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OBRADOIRO CAB: 50 AÑOS DE UN CLUB ESPECIAL (22) Solo defendió la camiseta del cuadro santiagués en 3 temporadas, entre la 72/73 y 74/75, pero el base coruñés con pasado en el Bosco y en el Breo admite que el Obra es “mi equipo” TEXTO Cristina Guillén

Rafa Reparaz: la historia de un auténtico flechazo

Llega con un único abrazo de esa persona especial para mitigar una gran pena; un cruce de miradas puede hacer que surja el flechazo y nazca un amor eterno; en los primeros instantes de una charla delante de un café se puede saber que quien tienes enfrente será tu amigo para el resto de la vida; y hasta con una simple mirada, a veces, se comunica más que con el más grandilocuente de los discursos... Porque si cinco minutos bastan para soñar toda una vida, como decía Mario Benedetti, también tres temporadas fueron suficientes para que Rafa Reparaz sentencie, con orgullo, “mi equipo realmente es el Obradoiro CAB, el que tengo como mío”. Y esta frase, dicha de un coruñés que vistió la camiseta del Bosco en su época dorada y de forma fugaz también la del Breogán, es toda una declaración de intenciones.

Porque la relación entre el director de juego entre las campañas 72/73 a 74/75 y el club santiagués se cuajó a modo de compromiso, garra y talento dentro de la cancha, y se tornó en infinita fuera de ella convirtiéndose en otro de esos eslabones indispensables de la cadena de amistad y de ayuda constante que conforman el grupo de veteranos de la entidad compostelana.

A Coruña-Santiago. Rafa Reparaz llegó al Obradoiro CAB, como tantos otros, de la mano de José Manuel Couceiro tan solo un verano después de que también lo hicieran desde A Coruña nombres emblemáticos como Tonecho, Pepito Iglesias, Nacho López-Vidal, José López-Vidal, Pita y Emilio de Paz. Con buen ojo siempre, el presidente y entrenador también por entonces, pescó a algunas de las mejores perlas de la ciudad herculina, muchas de ellas con presente en el Bosco pero formadas a su vez en la cantera del Maristas, una de las más destacadas del básquet gallego. “Allí el baloncesto era prácticamente el único deporte que se hacía, éramos quienes ganábamos los campeonatos de la ciudad, de la provincia, y teníamos mucha rivalidad con los Maristas de Lugo, que era también un equipo bueno y del que salió mucha gente que luego llegó al Obra como Pilís o Pabliño”, recuerda sus inicios. “Estuve hasta que en el año 68, entre septiembre y octubre, se dio la casualidad que en cuestión de 15 días empecé a salir con mi novia que hoy es mi mujer aún, empecé a estudiar Medicina y fiché por el Bosco”, detalla ese momento clave de su vida. Todavía en edad júnior, mientras el primer equipo disfrutaba de las mieles de la Primera División, con él “en el banquillo” (el club coruñés fue el primer equipo gallego en militar en la máxima categoría nacional), Reparaz tiene la oportunidad de ejercer de telonero de los mayores en el campeonato paralelo que se disputaba entre filiales. “Realmente lo jugaban los cinco mejores júniors de la Primera División y nosotros, pero la gente del Real Madrid y del Barcelona tenía otro nivel. Nosotros en A Coruña arrasábamos, yo tengo ganado un partido por 136-4, pero ahí las palizas nos las metían a nosotros”, se ríe al echar la vista atrás.

El herculino recuerda la revolución que supuso la llegada desde la capital de España de Pepe Auseré, un técnico “al que quería mucho y nos metió a hacer una zona press que nos sonaba a chino porque no la hacía prácticamente nadie, y tenía un estilo de juego distinto” y defiende la calidad de un grupo que, tras el descenso a Segunda, coge las riendas del equipo coruñés y cierra la Liga en cuarta posición con mucha gente muy joven. Sin embargo, siente en ese momento que en el Bosco se estaba estancando. “Yo ya estudiaba en Santiago y seguía jugando allí, lo que era complicado pues íbamos a entrenar un par de días a la semana, viajábamos en taxi, y el resto de las veces lo hacíamos en el claustro de la Iglesias de San Francisco. Aquello era un desastre y en lugar de progresar iba a peor”, asume y añade: “Por eso, viendo lo que había, hablé con el entrenador y fue cuando fiché por el Obra”.

