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Coronavirus y vacunas: bulos y mensajes falsos

Existe más de un millón y medio de cuentas en redes sociales relacionadas con el coronavirus que se dedican a difundir noticias falsas. Ojo con los bulos que circulan estos días por Internet. EL CORREO GALLEGO desmiente las mentiras que circulan en las redes sociales relacionados con el coronavirus. ¡No piques!

Mientras la vacuna contra la COVID-19 comienza a administrarse, continúan circulando bulos “antivacunas” para inocular el miedo. Estos son algunos de los mensajes falsos que intentan desacreditar en las redes a los fármacos que generarán inmunidad contra el nuevo coronavirus.

Alteración del ADN. El temor de que la vacuna podría de alguna manera cambiar tu ADN es una de las teorías que más frecuentemente se lanzan en las redes sociales. Algunas de la nuevas vacunas creadas, incluyendo la de Pfizer/BioNTech recién aprobada en Reino Unido, usan fragmentos del material genético del virus.

Los mensajes en las redes han señalado que la tecnología de inoculación con ARN mensajero (ARNm) “nunca ha sido puesta a prueba o aprobada antes”. Es cierto que ninguna vacuna ARNm ha sido aprobada con anterioridad, pero se han realizado múltiples estudios de vacunas ARNm en humanos en los últimos años. Y, desde el inicio de la pandemia, la vacuna ha sido analizada en decenas de miles de personas en todo el mundo y sometida a un riguroso proceso de seguridad para su aprobación. Como toda nueva vacuna, debe pasar por severos exámenes de seguridad antes de que pueda ser recomendada para su uso general.

En la Fase 1 y Fase 2 de los ensayos clínicos, las vacunas se prueban en un pequeño grupo de voluntarios para verificar si son seguras y para determinar la dosis exacta.

En la Fase 3, se prueban en miles de personas para comprobar su efectividad. Tanto el grupo que recibe la vacuna como el grupo de control que recibe un placebo son cuidadosamente monitoreados en caso de cualquier reacción adversa –efectos secundarios–. Ese monitoreo de seguridad continúa después de que la vacuna ha sido aprobada.

La vacuna de Pfizer no causó la mutación británica del virus ni provoca graves enfermedades. La vacuna de Pfizer-BioNTech contra la COVID-19 no ha provocado la cepa del virus SARS-CoV-2 descubierta en el Reino Unido ni puede causar enfermedades muy graves o incluso la muerte, como afirman mensajes difundidos en redes sociales que tergiversan un documento de la agencia gubernamental estadounidense FDA.

Circulan a través de Facebook y Twitter mensajes en los que se afirma que “la nueva cepa del virus en Gran Bretaña es... la vacuna de Pfizer”. Algunos de ellos acompañados de una imagen con el logotipo de la farmacéutica estadounidense y una enumeración de supuestos efectos adversos de este fármaco, entre ellos la muerte.

El listado incluido en esa imagen se atribuye a la Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU (FDA, por sus siglas en inglés) y enumera “posibles reacciones a la vacuna” de Pfizer, como la muerte, encefalopatías, accidentes cerebrovasculares, trombosis, abortos espontáneos, convulsiones y síndrome inflamatorio multisistémico en niños, junto a otras dolencias.

Pero la nueva variante del coronavirus identificada a mediados de diciembre tuvo su origen en septiembre, meses antes de que empezara a administrarse la vacuna de Pfizer.

El documento de la FDA citado en los mensajes no se refería a ella: Era un borrador provisional elaborado en octubre que enumeraba de forma preventiva las reacciones más graves posibles para estar preparados ante todas las vacunas.

Las vacunas contra la covid-19 de ARN mensajero no producen alteraciones genéticas. Las vacunas contra la covid-19 con moléculas de ARN mensajero, entre las que se encuentran las de las farmacéuticas Pfizer y Moderna, no supondrán un riesgo de alteración genética para quienes las reciban, como alerta engañosamente un creciente número de mensajes virales.

En las últimas semanas han aumentado las advertencias contra las vacunas basadas en la utilización de moléculas de ARN mensajero (ARNm) por constituir un riesgo de modificaciones en el genoma de los individuos a los que se les inocule.

En Facebook y Twitter se ha difundido una entrevista al abogado y enfermero Luis de Miguel, quien advierte de que esas vacunas no estarían destinadas a reforzar la inmunidad sino a “modificar el genotipo o el fenotipo del ser humano”.

En otra entrevista ampliamente difundida en redes sociales, el biólogo Fernando López-Mirones también avisa de que esas vacunas podrían convertir a quienes se les aplique en seres transgénicos.

