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Sobrevivió al síndrome de Stendhal así como a los de Ronald Koeman y Lopera

Joaquín, Marinero en tierra en San Lázaro

El Betis ha entrado en el mes de octubre como líder de Primera División gracias a su triunfo en el campo del Valencia. La afición valencianista abucheó a los suyos y despidió con una ovación a un bético que durante cinco temporadas defendió su camiseta. Se llama Joaquín Sánchez Rodríguez, Joaquín a secas en el dorsal de las camisetas de miles de niños, y sus cifras dan vértigo.

A sus 39 años (nació en El Puerto de Santa María el 21 de julio de 1981), Joaquín disputaba en Valencia su partido número 556 en Primera División. Sólo Zubizarreta, con 622 encuentros, le supera en los 91 años de historia de la Liga. De los jugadores en activo, le pisan muy lejanamente los talones en el undécimo lugar Sergio Ramos (497) y en el duodécimo Leo Messi (489). Las dos Españas balompédicas rinden honores a la tercera vía de este longevo verdiblanco que sigue hecho un chaval. En el campo del Valencia alcanzaba la cifra de 341 partidos con el Betis. Nadie ha jugado tantos con esa camiseta. Le siguen a mucha distancia dos mitos del equipo del barrio de Heliópolis, Cardeñosa (307 partidos) y Esnaola (303).

La historia de Joaquín es una variante balompédica del camino de Santiago que empezó un 3 de septiembre del año 2000 en el estadio San Lázaro. Aquel Compostela-Betis terminó sin goles pero ha generado mucha historia. Era la primera jornada de la temporada 2000-2001 en Segunda División. No había fútbol en Primera porque la selección jugaba un partido en Sarajevo contra Bosnia. Al Betis lo entrenaba un gallego de Castrofeito, Fernando Vázquez, un licenciado en Filología Germánica que alineó a un joven Joaquín de 19 años en el equipo titular, a saber: Prats; Otero, Belenguer, Rivas, Luis Fernández; Ito, Merino; Joaquín, Benjamín, Cuéllar; y Oli.

La periodista Isabel San Sebastián acaba de publicar una novela titulada Las campanas de Santiago en la que narra el sitio de la ciudad gallega por las tropas de Almanzor en el año 997. El caudillo musulmán hizo llevar sobre las espaldas de cautivos cristianos las campanas de la iglesia de Compostela hasta la ciudad de Córdoba, la Nueva York de Al-Andalus. Joaquín fue mucho más lejos. Llegó con esas campanas hasta Sevilla. Un campanario de partidos, jugadas asombrosas, regates inverosímiles, una filosofía de la vida y algunos goles, incluido el hat trick de la temporada pasada, el primero de su vida, al Athletic de Bilbao. Joaquín se trajo las campanas de Santiago hasta Sevilla. Por eso, para conjurar el hechizo de Almanzor, el rockero Silvio, un caso insólito de sevillista que compuso el más hermoso himno del Betis, cantaba que cuando el rey San Fernando llegó a Sevilla (en 1248) se preguntó: “¿Dónde está mi Betis?”.

Cuenta atrás. 39 años, camino de los 40 con los que según Gil de Biedma empieza la nostalgia. Su estela coincide con los veinte años del estrenado milenio, alegría de goles y de carácter para contrarrestar un siglo que empezó con la caída de las Torres Gemelas (tres días después, 14 de septiembre de 2001, Joaquín le marcaba su primer gol oficial al Real Madrid) y sigue ahora con los estragos del coronavirus que ha obligado a retrasar hasta 2021 la próxima cita olímpica. Retraso que sirve para redondear la cuenta atrás de este asombro: cinco Juegos Olímpicos (Sidney 2000, que empezaron dos semanas después del partido de San Lázaro), cuatro presidentes del Gobierno (Aznar, Zapatero, Rajoy, Pedro Sánchez), tres Papas (Woyjtila, Ratzinger, Bergoglio), dos Reyes (Juan Carlos I y Felipe VI) y un solo Joaquín. “Finta y sprint, Joaquín”, que decía por megafonía el speaker del Betis, Manuel Melado, peluquero de profesión, pero además poeta, autor de novelas eróticas y compositor de algunas de las sevillanas más universales.

Joaquín salió en San Lázaro con el dorsal 27. El guarismo de la generación de poetas a la que perteneció su paisano Rafael Alberti, otro hijo de El Puerto de Santa María que también muy joven, 22 años, asombró al mundo con un libro titulado Marinero en tierra. Joaquín es un hijo del Atlántico que dejó su equipo del alma para jugar en ciudades bañadas por el mar Mediterráneo: Valencia, Málaga, y en la bellísima Florencia, dos años en la Fiorentina.

Sobrevivió al síndrome de Stendhal, ése que fulmina a los turistas por la belleza de los monumentos. También superó otros síndromes más prosaicos, como el de toparse en el banquillo del Valencia con Ronald Koeman, que lo consideró futbolista de saldo, o bregar en los despachos con el presidente Lopera, que en su arrebato de grandilocuencia, cuando le puso su nombre al estadio cual Ciro de pacotilla amenazó con mandar a Joaquín al Albacete. Alberti también tuvo su debut en tierras gallegas. La única vez que se vistió de luces fue haciendo el paseíllo en la plaza de toros de Pontevedra con Ignacio Sánchez Mejías y Pascual Márquez. El primero de dichos toreros une fútbol y poesía. Sánchez Mejías, cuñado de Joselito y Rafael el Gallo, fue presidente del Betis y mecenas de los poetas del 27 que vinieron a Sevilla, como las campanas de Joaquín, para homenajear a Góngora en diciembre de 1927 en el tercer centenario de su muerte.

