La final del Mundial merecía el segundo partido

LA FINAL del Mundial bien merecía un partido de desempate, después de este partido, con plantilla suficiente para soportarlo, ninguno de los dos equipos se merecía irse a casa de vacío, condenado por la lotería de los penaltis. La emoción se desbordó en el tramo final, una Argentina como conjunto, con ganas de ganar, un equipo, ganando todos los duelos individuales y colectivos, juntos, anticipando o interrumpiendo, con Messi rodeado de 10 escuderos, apoyados por un país con la economía congelada e invaden Qatar para vivirlo in situ, una Argentina pura y una Francia multirracial, difícil de descifrar y de entender cómo enfrentó el partido, empezó como un equipo entregado y un banquillo apático, no comenzaron a levantar cabeza hasta el minuto 80, confirmando que el fútbol es un juego imprevisible.

Todos queríamos ver en un mismo escenario y comparar a Messi y a Mbappé, cada uno tuvo sus picotazos en el juego y ambos fueron determinantes, dejando en el campo destellos de sus características, se vio al pasador, al regateador, al finalizador, la velocidad y el cambio de ritmo, por algo son los mejores, con más presencia de Messi y aparición final de Mbappé.

Envidio con fuerza esa vinculación de los argentinos con su Selección, siempre con mucha esperanza, siempre con los suyos, con pasión, todo eso ayudó a que la Copa camine hacia sus vitrinas, sus jugadores jugaron con el corazón, con lo emocional, con la cabeza y las piernas, sin ser grandes figuras en las ligas, se coronaron como campeones del mundo de forma justa y el fútbol les premió el trabajo de equipo todos felices.

Llegó a su fin el Mundial de la polémica, mucha discusión en torno a la ubicación, pero tuvo a su favor y hay que decirlo, la comodidad que supuso para los equipos no tener que desplazarse continuamente. En el campo nos ofrecieron pocas novedades, se jugó con estructuras muy conocidas, habituales en nuestras ligas y con los carriles centrales muy poblados. En defensa se actuó con línea de 4 y de 3 centrales, en el centro con 1 o 2 pivotes y en línea de ataque con 1 punta y a veces 2. Vimos a Brasil que desde el lateral izquierdo incorporaba a Danilo a la línea de medios, por dentro, para elaborar la jugada, liberar a Vinicius de rivales y dejarle más espacios, no le sacó rentabilidad. En la final, Argentina jugó con dismetría, atacó por una banda, con un 9 puro y con Di María de extremo izquierdo volviendo loco a los franceses hasta que le duró la fuerza.

En cuanto al juego en sí mismo, se condena la posesión y se ensalza la profundidad y lo físico. Leí varias veces que tuvimos un mundial moderno, bien organizado, con mucha tecnología y mucha comodidad para trabajar. En los partidos se vio un nivel físico altísimo, con jugadores frescos, sin miedos, con mucho contacto, choque y pocas pérdidas de tiempo, se vio un altísimo nivel defensivo, control de los partidos, con mucho respeto entre ellos, pensando en el contrataque y con pocas simulaciones. También teníamos mucha esperanza en España y defraudo a todos con los mil pases y 2 tiros, ahora medio mundo carga las tintas contra todo y otro medio anhela la vuelta de la furia y al juego que nos llevó a lo más alto.

Me alegró que Croacia fuese medalla de bronce, me parecen respetuosos, humildes, juegan bien y hay una fuerza superior que protege a ese tipo personas y de equipos.

En cuanto a entrenadores hubo de todo, unos como protagonistas exclusivos, obligando a los equipos a jugar con su libro de instrucciones, colocándose por encima de los jugadores y otros pasando desapercibidos, entrenadores que no sobreactúan, sin imponer perfiles, modelos y principios, sino que, dando protagonismo a las señores del verde, dejando que los futbolistas se comporten y sean ellos mismos dentro de un orden y si el tiempo nos lo permite seguiremos hablando de jugadores, de juego y de equipo.