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La subasta de viviendas, anunciada por el IGVS, devuelve a la memoria la apasionante historia de esta industria que fue puntera en la Europa de la Segunda Guerra Mundial TEXTO Sol Elvira

Fontao: una mítica mina de wolframio convertida en urbanización

El anuncio del Instituto Galego de Vivenda e Solo (IGVS) de que el pasado día 21 sacaría a subasta tres de las nuevas viviendas (bases publicadas en el DOG del 9 de abril) del antiguo poblado minero de Fontao, ubicado en el municipio pontevedrés de Vila de Cruces y que fue reformado por la Xunta en 2010 y convertido en una urbanización residencial y museística, pone de nuevo de actualidad la apasionante historia de la que fue una de las minas más punteras de Europa en estaño y wolframio durante la Segunda Guerra Mundial.

Es bueno recordar que el nombre de Fontao se debe a la abundancia de fuentes que brotan en su término, o su manantial de aguas termales muy concurrido desde tiempo inmemorial.

La historia de la mina es apasionante. La etapa inicial, en la que se realizaba el trabajo de forma rudimentaria, fue seguida por la incorporación de los conocimientos mineros importados por los propietarios ingleses y franceses . Así se forjó una industria puntera capaz de aprovechar la cotización de los metales en Europa durante esa época.

Las minas de Fontao se explotaron durante 90 años. Cuentan que a finales del XIX el ingeniero británico Henry Winter Burbury se hizo con la propiedad e impulsó la actividad minera, iniciando una etapa de prosperidad en Vila de Cruces. Esta localidad jugó un papel determinante en la economía nacional y en el devenir de las grandes guerras en Europa. Sus vecinos obtenían estaño y wolframio con el que se construía material bélico.

En torno a la mina de Vila de Cruces se dieron cita grandes empresarios, ingenieros, aventureros, espías fugitivos y presos republicanos. A Fontao llegaban presos políticos obligados a realizar trabajos durante la Dictadura. Tal era el nivel de actividad que en 1956 los dueños construyeron todo un poblado minero alrededor de las galerías. Incluía viviendas, un campo de fútbol, una escuela, un cine y una iglesia. Apenas cinco años después se iniciaba el cese de los trabajos y en 1974 se echaba el cierre definitivo

Fueron la caída del precio de los minerales y el traslado de las contiendas hacia Asia y África los que dejaron a las galerías paulatinamente sin actividad en torno al año 1963. Una década después se clausuró la última brecha a cielo abierto, y la frenética actividad de antaño dejaba paso a un escenario desierto que hoy trata de mantener vivo el legado cultural e histórico de la comarca por medio de un museo.

El poblado de O Fontao se inauguró en 1956 y solamente se habitó hasta 1974, cuando se clausuró la última brecha a cielo abierto. Cesar Cort y Joaquín Basilio Bas planearon un poblado completo. Cuando a principios de los años setenta las minas dejaron de utilizarse, el poblado se fue abandonando, hasta que en 2010 la Xunta de Galicia decidió acometer la rehabilitación de las viviendas. Tras el cese de tan larga actividad extractiva, ha llegado hasta nuestros días un conjunto de labores e instalaciones mineras en un excepcional estado de conservación, elementos que constituyen un legado material e inmaterial que debe ser puesto en valor al objeto de recuperar un importante capítulo de la historia de minera de Galicia.

Hoy toda su historia la podemos conocer a través del Museo de la Minería de Fontao creado para difundir el legado cultural relacionado directa o indirectamente con la mina mediante la recuperación de documentos, planos, publicaciones, fotografías y testimonios de todo el material relacionado con esta temática y velar por la conservación, recuperación y puesta en valor del patrimonio industrial y minero de Fontao. Se puede visitar la colección abierta al público en las instalaciones de servicios comunes como el antiguo cine, la capilla y las escuelas, así como los espacios exteriores. Dispone de un auditorio, con capacidad de 170 butacas, que ocupa las dependencias del antiguo cine.

Una especie de far west codiciado por los ingleses que abastecía a la Alemania nazi

Vila de Cruces. Negro y pesado, así era el wolframio que salía de las minas de Fontao y de A Brea, cuentan los historiadores. Un mineral, codiciado por los ingleses y destinado a la Alemania nazi, que vivió su época dorada durante la Segunda Guerra Mundial. En esos años de mayor demanda de volframio (1940-44), las minas empleaban del orden de tres mil trabajadores, más de 800 eran presos políticos.

La intensa actividad extractiva, propició que una pequeña aldea del interior de Galicia se convirtiera en un hervidero de gentes de diverso origen y condición, elementos propios de una novela que la convirtieron en un far west a la gallega. La explotación configuró en las décadas de 1940 y 1950 un dinámico micromundo industrial incrustado en el sosegado mundo rural: la casa de la dirección; viviendas del ingeniero y de los facultativos; barracones y viviendas para los mineros que llegaron a configurar un poblado; su mercado diario en la plaza con vendedores ambulantes; cerca de una decena de pequeñas tiendas de comestibles y ultramarinos, géneros textiles y ferretería; panaderías, frutería y carnicería; tabernas y salas de baile (33 bares y un café-teatro); la tómbola de alegres señoritas que, eso sí, “viñan de fóra e non residían na aldea”. Además contaba con rudimentarios cinematógrafos, a los que se uniría más tarde la sala de cine, con 350 butacas y de libre acceso sábados y domingos; el campo de fútbol en el que el equipo local, Minas Club de Fútbol, llegó a enfrentarse a equipos de primera división en los festejos de Santa Bárbara; el botiquín sanitario; el grupo escolar e incluso una nueva iglesia construida a unos 500 m. de la parroquial.

25 abr 2021 / 01:45
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