Nexos. El Betis siempre ha sido equipo de contrastes. Por eso lo conocen como Currobetis e hizo del manque pierda una consigna metafísica de un existencialismo castizo. Un equipo que ganó una Liga en la República y tiene en sus vitrinas la primera Copa del Rey, gracias a una interminable tanda de penaltis en la que finalmente Esnaola batió a Iríbar. Joaquín participó en la segunda Copa ganada por el Betis, en 2005. Como en la primera, la del 77, volvieron a coincidir el triunfo del Betis en la Copa (después, de eliminar al Milán en la Recopa descendió a Segunda), el ascenso del Cádiz y la Copa de Europa del Liverpool.

Además de Alberti, hay un nexo poético entre Santiago y Sevilla por los Machado. Antonio Machado Álvarez, Demófilo en sus trabajos de investigación, el padre de los poetas, nació en Santiago, donde Manuel Machado llegó a trabajar de bibliotecario. Machado Álvarez murió en la calle Pureza, en Triana. La madre de los poetas, Ana Ruiz, nació en la paralela calle Betis, como el nombre romano del río Guadalquivir y el equipo fundado en 1907, cuando Alberti tenía cinco años. No deja de tener su lógica que con ese trasfondo fuera un filólogo gallego quien hiciera debutar a Joaquín haciendo el camino de Santiago.

Fernando Vázquez fue el descubridor, entre muchos otros futbolistas, de los dos únicos andaluces que han ganado el Pichichi, Dani Güiza, que lo consiguió en el Mallorca, y Diego Tristán, en el Deportivo de la Coruña. El Betis tiene un Pichichi, el de Poli Rincón en la temporada 82-83, cuando Joaquín tenía dos años y no tenía edad para saber del 23-F o del Mundial de España.

3 de septiembre de 2000. Compostela 0- Betis, 0. ¿Cómo un partido sin goles puede generar tanta traca narrativa? Al final de la temporada, el Betis subió a Primera y el Compostela bajó a Segunda B, categoría que ahora ha vuelto a recuperar el equipo anfitrión.

Hijos pródigos. Joaquín forma parte de un fenómeno muy propio de la idiosincrasia del Real Betis Balompié, el de los hijos pródigos. Hay tres casos paradigmáticos con trayectorias similares. Luis del Sol (Arcos de Jalón, Soria, 1935) empezó en el Betis de Tercera, lo subió a Segunda y a Primera, fichó por el Madrid, con el que ganó la quinta Copa de Europa (Glasgow, 1960, 7-3 al Eintracht de Francfurt, cuatro de Puskas, tres de DiStéfano), se fue a Italia, ocho años en la Juve y dos en la Roma para volver casi cuarentón al Betis. Rafael Gordillo (Almendralejo, Badajoz, 1957) también debutó en el Betis con 19 años, como Joaquín. En 1985 fichó por el Madrid, con el que ganó cinco Ligas seguidas, jugó 75 partidos con la selección española y volvió al Betis el año de la Expo 92. Joaquín regresó después de sus escalas en Valencia, Málaga y Florencia. Ha disputado 841 partidos oficiales.

Del Sol, Gordillo, Joaquín. Tienen una curiosa coincidencia. Cada uno de ellos jugó dos Mundiales, en los tres casos con la misma terminación de los años. Del Sol estuvo en Chile 1962 e Inglaterra 1966; Gordillo, en España 1982 y México 1986 (el del mal de Moztezuma); y Joaquín en Corea-Japón 2002 y Alemania 2006, donde Zidane se despidió del fútbol con el cabezazo a Materazzi.

Todo empezó en Santiago, al revés que ese maravilloso libro de viajes del holándes Cees Noteboom El desvío a Santiago, en el que todo acaba en la capital del Obradoiro. Joaquín ha pulverizado todas las marcas. Nació el mes de julio de 1981, el mismo mes que en España se aprueba la Ley de Divorcio y el príncipe de Gales se casa con Diana Spencer, lady Di, una joven de 19 años, los que tenía Joaquín en San Lázaro. Marinero en tierra, que volvió a casa quizás como en los versos de Alberti: “El mar, la mar, ¿por qué me llevaste, padre a la ciudad?”. Hubo otro Joaquín bético que jugó en el Valencia al que entrenaba Di Stéfano. Joaquín Sierra, Quino, trianero, Pichichi de Segunda en 1969, hijo del poeta Juan Sierra, también internacional, el primer futbolista que se declaró en rebeldía en España, que colgó las botas en el Cádiz que subió a Primera en 1977, el año que el Betis ganó la primera Copa del Rey y el Liverpool la Copa de Europa. El equipo de la ciudad de los Beatles la volvió a ganar en 1981. El verano que nació Joaquín. Venció al Madrid de los García con el gol de un tal Kennedy.

12 oct 2020 / 01:00
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