El ARNm no puede alterar el genoma de quien recibe las vacunas porque una vez generada la respuesta inmunitaria dentro del organismo la molécula se degrada, como explican las autoridades sanitarias de la Unión Europea y Estados Unidos y la Asociación Española de Vacunología.

Durante su entrevista en el portal de internet Madridmarket.es, Luis de Miguel declara que “estas vacunas no van a ser unos productos destinados a estimular la inmunidad”, sino a “modificar el fenotipo o el genotipo de los seres humanos”. De Miguel, que es presentado como abogado –está registrado en el Censo de Letrados del Consejo General de la Abogacía con el número 4.587–, enfermero y miembro de la asociación de consumidores ACUS, se refiere al conjunto de genes de un individuo (genotipo) y a las variaciones que ha experimentado ese genotipo en función del ambiente (fenotipo).

Por su parte, en una entrevista en el programa El mundo al rojo, de la televisión regional madrileña DistritoTV, López-Mirones afirma que estas vacunas usan “una tecnología que tiene una gran peligrosidad”.

“El ARN mensajero se supone que después desaparece, pero se supone”, comenta este biólogo y divulgador especializado en documentales de naturaleza, quien añade: “Si estas instrucciones se perpetúan en nuestras células harían que nosotros fuéramos un ser transgénico”.

El polisorbato 80 de la vacuna contra la gripe no causa muertes por COVID-19. La presencia de polisorbato 80 en algunas vacunas contra la gripe y los neumococos no causa un incremento de muertes por COVID-19 en personas mayores de 65 años, en contra de lo que sostiene un creciente número de mensajes difundidos en redes sociales. En las últimas semanas han proliferado en Facebook, Twitter y YouTube publicaciones en las que se afirma que la vacunación masiva contra la gripe provocará un repunte de muertes por COVID-19 porque ese componente facilita la entrada y reproducción de virus en las células del organismo humano.

Algunos comentarios aseguran que el polisorbato 80 podría ser la causa de la epidemia de coronavirus, otros denuncian incluso un “genocidio” en las residencias de mayores por el uso de las vacunas y se llega a asociar su aplicación con una compleja conspiración internacional responsable de la pandemia.

Sin embargo, no hay evidencia científica que avale la tesis de que este aditivo alimentario utilizado en fármacos provoque más muertes por COVID-19. El Ministerio de Sanidad, las asociaciones españolas de Vacunología y Pediatría y expertos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) rechazan esta teoría, alentada por un estudio de tres trabajadores del hospital de Barbastro (Huesca).

El polisorbato 80, también conocido como Tween 80 entre otras denominaciones, es un producto que se usa en alimentación, cosmética y en la elaboración de medicamentos, como algunas vacunas antigripales. Sus propiedades le permiten obtener la dispersión de líquidos que no mezclan entre sí, logrando su emulsión.

El polisorbato 80 “se considera seguro cuando se usa según las especificaciones establecidas”, añade el Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría (AEP).

El Ministerio de Sanidad explica que no hay ninguna evidencia científica de que vacunarse contra la gripe aumente el riesgo de infectarse con el virus SARS-CoV-2 o de padecer una COVID-19 de mayor gravedad. Por el contrario, investigaciones recientes indican que esta vacunación “podría asociarse con menor gravedad y menor mortalidad por COVID 19”.

También la Asociación Española de Vacunología (AEV) desmiente “categóricamente” que haya asociación entre el polisorbato 80 y la infección por SARS-CoV-2. “Las hipótesis y resultados de los autores contravienen los principios de la epidemiología y la metodología de la investigación”, subraya esta organización en una nota hecha pública el 1 de julio.

El doctor Jaime Pérez, miembro de la junta directiva de la AEV, se reafirma en declaraciones a EFE en que el informe “no tiene ninguna base científica” y aclara que el causante de las muertes estudiadas “no es la vacunación de la gripe”, sino “la edad”, asevera.

Ninguna vacuna tiene tasa de mortalidad. Ninguna vacuna provoca la muerte y, por tanto, menos aún lleva asociada una tasa de mortalidad del 33 %, como asegura un mensaje muy difundido en redes sociales, que anima a no vacunarse contra la COVID-19 porque la tasa de mortalidad de esta enfermedad es muy inferior.

Circula en Facebook, tanto en España como en América Latina, una imagen con el siguiente texto: “¿Se pondría usted una vacuna con una tasa de mortalidad del 33 % para sentirse a salvo de un virus con una tasa de mortalidad del 0,6 %?”.

Aún no hay vacunas disponibles para prevenir la COVID-19, pero ninguna de las existentes en el mundo contra todo tipo de enfermedades provoca la muerte de los vacunados. Y los estrictos procesos de control y supervisión que debe superar cualquiera de ellas impide su uso salvo que los efectos secundarios sean mínimos.