Baloncesto romántico. “Nos entrenaba Vitolo y menos Owi todos éramos gallegos, aunque él también lo es, de Negreira como siempre dice, y también todos éramos estudiantes. Es de esas cosas que también han evolucionado ahora pues casi nadie es de Galicia y casi nadie tampoco es estudiante, ahora es todo profesional. Antes era todo mucho más romántico”, medita invocando un término recurrente en la gente de su generación. “No sé por qué lo he dicho, se me acaba de ocurrir pero es que realmente es así. Jugabas por amor al baloncesto, eso es romanticismo ¿no?”, sopesa.

Reparaz fue uno de esos jugadores que disfrutaron de una beca de deportista con la oportunidad incluida de alojarse en el Burgo de las Naciones “en aquellos barracones que se hicieron cuando se empezó a popularizar el Año Santo”. “El de los deportistas era el peor de todos (se ríe) en cuanto a comportamiento. Era donde más juergas había, donde más tarde llegaba la gente, donde había más follón. Yo siempre digo que los deportistas que llegaban allí bajaban sus marcas”, admite. También con su familia del Obra comparte piso en la Plaza Roja y en Montero Ríos.

Grandes recuerdos. Fue una época inolvidable donde coincide con muchos de los que aún hoy son sus amigos. “Jugando en el Obra ha habido gente buenísima con el estandarte de la figura de Tonecho con el que ya había coincidido en el Bosco aunque él es un año más joven que yo. Allí era el júnior de todos y llegó a ser un grandísimo jugador”, aplaude. “También Caldas era fantástico. Aquí en Santiago no había tanto nivel de baloncesto como había en A Coruña pero él tenía mucho mérito porque sin ser muy alto para jugar de pívot era muy hábil”, continúa y añade: “Luego tengo un gran recuerdo de Pabliño, que era de Lugo, que era mi rival como base pues compartíamos el puesto. Nos llevábamos fantástico porque era muy buen jugador y muy buena persona. Y también tengo otro gran recuerdo de otra persona con la que jugué en tres equipos, en el Obradoiro, en el Bosco y en el Breogán unos meses como es Nacho Rey, que ya falleció. También Gil, que aunque era más joven que nosotros fue un gran descubrimiento. Tenía mucha amistad con él...”.

Fue la llegada de Andrés Caso, de Antonio López Cid y de Alfredo Domínguez, con Alfonso Rivera también debutando en el banquillo compostelano, lo que supuso un antes y un después para el club y para el propio Reparaz. “Fue mi último año y subieron mucho el nivel del equipo. Todo empezó a ser mucho más serio”, subraya.

“Alfonso ya me había entrenado en el Bosco, de hecho cuando Vitolo dejó el Obradoiro le había dicho a Couceiro si lo traía. No sé si tuvo algo que ver. Al final la verdad es que acabé con muy mala relación con él desgraciadamente, de hecho dejé de jugar porque al empezar a trabajar Alfonso ya veía que al tener que hacer guardias estaba limitado para entrenar, para algunos viajes e imagino que no le gustaba. Yo con Vitolo estaba contento. El equipo era una familia y eso vale mucho en un grupo, que haya esa unión entre la gente. De nada vale tener conceptos tácticos tan buenos si la gente no lucha por lo mismo. Eso con Vitolo lo teníamos”, sentencia.

De ahí que insista: “Realmente mi equipo es el Obradoiro, el que tengo como mío. Fui muy feliz en él aunque no estuve mucho tiempo. Con 15 años ya jugaba con los sénior y a los 23,24 dejé de jugar, pero aquí pasé una época fantástica. Lo digo porque realmente lo siento, éramos auténticamente una familia. Vivíamos juntos, nos levantábamos, desayunábamos, comíamos, cenábamos, salíamos juntos... hasta dormíamos juntos, que yo compartía habitación con Andrés Caso y cuando Pirulo se quedaba en Santiago a pasar la noche juntábamos las camas para que pudiese dormir con nosotros”, se ríe al recordarlo.

