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OBRADOIRO CAB: 50 AÑOS DE UN CLUB ESPECIAL (10) En el mismo año en el que se recobró la plaza en la ACB, el proyecto deportivo que levantaron Docobo y Mato ascendía a la Liga EBA // Ellos también eran una familia TEXTO Cristina Guillén

Emilio Suárez: cuando el Obra no dejó de ganar

Cuando se apagaron los focos, cuando el ambiente en el pabellón de Santa Isabel se tornó gélido, cuando el castillo de naipes comenzó a desmoronarse llevándose por delante sueños, aspiraciones y proyectos, cuando solo José Ángel Docobo y José Ramón Mato tuvieron fe en lo imposible... incluso entonces, el Obradoiro CAB mantuvo sus principios.

Hay quien le llama la época de la travesía del desierto, quien hasta hace no mucho dudaba de que la entidad tuviese vida por entonces, pero quienes sustentaron con la misma capacidad de sacrificio y de lealtad el club cuando resultaba inimaginable un futuro como es ahora el presente, ondean también con orgullo su obradoirismo. Porque también ellos fueron una familia, también ellos defendieron con vehemencia, dentro y fuera de la pista, los valores de este club, y también ellos lo engrandecieron deportivamente alcanzando las metas que se proponían.

Emilio Suárez fue el eje sobre el que gravitó uno de los mejores grupos de jugadores que conforman la historia del Obradoiro. Bajo su tutela técnica, táctica, pero sobre todo en el aspecto humano el equipo celebró el ansiado ascenso a la Liga EBA en 2009, un hito que ahora puede parecer menor pero que servía para culminar el crecimiento de la entidad desde que fuera rescatada en el último suspiro, obligada a reinventarse desde la categoría juvenil, en el año 92. Aquel éxito conquistado durante la fase final celebrada en Noia suponía un paso de gigante en un proyecto que arrancó con más voluntad que medios y se sustentó fundamentalmente en la unidad y en la tenacidad.

De ‘casa’, a casa, Emilio Suárez llega al Obradoiro CAB molesto por la política de cantera que en ese momento se llevaba a cabo en la ADM Peleteiro, entidad en la que creció como jugador y entrenador y muy vinculada siempre a su familia pues su padre ocupó el cargo de presidente durante más de una década. Allí se había desarrollado como técnico desde los 18 años primero con el conjunto de minibásquet femenino - “Siempre cuento que en mi primer partido ganamos 2-1”, se ríe- hasta ocuparse del plantel en la categoría Nacional durante las últimas tres campañas. “Se dio además que coincidió con la salida de Óscar Martínez el año anterior, que tuvo que coger el equipo Pepe (Martínez) a mitad de la temporada por lo que en ese momento en el Obra no tenían a nadie, así que me puse en contacto con él y al final me fui para allí”, recuerda el compostelano.

“Varios jugadores que estaban conmigo se vinieron cuando cambié como Pedro Lemiña, Rogelio Bandín, Dani Vilchez o Diego Lamela, que sólo entrenaba porque estudiaba en Santiago y jugaba en Tui, pero al final también acabó fichando... Estuve cuatro años, tres en Nacional donde en cada uno de ellos fuimos a la fase final de ascenso quedando en las dos primeras de terceros y en la última de segundos, aunque como había dos plazas ahí ya pudimos ascender a EBA”, resume.

“Yo creo que fue de las etapas más divertidas que viví como entrenador”, añade Emilio. “El primer año en concreto fue espectacular. Se formó un grupo realmente de amigos. Hacíamos todo juntos y hasta las mujeres y novias de todos quedábamos, cenábamos y salíamos después de los partidos, nos tomábamos unas copas y fue un año para mí de los más divertidos sobre cualquier otro. No quiero decir que en Peleteiro no lo haya pasado bien y no haya disfrutado, también lo hice muchísimo salvo el último año, pero ese fue impresionante”, enfatiza.

Ese bloque dentro y fuera de la pista se mantuvo en los siguientes cursos aunque con alguna ida y venida de jugadores. “Las temporadas en el Obradoiro las he disfrutado muchísimo, muchísimo, fueron años geniales”, insiste aunque admite que ya el debut en la Liga EBA le exigió nuevos sacrificios a nivel personal que decidió no asumir en aquel momento. “Era un semiprofesionalismo que me gustó mucho, pero con un niño recién nacido y tantos viajes me suponía renunciar a muchas cosas. Logramos la permanencia pero al siguiente año ya me fui”, recuerda aún con nostalgia el santiagués.

Templanza. Quien vivió la llegada de Emilio Suárez al por entonces primer equipo del Obradoiro siempre señala que el técnico compostelano dotó al plantel del formalismo, la seriedad y el rigor en todos los ámbitos que era precisamente lo que demandaba el grupo. Su conocimiento del baloncesto y su carácter conciliador fueron los dos ejes sobre los que se sustentó la consolidación del proyecto entre 2006 y 2009.

“Sobre todo lo que aporté, y con esto no quiero mal hablar de nadie, es un poco de calma y de tranquilidad. A nivel deportivo ya no creo que sea mejor que otros, antes hubo otros entrenadores con más experiencia que yo como el propio Óscar, pero el caso es que entre Marcos Gato, Luis Rodero, Chechu Yáñez... la aportación de los buenos jugadores que vinieron de Peleteiro y todos los demás se juntó gente que venía a entrenar, que cumplían con las normas normales y lógicas de un equipo amateur, pero con el compromiso y comportamiento de uno profesional. Al final todo eso fue lo que hizo que, si bien al principio nos costó mucho arrancar, consiguiésemos los objetivos”, aplaude.

