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Obradoiro CAB: 50 años de un club especial (20) Jugador, delegado, entrenador, directivo... ‘amigo’, el santiagués dedicó 23 años de su vida a la entidad // Llegó cuando el equipo sénior militaba en Zonal y lo dejó ya en la ACB TEXTO Cristina Guillén

Nacho Parajuá: toda una vida de entrega, altruismo y lealtad

A un amigo se le pide que comparta contigo las risas, pero sobre todo que te empuje, que te aliente, que esté siempre a tu lado cuando toca afrontar el día a día. A un amigo se le deben decir las verdades, aunque duelan, aunque apuñalen el ego, aunque la sinceridad y la honestidad duelan a veces más al que la ofrece que al que la recibe. Pero sobre todo un amigo es aquel que demuestra, que con tus virtudes, pese a tus errores, y combatiendo al paso de los años, sabrá recordarte de dónde vienes y te acompañará a donde vayas.

El Obradoiro CAB ha tenido, tiene, muchos amigos. Gente omnipresente en sus diferentes etapas, nuevos aliados que han aprendido y cogido el testigo de los que se han ido, y personas que nunca le han dejado caer.... Y eso que han sido innumerables las oportunidades que habrían podido llevar a arrojar la toalla. En una historia llena de vaivenes, de piedras en el camino muchas de ellas autoimpuestas, al club compostelano nunca le han faltado esos salvavidas que, aunque in extremis y a la desesperada -como fue el caso de Docobo y Mato o más recientemente de Raúl López-, supieron salir al rescate.

El Obra tiene suerte, es enormemente afortunado, de tener a un amigo como Nacho Parajuá, esa persona que siempre ha estado para echar una mano, bien como jugador, entrenador, delegado, directivo, tutor, confesor y hombre para todo. Ha sido el miembro más longevo en la trayectoria de la entidad, temporada tras temporada de trabajo altruista y abnegado. De los 18 a los 42 años se ofreció al club. Creció y maduró a su par cuando los focos y los aplausos apenas sí sonaban, sacrificó horas a la familia, a su otro círculo, pero a la vez disfrutó de una etapa enriquecedora que le ha nutrido en lo profesional y sobre todo en lo personal. “Son 23 años, que no son pocos. No son pocos -repite al tiempo que se detiene para reflexionar-. Salvo de presidente, que ojo, ¡sabe Dios aún!, casi hice de todo”, bromea.

Desde 1994. “Empecé en el Obradoiro cuando tenía 19 años, con Pepe Martínez de entrenador y yo como jugador”, comienza sus recuerdos. “Aquel equipo estaba en la categoría Sénior Zonal de entonces, el primer año de la categoría, y lo dejé hace ahora ya cuatro, el año que murió mi padre”, apostilla.

Era la temporada 1994/95, la tercera después del tormentoso verano del adiós definitivo acorralado por las deudas tras el no de la Justicia al recurso por la alineación indebida del Murcia en el famoso play-off de ascenso y que solo gracias a la osadía de José Ángel Docobo y José Ramón Mato la entidad pudo resurgir y volver a empezar. “Como jugador llegué porque Pepe (Martínez) era muy amigo de mi hermano y ya lo conocía. Yo jugaba al baloncesto en Alca, en el colegio, y antes lo había hecho en Peleteiro y me dijo que fuese a probar con ellos y lo hice”, continúa. En aquel plantel coincide curiosamente con el ahora segundo entrenador del Monbus Obradoiro, Gonzalo Rodríguez Palmeiro. “Solo estuve un año porque me fui a estudiar a Ourense, pero a mitad de temporada volví y hablé con Pepe por si podía echarle una mano con lo que fuese, la planilla o lo que hiciese falta. Así que comencé como delegado, planillero o lo que me mandase”, cuenta.

