su música.

Otto, de 10 años, durante el tiempo de estudio en la Escolanía.

Otto, de 10 años, durante el tiempo de estudio en la Escolanía. / José Luis Roca

Durante su estancia en la Escolanía, los niños conviven con el resto de escolanos y con los educadores las 24 horas del día de lunes a domingo. Sin embargo, todos los domingos, una vez finaliza la misa de la mañana, los niños tienen la posibilidad de ver a sus familias y pasar el día con ellos. “Muchos vuelven el lunes por la mañana directamente a las clases” nos cuenta el director de la Escolanía, que añade que siempre les dan un fin de semana al mes de “vacaciones” para pasarlo con la familia.

“A veces echo de menos a mi familia”, asegura Otto, que explica que este primer año, durante los primeros meses de estancia, “los echaba demasiado de menos y a veces me ponía a llorar, pero siempre les llamaba cuando podía”. Los niños tienen la posibilidad de llamar a sus familias cuando tienen tiempo libre y, algunos como Otto, los llaman “siempre que puedo y me siento mejor”. Por su parte, Rubén, que es de los más mayores, dice que “echas de menos a tu familia, pero como estás acompañado con toda esta familia que tienes aquí, pues es un poco más llevadero”.

Muchos de los niños que comienzan en este proyecto desde muy pequeños, con 9 años, deciden continuar su formación hasta los 18, que es cuando se gradúan y terminan el instituto y, por ende, en la Escolanía. Es el caso de Alejandro, que es el más mayor actualmente, que cuenta que los motivos para continuar en este proyecto son, sobre todo, “los amigos, la compañía y el gusto por la música.

La Escolanía permite que niños de diferentes edades convivan durante todo el día, por lo que, en el caso de Alejandro, “haces la función de hermano mayor con los más pequeños”, aunque añade que a los que más tiene que enseñar es a los que tienen ahora 14 y 15 años para dejarles “el testigo” cuando se vaya, ya que este es su último año.

Los escolanos también reciben clases de lenguaje musical, cuyo aprendizaje luego utilizan en el ensayo de coro.

Los escolanos también reciben clases de lenguaje musical, cuyo aprendizaje luego utilizan en el ensayo de coro. / José Luis Roca

Gracias a esta experiencia, muchos han aprendido a “estudiar cada vez más”, relata Otto, que destaca que en la Escolanía tiene que “hacer varias cosas porque tienes que compaginar el cantar con los estudios. Asegura que “esto nos ayuda a convivir” y que, en su caso, “me ha enseñado a convivir, sobre todo, a convivir mejor con todos los demás” y que, cuando vaya a la Universidad, “no me sentiré tan mal”. 

Para otros, como Rubén, “estar aquí es para madurar” y para aprender a socializar, ya que “tienes que estar con 40 niños e intentar llevarte bien con todos”, algo que considera que lo diferencia de sus compañeros en el colegio y que no están en la Escolanía.

La convivencia con los compañeros y la música en un enclave histórico consigue que muchos de los niños que empiezan a vivir esta experiencia desde pequeños, continúen más años. “Tengo pensado continuar en la Escolanía porque me ha parecido muy bonito estar aquí”, termina diciendo Otto. En otros casos, llegan a interesarse tanto por la música que deciden continuar su futuro en estas enseñanzas como es el caso de Alejandro que, una vez concluidos sus años en la Escolanía, ha decidido estudiar seguir estudiando canto.