El coordinador del Área de Vacunas de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas), José Tuells, explica que no existe tasa de mortalidad en las vacunas y destaca además que, para su fabricación, se someten a muchas medidas de control con exigentes procedimientos de seguridad. Eso sí, producen efectos adversos, que varían en función de la vacuna y el paciente al que se le administran, si bien esos efectos “no son tantos” y la inmensa mayoría “son leves”, según indica Tuells, que dirige la cátedra Balmis de Vacunología en la Universidad de Alicante.

“Las vacunas son los productos farmacológicos más seguros que existen, no hay un producto con menos efectos secundarios que una vacuna”, subraya por su parte el doctor Jesús Molina Cabrillana, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene.

Además, antes de que una vacuna pueda salir al mercado, debe someterse a un gran número de pruebas y controles sanitarios, en primer lugar para garantizar que no produzca efectos adversos inadmisibles.

La elaboración de una vacuna tiene que someterse a la supervisión de organismos nacionales e internacionales y superar controles exigentes en las tres fases de su desarrollo: Seguridad y efectos biológicos (fase I), Eficacia y dosis adecuada (fase II) y Eficacia y seguridad para las condiciones de uso habituales (fase III). En esta última etapa, se somete a prueba en amplios grupos de población. Este es el proceso que deben superar las más de 30 vacunas contra la COVID-19 que se están probando en humanos, de las que nueve ya se encuentran en las fases finales, según el registro de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Las vacunas no se elaboran con tejidos de abortos, sino con células creadas en laboratorio. Las vacunas no se elaboran con tejidos fetales de abortos, como sostienen varios mensajes de las redes sociales referidos al preparado de AstraZeneca, sino que en algunos casos emplean células creadas en laboratorio con un origen humano remoto.

Algún usuario de Facebook llega a acusar a los responsables del desarrollo de vacunas de financiar los abortos con el resultado de un “negocio redondo”. Los expertos en vacunología niegan con rotundidad que estos medicamentos puedan llevar tejidos de fetos humanos extraídos de un aborto y precisan, en cambio, que se usan cultivos de células obtenidos en laboratorio cuyo origen humano se encuentra en los años 60 en Suecia y el Reino Unido.

En el caso concreto de la vacuna de AstraZeneca contra la COVID-19 se ha utilizado adenovirus de chimpancé que se ha probado en líneas celulares humanas, que no forman parte de los ingredientes.

Sin embargo, varios de los mensajes reproducidos en las redes sociales afirman que este fármaco lleva en sus ingredientes “tejido pulmonar” de un “feto” de “varón caucásico” de “14 semanas” que habría sido objeto de un aborto, según suelen destacar en mayúsculas.

El coronavirus no se ha propagado a partir de vacunas de gripe contaminadas. El coronavirus no se empezó a contagiar ni se ha propagado a partir de vacunas contra la gripe “contaminadas”, como aseguraban este verano mensajes difundidos por WhatsApp, Facebook y Twitter que carecen de base científica.

Algunos de ellos aseguran que “las vacunas son las que causan las muertes” y “murieron tantas personas” porque la mayoría de los afectados por coronavirus se habían vacunado de gripe.

Especialmente viral ha sido un audio compartido por WhatsApp y replicado en YouTube y redes sociales en el que una mujer afirma que la COVID-19 no llegó de China en febrero, sino que fue inyectada con las vacunas de la gripe el pasado octubre y quedó latente durante meses en el sistema nervioso de los afectados hasta que afloró cuando sus organismos acumularon un nivel elevado de carga viral.

Según su argumentación, el coronavirus, que pudo contaminar “un 5 %” de las vacunas de la gripe inyectadas y “tiene inserciones de otros tipo de virus” como el del VIH, el SARS o el herpes, era “superagresivo” en marzo porque la carga viral acumulada desde octubre provocó “cuadros de colapso brutales”, pero, una vez que se ha transmitido “de manera natural” de persona a persona, presenta “síntomas débiles”.

Pero ninguna de esas afirmaciones tiene base científica: el SARS-CoV-2 no tiene relación con el virus de la gripe, el de herpes o el VIH; el periodo de incubación de los primeros casos de coronavirus no coincide con la preparación de las vacunaciones contra la gripe; y haberse vacunado ni previene ni aumenta el riesgo de COVID-19, según los expertos. “Las vacunas de la gripe son muy seguras y siguen estrictos controles de calidad y supervisión por las agencias de medicamento europea y española; no existe la más mínima sospecha seria que las relacione con la COVID”, afirma, en declaraciones a EFE, Jesús Castilla, miembro del Grupo de Trabajo de Vacunas de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE).

07 feb 2021 / 00:00
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