“Después creamos las categorías inferiores cuando el equipo ya estaba en Autonómica y junto a Carlos Iglesias, que tenía bastante amistad con la dirección del colegio Alca, conseguimos que nos cediesen su pabellón. Les llevábamos las escuelas deportivas y al mismo tiempo creamos un equipo de infantil con los sobrinos de un jugador del equipo, de Javi Grela, que fueron tirando de otros entre chicos del propio centro y de otros sitios. Desde ahí fuimos creciendo”, se enorgullece aún hoy en día.

“Los medios que teníamos eran los que nos facilitaba Alca, que se portó fenomenal porque la persona encargada del mantenimiento del colegio venía los sábados y domingos a abrirnos, siempre la dirección, y Fausto como director, nos ayudó y ese fue el inicio de las categorías de formación, captando niños y llevándolos hasta allí... esas cosas que se hacían antes y no como ahora que todo es más sencillo. Ahora los padres son los que andan con ellos de un lado para otro y hasta pagan por poder jugar”, destaca y continúa: “Antes no, antes nosotros conseguíamos las camisetas, los balones, el dinero, muchas veces por algún patrocinio y otras por la cuota de algún amigo que la ponía o clientes propios que nos pagaban algún chándal...”. “Pepe era el entrenador del primer equipo, del sénior, y luego estábamos Carlos y yo en la base”, apostilla. “Pero eso fue creciendo y del infantil se creó otro cadete, del cadete un juvenil y se formó una pequeña estructura. Sin embargo, nunca hubo más de un equipo por categoría y nunca un mini, lo que fue un hándicap sin duda. Pero siempre tuvimos equipos apañados”, reitera.

Era otros tiempos, otra forma de ver el baloncesto y la vida. El propio Nacho reconoce que su sentimiento por el Obra no era el de ahora. “Yo no iba a Sar, por ejemplo. Sí que fui al partido del ascenso contra Murcia por un amigo, pero era más del Compostela”, confiesa y añade al recordar la etapa entre los años 1995 y 2000: “En general es que no había ese sentimiento e incluso mi sensación era que había cierto resquemor en algunos clubes cuando jugabas contra ellos. Yo siempre me llevé bien con todo el mundo, pero nunca hubo un gran sentimiento. Estaba el Rosalía que era el club puntero de la ciudad con todo merecimiento porque estaban en LEB, arriba, pero no veía ese amor por el Obradoiro. No me llegaba por lo menos”.

La visión de Docobo. La dedicación hacia el club de Nacho Parajuá, sus vivencias en esos más de 20 años en el Obra y la experiencia posterior, que también ayuda a calibrar las cosas con otra perspectiva, le ha llevado a valorar profundamente la labor de muchos de sus compañeros de viaje.

Docobo es la primera persona que le viene a la cabeza. “Es quien estaba más presente al principio y se notaba que él quería volver a hacer un Obradoiro grande. Lo tenía entre ceja y ceja, le echaba muchas horas. Para mí es una persona fundamental en la historia. Le daba como un poco igual la sentencia, quería crecer, y estoy convencido de que si no nos llega a dar la razón la Justicia, hubiésemos seguido creciendo igual”, asume. “Teníamos un equipo en EBA ya y no sé de dónde hubiéramos sacado el dinero pero Docobo lo tenía todo muy bien organizado, nunca tuvimos un déficit salvo el año de ACB que eso fue otra historia”, apostilla.

TEMPORADA 2009/10
“Se confió en gente no profesional”

··· Nacho Parajuá debutó como directivo en la temporada 2009/2010. “Yo era socio, pero me pidió Docobo si podía sustituir a Carlos Iglesias, que tenía mucho volumen de trabajo y se iba, y la verdad es que fue un año fantástico a nivel personal, de una experiencia muy enriquecedora”, aclara. “Yo creo que el gran problema de la directiva en aquel momento fue confiar en gente que no era profesional o que verdaderamente supiese lo que estaban haciendo”, reflexiona. “La directiva se equivocó y hubo además gente en el club que fue más ‘inteligente’ porque nos dividieron, crearon grupos, y eso al final fracasó desde el punto de vista financiero, de gestión interna, cuando de aquella sí que había dinero”, acepta. Por eso afirma que “tal y como estaban formados unos lo estábamos otros así que deberíamos haber controlado nosotros todo sin externalizarlo”.

