Aquellos que no quieren los buenos principios

DESPUÉS de la paliza de España a Costa Rica justo es reconocer que en este rincón nos habíamos dado cita algunos integrantes del colectivo de leñadoras y leñadores dispuestos a afilar las hachas para hacer leña del árbol caído. Decía Eduardo Galeano que “en la vida se puede cambiar de hombre o de mujer, de partido político o de religión, pero no se puede cambiar de equipo de fútbol”. Y todos estábamos de acuerdo hasta que irrumpió Luis Enrique en nuestras vidas y nos hizo cambiar de opinión con sus excentridades; sobre todo con esa extraña decisión de cambiar la dupla atacante Iago Aspas y Borja Iglesias por Ferrán López y Dani Olmo, por mucho que el jugador del Barça sea algo más que novio (familia, dicen ellos) del selecionador. Por eso nos sentamos a ver el partido ante los ticos con esperanza de que los compañeros de Keylor Navas se convirtieran en Arabia Saudí o Japón. Fue en vano. Hay que reconocer que Luis Enrique tiene esa flor que unos endosaron a Luis Aragonés, otros a Vicente del Bosque, siempre a Miguel Muñoz, y bien que lo siento por el Panda y el príncipe de As Bateas, que merecían estar en Qatar .

Me apuntan que nunca antes España había marcado siete tantos en unos Mundiales. Hubo un 6-1 a Bulgaria en Francia-98 y aquel 5-1 a Dinamarca en México. Decía Luis Enrique en una de sus sesiones de streamer que el gol que más celebró en su vida fue el doce en aquel 12-1 a Malta, que clasificaba a España. Ayer no se levantó con el séptimo de España como muestra de respeto a los costarricenses.

Llegados a este punto se nos presenta el dilema de seguir impertérritos en el sindicato de los cabreados (Iago y Borja se lo merecen) con las hachas cerca o sumarnos al tsunami de optimismo futbolero de los seguidores de Españita. Y en medio de las dudas alguien se acerca y nos recuerda aquel refrán de los que no quieren los buenos principios al tiempo que no enseñan las estadísticas: España ganó en Sudáfrica perdiendo contra su Suiza en su debut. Hala, a darnos ánimos.