Galicia capea el bloqueo ruso al cereal ucraniano acudiendo a otros mercados, pero con mayor coste

La cancelación del acuerdo de exportación por el Mar Negro vuelve a generar “tensión”, según los fabricantes de alimentación animal

Los ganaderos, que pagan la tonelada de pienso a 450 euros, miran cada grano “con lupa”

Una cosechadora recolecta trigo en un campo de Ucrania

Una cosechadora recolecta trigo en un campo de Ucrania / EFE

Tras el estallido de la guerra en Ucrania, la suspensión de las entregas de cereales de este país debido al bloqueo de sus puertos por parte de Rusia alimentó los temores al desabastecimiento en todo el mundo, que también tuvieron repercusión en Galicia. Especialmente en el sector agroalimentario, uno de los más perjudicados por el conflicto en la comunidad, que importa maíz para fabricar piensos y aceite de girasol para elaborar las conservas.

Posteriormente, el acuerdo alcanzado en julio de 2022 para crear corredores seguros en el Mar Negro que permitían transportar los productos agrícolas facilitó el paso de millones de toneladas de grano y estabilizó los precios de los alimentos, creando incluso “expectativas de bajada a nivel de todas las materias primas”. Pero la negativa a prorrogar el pacto a comienzos del mes pasado por parte de Moscú, que exige que se suavicen las sanciones internacionales, devuelve la “tensión” a los mercados.

Así lo confirma Bruno Beade, el director de la Asociación Gallega de Fabricantes de Alimentos Compuestos para Animales (Agafac), constituida por un total de 25 empresas, que representan aproximadamente un 85% del total de toneladas producidas en Galicia. También indica que esta vez cuentan ya con mercados alternativos y que no tienen un problema de disponibilidad de cereal como sucedió al inicio del conflicto, pero sí de precio. “El primer año de la guerra tuvimos un problema de disponibilidad, a partir del segundo el problema es el precio”, zanja Beade. Un escenario muy distinto al que afrontan en el norte de África, que depende más del trigo y el maíz de Ucrania y Rusia y que no va a poder tener. “Ahí ni tienen dinero para pagar el incremento de precio ni tienen disponibilidad, con lo que si pueden darse conflictos sociales”, avanza.

Cada año, cuantifica, en la comunidad autónoma se usan 1.100.000 toneladas de maíz. De esa cantidad un 40% procedía de Ucrania antes de la guerra, especialmente entre enero y mayo, pero este año casi no llegó nada, “menos de la mitad”, contabiliza. “Llevamos ya tiempo sin recibir productos de Ucrania, aunque sí viene algo de Rumanía”, abunda el director de Agafac, explicando que ahora están recibiendo maíz brasileño, que es el “origen natural” en esta época del año. Europa tiene una buena cosecha de trigo y en Brasil se da “una de las más grandes de los últimos años”, por lo que los fabricantes de piensos están surtidos, aunque a mayor coste.

El mercado de materias primas es a nivel mundial, está interconectado y cualquier cosa que pasa “afecta a todo, sobre todo si es en un país que es originario de producto como Ucrania, que también surte a toda Europa y a otras partes del mundo de girasol, de colza y de aceite vegetal”, comenta Beade. “Esperamos que con el tiempo vuelva otra vez a bajar el precio, pero ahora mismo hay tensión e incertidumbre en los mercados”.

En Galicia se usan 1.100.000 toneladas de maíz. De esa cantidad un 40% procedía de Ucrania antes de la guerra

Subida de costes

Un aspecto del que dan fe en el campo gallego. Los ganaderos, como razona el productor cárnico y responsable de producciones extensivas y ecológicas de la organización Unións Agrarias (UUAA), José Ramón González, son una de las víctimas del aumento de los costes en las explotaciones desatado tras la invasión. Al encarecimiento de las facturas de la luz y del combustible hay que sumar la subida de los piensos. “Antes de la guerra la tonelada rondaba los 290 euros y la factura del pasado mes de julio la pagamos a 450”.

González coincide con Beade en que hasta la cancelación del acuerdo para la exportación a través del Mar Negro, la expectativa era de reducción de precios, que ahora se ve frenada. De hecho, confirma que el pienso estuvo bajando hasta el mes pasado, empujado también porque a lo largo de 2022 la tonelada subió unos 150 euros: “Lo llegamos a pagar a 510 en el pico más elevado”, dice. Con este panorama, no es de extrañar que las ganaderías miren “con lupa” el último grano. Hay animales, como los becerros que van al matadero, que tienen que tener pienso “sí o sí”, relata. “Pero en las novillas de recría se les estaba dando un poco de pienso y ahora lo suprimimos. Estábamos engordando a las vacas con pienso y ahora lo hacemos con cereal más barato para ahorrar. Se mira hasta con lupa el último grano”.

"Estábamos engordando a las vacas con pienso y ahora lo hacemos con cereal más barato para ahorrar. Se mira hasta con lupa el último grano”.

“Hay dos costes que nos influyen muchísimo, uno es el pienso y el otro el gasóleo y los derivados como el plástico”, constata el ganadero de UUAA, a los que este año se suma el problema de la falta de paja por la sequía. Así, un camión que valía 1.200 euros, “ahora cuesta 2.500 o 3.000 y ni así la hay”. Alzas que no se corresponden con los precios que ellos perciben. “A principios de 2022, después del bajón de la covid, nos subió el precio tras firmarse el acuerdo entre la cadena de valor del sector y Ternera Gallega, pero a nivel nacional hubo una caída de consumo importante debido a la inflación y eso influye en el mercado gallego. “No se trata de estar llorando todos los días, pero la situación no es buena”, finaliza.

Transgénicos

Galicia, contabilizan desde Agafac, es una comunidad en la que se importa alrededor de un 75-80% de todas las materias primas, porque España es deficitaria en producción de cereales para piensos. No llega toda la producción que se cultiva para alimentar a la cabaña, con lo cual hay que buscar suministro en otras partes del mundo. Este año, con la sequía que hubo todavía se espera más importación.

Ante este escenario, una de las posibles soluciones para paliar la escasez de grano ucraniano, especialmente en la primera mitad del año, que es cuando habitualmente nutría a Galicia, podría pasar por la importación de algunas variedades de maíz transgénico que se plantan en países como Argentina o Estados Unidos. El problema, como indica Bruno Beade, es que no están autorizadas por la Unión Europea. Europa, señala el director de la asociación, tiene las políticas “más restrictivas del mundo” en cuanto a los cultivos transgénicos, lo que impide traer dichas variedades.

“Normalmente se acaban aprobando, pero con diferencia de años. Lo que se siembra en Estados Unidos, que sirve perfectamente para ese país y para otras partes del mundo, para Europa no vale. Y cuando empieza a valer –razona– se están sembrando ya otras variedades diferentes que no están aprobadas en Europa”. “No nos queda más remedio que cumplir, pero eso nos pone en desventaja competitiva con otras regiones”, se queja Beade.

A todo ello, al igual que sucede en el resto de los sectores, se une la subida de los costes de personal, de electricidad, de gasoil, de plásticos o fertilizantes, con lo cual las producciones de pienso son más costosas y los ganaderos tienen que pagar más. “Ahora mismo no vemos que el mercado deje de tensionarse. Tenemos incertidumbre de lo que pueda pasar. En el último año se detecta una bajada del consumo a nivel humano, lo cual repercute a nivel animal. Si se consume menos carne también se consume menos pienso para los animales”, concluye.