Becarios, la cara más oscura de la precariedad laboral juvenil

Muchas empresas aprovechan las prácticas para evitar pagar sueldos íntegros a los trabajadores más jóvenes

Los becados no tienen derecho a vacaciones ni al paro

El último registro de becarios en España es del 2015

El último registro de becarios en España es del 2015 / Cedida

Cada año miles de alumnos de universidades y ciclos se preparan para dar ese medio paso hacia la vida laboral: las prácticas curriculares. Estas son vistas como una forma de obtener experiencia, de comprobar si el trabajo realmente les gusta y de intentar continuar en esa empresa donde han aceptado formarlos.

Sin embargo, en España no solo tenemos ese tipo de prácticas, sino que también hay becarios que, terminada la carrera, son aceptados por empresas para aportarles experiencia laboral durante un plazo de tiempo máximo de un año.

En el primer caso nos encontramos ante un trabajo que, normalmente, no es remunerado y, en el segundo, un trabajo cuya remuneración está muy por debajo del salario mínimo interprofesional (SMI). Esto hace que, lo que debería ser una experiencia de aprendizaje y de aproximación a la profesión, termine convirtiéndose en muchos casos en la cara más oscura de la precariedad laboral juvenil en la que muchas empresas se escudan para conseguir mano de obra barata.

“Llevan meses prometiéndome un contrato como el de cualquiera de mis compañeros, pero lo único que consigo es ir enlazando práctica tras práctica hasta que no puedan seguir extendiendo esta situación y termine en la calle. Veo como otras personas llegan y rápidamente reciben algo por lo que yo llevo esperando más de medio año”, confiesa Ana, que está a punto de cumplir un año trabajando en la misma empresa cobrando el 60% del SMI haciendo el mismo trabajo que el resto de sus compañeros.

A ese pequeño monto de dinero que les dan para remunerar su trabajo se suma que los becarios, al no ser trabajadores, no tienen los mismos derechos. Un becario, aunque lleve un año trabajando en la empresa, no puede pedir vacaciones ni tiene derecho al paro. Esto debería compensarse con un trato diferencial de resto de sus compañeros: al ser una persona en formación, no se le deberían exigir las mismas responsabilidades que a las personas que son trabajadoras, pero esto rara vez es así.

Acabar la carrera

“Yo estudié la carrera de Comunicación Audiovisual en Pontevedra y, además, hice otros cursos como desarrollo web. Yo no soy de Pontevedra, lo que supone que tenga los gastos de una vida adulta independiente con alquiler, facturas... Así que, una vez terminé la carrera, quise seguir siendo independiente y busqué trabajo. Como todos sabemos, con cero experiencia nadie me llamaba y, mucho menos, de lo mío”, explica Alba (seudónimo).

Al igual que tantos jóvenes que acaban de terminar los estudios, para ella las oportunidades eran prácticamente nulas al pedir varios años de experiencia: “Solo me llamaron para teleoperadora y para camarera”. Hubo una ocasión en la que le contestaron de una oferta de trabajo de desarrollo web, que se vendía como una oferta de trabajo normal: “Al final resultó ser una Feuga, lo descubrí al llegar a la entrevista”.

A pesar de que siguió buscando trabajo, también miraba de vez en cuando la página de Feuga. Fue así como encontró una oferta cerca de su casa, pero que no era para su carrera, aunque el trabajo consistía en desarrollo web. “Me hicieron una entrevista y nos caímos bien, por lo que crearon una oferta para mí dentro de la aplicación de Feuga. Así fuecómo empecé en la empresa y, en mi caso, tuve bastante suerte. El sueldo es el que es, hago la jornada completa por menos de la mitad del salario mínimo, pero el ambiente laboral es bueno”, relata Alba.

“Y digo que tengo mucha suerte porque tengo amigos que tienen Feuga y o bien les exigían demasiado, como si fueran expertos, o incluso destacaban la ausencia continua de su tutor, que los dejaba haciéndose cargo de cosas de las queno tenían ni idea”, sentencia.

Prácticas curriculares

“No meu caso estiven facendo prácticas curriculares propiciadas pola facultade, que foron un total de 150 horas. Non son obligatorias, decidinme a facelas para ver como sería traballar nun dos departamentos que me resultaban de interés”, relata Laura (seudónimo). A pesar de ser consciente de que 150 horas no son suficientes para conocer realmente un trabajo, su sabor de boca fue agridulce por otros detalles: “Sinto que me mandaban as tarefas rutinarias que ninguén quería facer. Todos os días remataba facendo o mesmo, era frustrante e sentía que non aprendía realmente nada”.

Como es habitual cuando una persona hace prácticas curriculares en una empresa, le propusieron permanecer con ellos, pero no con un contrato sino que de “becaria para cubrir unha baixa”. Algo que no se puede hacer: utilizar a personas en prácticas para que realicen las tareas de otros trabajadores que están de baja o se han ido de la plantilla.

“Ademais de min, había mais xente na empresa de prácticas ou como becarios, o que me fai pensar que se aproveitan moito deste tipo de contratos. En xeneral, máis que unha experiencia enriquecedora definiríaa como unha decepcionante”, sentencia Laura.

Paro juvenil

El paro juvenil en Galicia durante el 2023 contabilizó 16.600 personas, un 12,66% menos que en 2022. Además, se crearon 34.400 puestos de trabajo, según señalan los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) publicadapor el Instituto Nacional de Estadística (INE).

A estos datos hay que sumarles la oscuridad que rodea al mundo de las prácticas y los becarios en España. El último registro que tenemos de esto es del 2015, año en el que Comisiones Obreras publicó que había alrededor de 1,4 millones de personas en prácticas.

La falta de datos sobre el número de becarios hace que su situación sea algo mucho más invisible, pues la mayor parte de los jóvenes que salen de la universidad las únicas ofertas que encuentran son las relacionadas con contratos de prácticas con sueldos mínimos.