Como el propio Emilio señala, los primeros pasos de esta nueva etapa no fueron sencillos. “Los tres primeros partidos los perdimos. Me dio muchísima rabia. Y llegó un momento en que hasta tuve dudas pero no en el sentido de pensar que me fuesen a echar”, relata el técnico que incluso tuvo que lidiar en las primeras semanas con un problema de indisciplina que le hizo meditar sobre su continuidad.

Pero el apoyo del club fue firme y se dio además la coincidencia que este primer obstáculo propició la llegada de un jugador de sobrada valía como Marcos Gato. Ahí el Obradoiro logró un salto enorme de calidad. “Yo le dije que tenía a cuatro aleros ya y el sitio que tenía era como pívot, pero ni siquiera le importó. Fue el mejor fichaje que pudimos hacer sin lugar a dudas. Marcos siempre estuvo además muy centrado con nosotros porque así como es una persona increíble fuera del campo dentro de la pista sabemos que se transforma -se ríe- e hizo temporadas sensacionales”, recuerda.

Un legado. A aquel Óptica Val Obradoiro le tocó defender por toda Galicia el legado de un club rico en historia y por el que habían pasado grandes jugadores, reconocible por su pasado y sobre todo aún siendo noticia por su futuro. Pero Emilio Suárez afirma que jamás sintió el peso del escudo: “Sí sentí mucho orgullo porque al final sí notabas de la gente que venía a vernos esa ilusión por el equipo. Después constantemente salía en prensa el tema de la sentencia y parecía que sí, que se volvía a ACB, y te hacía sobre todo sentir también responsabilidad. Pero como las cosas más o menos ayudaban, la base del equipo siempre se mantuvo o se cubría con gente que iba aportando, entonces no había ese peso”.

El mimo que recibían por parte de los directivos como Docobo, Javier Laíño, Pepe Martínez, Lage y hasta Couceiro era una constante también en el día a día del grupo. “Siempre estaban pendientes de nosotros. El presi venía casi todos los viernes antes de empezar los entrenamientos, pasaba para todo y para nada. Venía con Laíño, también Pepe. Nunca dejé de notar ese cariño, ese ánimo por parte de ellos. Era algo muy importante, fue fundamental”, medita.

GANAS DE VOLVER
Ayuda en el control estadístico

··· Emilio admite que se “muere de ganas” de volver a entrenar. Casi 11 años después quiere regresar a los banquillos, pero mientras tanto ayuda a su mujer, Goretti, en el control estadístico de los partidos del Obra en Sar. “Ella es la que tiene más responsabilidad”, subraya al tiempo que afirma que “es un trabajo que parece sencillo pero conlleva mucho estrés y tensión”.

La noticia llegó en pleno entrenamiento
UN AÑO DE DOBLE ASCENSO

··· La concesión por fin de la plaza en la Liga ACB después de 20 años de batalla judicial fue una noticia que conoció Emilio Suárez “mientras estábamos entrenando”. “Aparecieron Docobo y Laíño por el pabellón Lorenzo de la Torre, en un día de frío que te cagas, y nos lo comentaron. Nos alegró pero al final para nosotros tampoco suponía nada. Deportivamente no nos iba a afectar ni tampoco económicamente. Para celebrarlo volteamos al ‘presi’ y estuvo bien”, se ríe al recordarlo.

··· Lo cierto es que la temporada de estreno en ACB y en Liga EBA superó al club en muchos aspectos. Costó dotarle al conjunto ‘filial’ del salto de calidad y físico que necesitaba el plantel, de medios como el propio hecho de contar con un preparador físico, más horas de pista para entrenar, cierto margen para poder pagar ayudas o becas... “El club no estaba preparado para eso”, cree.

“Docobo, Mato y Pepe deberían tener su camiseta colgada”

Duda Emilio Suárez a la hora de tener que rescatar algún momento especial de su etapa en el Obra. Las noches de karaoke durante la fase de Ourense, la complicidad en el vestuario, las cenas compartidas, ese primer triunfo frente a la bestia negra hasta entonces, Cambre, el propio ascenso... “Son muchos. Fue una época increíble”.

Por eso quizás tampoco se siente menospreciado dentro de la historia del club. Aunque muchas veces se solapen sus logros frente a otros hitos de la entidad en estos 50 años de vida, el técnico santiagués tiene claro quiénes son verdaderamente los imprescindibles. “Realmente hay tres personas, seguro que más, pero yo creo que hay tres personas en el Obradoiro que tienen que ser nombradas siempre, siempre, que son José Angel Docobo, José Ramón Mato y Pepe Martínez Casal. Para mí ellos son los que deberían tener la camiseta colgada del pabellón de Sar sin ninguna duda porque lo merecen más que cualquier otro. No me parece mal que se olviden de nuestra etapa, me duele más que se olviden de ellos tres”, afirma con vehemencia.

Pero sí considera Emilio que el ascenso a EBA en 2009 fue importante porque “es cuando realmente se logra dar el salto a una categoría nacional. Es como el anuncio del Atlético de Madrid cuando vuelve a Primera en el que salía el Mono Burgos de la alcantarilla... Lo que se hizo al final fue sacar esa tapa y llegar a una categoría ya mayor”.

Por eso el Óptica Val Obradoiro 2008/09 sí tiene su bandera en lo alto del Multiusos. ¿Cuántas veces, desde la grada, ha mirado Emilio hacia arriba y le ha embargado una sensación de orgullo? “La verdad es que al menos un par de veces por temporada sí que la miro porque entre que voy a todos los partidos, ahora incluso con el tema de la estadística también, pues sí que lo miro con añoranza porque todo fue una época súper bonita para mí”, reitera.

28 ene 2021 / 01:00
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