Y en el álbum infinito de recuerdos, una persona especial: “Lolita era maravillosa, una mujer genial”

El álbum de recuerdos de Rafa Reparaz en el Obradoiro CAB es infinito. En su conversación se suceden las anécdotas, las curiosidades, los sucesos, las experiencias... y su voz se quiebra, por momentos, al evocar instantes pero sobre todo añorando a las personas. “Lo que más recuerdo son los amigos, la gente. Es lo mejor del Obradoiro. Pero todos, desde los jugadores hasta también a Vitolo, a los directivos que se portaban fantástico con nosotros. Tengo un gran recuerdo de Lolita, que era la mujer de Couceiro”, repasa con nostalgia. “Aunque él era muy joven era el alma máter del club, el que lo inventó y sacó adelante, quien consiguió el pabellón. No sé si de aquella contaban ya con 4 o 5 hijos y Lolita igual tenía solo 27 o 28 años, pero nosotros íbamos a su casa a lo mejor a ver un partido, nos sentábamos en el salón, se hacía de noche, igual los tenía que cenar o bañar y nosotros dando la lata por el medio. Pero luego sacaba el caldo, nos daba de comer a todos... una cosa tremenda. Era maravillosa, una mujer genial. Es también de las cosas grandes que recuerdo”.

Pequeños ídolos. Tampoco se olvida el coruñés de la afición. “Con el paso de los años te das más cuenta de que éramos gente un poco importante en la ciudad, porque Santiago era muy pequeña, no había fútbol, el deporte que había era el nuestro y éramos un poco los ídolos deportivos de la ciudad. De aquella no lo sentía así pero sí es verdad que teníamos cierta relevancia. Éramos personajillos”, admite.

“Nuestra sede era el Royal y una de los veces, ya al cabo de los años que estábamos reunimos con Moncho, uno de los dueños, me dijo: “A mí el Obradoiro me dejó a deber -no sé si me dijo medio millón de pesetas, que de aquella era mucho dinero-, pero nunca me importó porque realmente todo mi negocio era el Obradoiro porque la gente venía a veros”. Yo no era consciente pero nos querían mucho, convivíamos con ellos”.

Y en su particular suma de momentos, cada año, mientras lo permitió la pandemia, la reunión de veteranos del Obradoiro, una cita a la que Rafa no ha faltado salvo causa de fuerza mayor. “Siempre estoy. La reunión tiene una cosa estupenda porque yo jugué cuatro años pero ni vivo ahora en Santiago y tampoco he tenido mucha relación con la gente que vino después de mí. Sin embargo, me siento muy cercano a todos porque son gente estupenda, hay un ambiente bárbaro, nos intentamos ayudar. Es algo ejemplar cómo funciona esta cadena de amigos porque sin habernos conocido de antes incluso estamos ahí cuando nos necesitamos”, aplaude.

un prestigioso pediatra
“Botaba bien y no pasaba mal, pero la canasta no existía”

··· A Rafa Reparaz le cuesta describirse como jugador. “Era malo, era normal. Era una persona que de juveniles tenía muy buen tiro, me costó mucho, tuve que trabajarlo porque cuando empecé no era bueno, pero al final lo conseguí y con el paso de los años después lo fui perdiendo. Había partidos que los acababa sin llegar a tirar ni una sola vez. Entraba y por ahí metía alguna canasta, pero de media distancia cero”, se ríe. “Un día en el Bosco, en el último partido de Liga con la competición ya decidida frente a Ourense, un directivo me dijo que si metía 20 puntos nos invitaba a cenar a todos. Pues nada, tiré cero veces y metí cero puntos. La canasta para mi no existía casi. Botaba bien el balón y no pasaba mal. Pero entraba a canasta y siempre la sacaba para fuera”, admite.

··· Su inteligencia como director de juego, a la hora de leer los partidos, era más que evidente también en los estudios. Compaginó el baloncesto con una carrera de Medicina y una especialidad en Pediatría de forma brillante siempre a curso por año, y aún hoy, retirado, su profesionalidad, sus conocimientos y su empatía son reconocidas allí donde ejerció.

bodas de oro
“Una labor admirable”

··· Fue pieza clave en los primeros años del Obra, vio nacer y crecer a un club apodado ‘el de los milagros’, por eso admite que, “tras la larga travesía por el desierto que pasó el club es más difícil de creer que haya alcanzado los 50 años de vida”. “Ahí Mato y Docobo tuvieron mucho mérito no solo por levantarlo, sino por creer que sí podría sobrevivir. Eso es muy admirable. Nunca pensé que se pudiese conseguir y que saliese además mejor que nunca, porque realmente la mejor época del club es la de ahora”, sopesa.

28 oct 2021 / 01:00
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