La familia se extendía a todo Santiago

Del partido contra el Atlético recuerdo que al final sufrimos mucho. Habíamos tenido muy claro marcar el 3-1 para terminar tranquilamente, pero no llegó. Y gracias a Dios, el árbitro no pitó el penalti a favor de ellos: si no, posiblemente hubieran empatado y habríamos promocionado. Lo hice yo, fue penalti. La defensa se había quedado parada para forzar el fuera de juego, Valencia se iba, lo perseguí y pasé el brazo intentando que el árbitro no viera la falta; no tenía opción de tocar el balón. Teóricamente es penalti, pero el árbitro no lo pitó... mejor.

El Atlético tenía jugadores impresionantes, pero no funcionaba como equipo. Tenían un presidente bastante sulfuroso, era difícil hacer una buena temporada con ese ambiente. Nosotros nos aprovechamos de eso, luchando: recuerdo que en el centro del campo corríamos mucho, juntos, todos los partidos.

En el Atlético estaban Kiko, Vizcaíno, Simeone... pero nosotros los superamos para lograr un triunfo clave: creo que en ese partido contra el Atlético, que era el más difícil que nos quedaba, logramos la salvación.

La temporada fue de sufrimiento, de estar abajo. Pero al final lo sacamos adelante porque éramos una familia, y esa familia se extendía a todo Santiago: la gente era calurosa y te animaba, tenía fe en que nos íbamos a quedar en Primera; no era sólo el equipo, los técnicos y el club. Tengo un recuerdo tremendo de eso, que me ha servido de mucho: llegaba de un fútbol en el que cuando ganas eres el mejor y si pierdes, una catástrofe. Allí si perdías la gente seguía igual, sólo importaba el objetivo final. Como entrenador lo he aplicado: puedes perder una batalla, pero queda la guerra.