Ganar fue una válvula de oxígeno

fue mi primer partido en San Lázaro contra el Celta, el club en el que estuve trece años. Jugar contra el Celta en Primera División, en San Lázaro, con un ambiente realmente extraordinario, en una situación complicada porque llevábamos una serie de partidos sin fortuna, fue muy especial. Y conseguir la victoria fue un gran momento; no nos dio la tranquilidad total, porque en el fútbol nunca la tienes, pero sí nos permitió afrontar lo que quedaba de una manera distinta. En el fútbol, cuando dejas de ganar, se generan dudas y nosotros queríamos aparcarlas. El rival era importante, el Celta, y ganarle en casa fue para nosotros una verdera válvula de oxígeno.

En el partido me tocó salir desde el banquillo. No pude marcar, como en el inolvidable partido de Balaídos, pero lo más importante era ganar y no quién marcara: lo hizo Ohen, como pudo hacerlo cualquier compañero, y logramos puntos clave para seguir.

Esa etapa hubo bastantes jugadores que habían jugado en el Celta y que después pasaron al Compostela: Maric, Toni, Nacho, Fabiano, yo mismo, después vino Vlado Gudelj... siempre hubo una muy buena conexión, con el Celta teníamos una relación extraordinaria, también las directivas, lo que permitía esos traslados. Yo quería que ganara el Celta, siempre que no jugara contra nosotros. Ese día, el Compostela necesitaba más los puntos.

La temporada fue muy bonita. Hubo momentos en los que pecamos de inexperiencia, pasamos momentos complicados pero creo que al final hicimos méritos para conservar la categoría, algo de lo que obviamente quedamos muy satisfechos. Cada domingo había un ambiente extraordinario en Santiago, era de agradecer.