···En la temporada siguiente dejó el cargo, con la llegada de Raúl López, para seguir como entrenador en las categorías de formación de nuevo.

Couceiro, Emilio, Pepe Martínez, Iago... pero sobre todo Mozan como referente y maestro

“Sé que lo fácil es decir también que el mejor recuerdo fue cuando finalmente se concedió la plaza en la ACB, pero para mí tampoco fue tan especial. Me gustó, lógicamente, pero estabas a lo que estabas y por ejemplo me hizo muchísima más ilusión el primer ascenso que tuvimos a Nacional, quizás porque estaba allí, dentro del equipo y era algo muy buscado”, subraya.

Porque Nacho Parajuá se queda sobre todo con la gente del club, con José Manuel Couceiro, quien insiste en que debería ser “el Ferrándiz del Obradoiro porque siempre estuvo ahí”, o compañeros de banquillo como Emilio Suárez, “un auténtico crack y del que aprendí mogollón, sobre todo de gestión de equipo”. “De Pepe (Martínez) también aprendí muchísimo, y con el que más fue con Mozan. Yo creo que con él se equivocaron desde el club. Yo creo que el Obradoiro se deshizo posiblemente del mejor activo en equipos de formación de Galicia. Para mí él es un maestro, me lo enseñó todo. Yo tengo un antes y un después de lo que era como entrenador desde que coincidí con él”, medita y añade: “También de Iago Palmeiro, otro pedazo de entrenador”. También con tantos y tantos jugadores. “El club tiene que entender que esta gente existe, que esa gente lo dio todo por este club y los otros, al final, con todo el respeto del mundo, son profesionales y vienen aquí por un dinero y si mañana les bajas 5.000 euros de su nómina se van a ir y esta gente no. Esta gente ayudó, y esta gente sigue haciendo equipo”, asevera.

Desde 2017 ya no forma parte directa de la entidad. Sí como aficionado, socio y abonado. Un año muy complicado y duro en lo personal, pero sobre todo ver que el rumbo que tomaba la cantera no coincidía con su ideario ni sus valores, le hicieron dar un paso a un lado.

¿Volvería? “Si hay que volver se vuelve... yo lo tengo clarísimo. ¿No sabes el pálpito ese de la resistencia? No hay jedis pero aún hay un poco de fuerza, hay que buscar el espíritu de Skywalker. El esfuerzo que está haciendo la directiva en muchas cosas es para aplaudir, no se les puede decir nada, pero en el momento en el que se baje será complicado. Muchos de los que están en el barco cuando no haya donde agarrarse se bajarán pero en ese momento se subirán otros. Sí que se está creando un germen de personas que siguen queriendo, amando al Obradoiro. En mi caso es mi vida, fue mi vida, he echado mucho tiempo pensando en Obradoiro. Ahora no”, se sincera el compostelano.

LA HUELGA DE 2013
¿Un debut en un play-off?

··· Entre las muchas anécdotas vividas con la cantera del Obradoiro, además de la surrealista tarde de noviembre de 2007 en la que, una vez conocido el fallo favorable del Supremo, el plantel sénior que militaba en Primera Nacional se vio retratado en todos los medios de comunicación del país como el ‘Obra de la ACB’, destaca lo que puso pasar pero no pasó durante el amago de huelga de jugadores en mayo de 2013. “Nos llaman y me dicen: ‘Oye, tienes ahí a dos chavales que son sub-21, ¿no? Les dije que sí, y me dijeron que tenían que estar pendientes que a lo mejor tenían que jugar. Eran Pablo Gómez, Fran Reigosa y Gonzalo Rodríguez. Se tuvieron que venir a Santiago aunque al final se arregló todo. Casi debutan en ACB en el ‘ play-off’ ante el Real Madrid”, recuerda con una sonrisa.

30 sep 2021 / 01:00
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