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Cuantos fantasmas conviven con Sánchez (1)

Me gustan las sentencias, y, si son latinas, miel sobre hojuelas, porque son castizas, auténticas y recortadas.

El peso de sus trolas pudo con su ambición de declararse sujeto de tantos y tan brillantes e imposibles títulos. Cientos y cientos, ni siquiera caben en las apretadas páginas de su bibliografía de Google y demás legajos de bondades académicas, de cuyo título no se hacía cargo y por tanto, tampoco era responsable de la traducción, sin duda porque se le ha olvidado en la lengua patria. Así que, siendo joven- eso sí, puesto que también yo lo era, -se me acercó, en la recién estrenada universidad de Nanterre, facultad de Socio, en la petite banlieue del noroeste de Paris y, con su cara de angelote de Murillo y media sonrisa de pazguato manchego, me preguntó, mientras yo recogía los papeles pro memoria de la charla que había dado, en el turno de la profesora Madame Bachoud sobre la actriz gallega María Casares, hija del político comunista y mucho mejor actriz que su padre, Casares Quiroga, que llegó a ser jefe del Gobierno con Azaña. Parecía tímido. No lo era: pura farfolla el Castells este de Albacete; unos años más joven que yo. Barbilampiño.

¿Y usted a qué se dedica...? Era primavera de 1968, en pleno mes de marzo, aún no había empezado la revolución de “mayo“, claro. Lo llevé de vuelta hasta el Barrio Latino, donde no había gran movimiento. Era Castells.

Lo vi, a Manuel Castells, en algún otro momento. Un día me llamó para decirme que lo habían expulsado de Francia y que no tenía más remedio que largarse. Después supe la versión de que había atravesado los Pirineos. Tenía dinero suficiente para volver a Barcelona, no tenía problemas inmediatos. A lo mejor se iba a detener algún tiempo en Lyon. “Saluda de mi parte a monsieur Bocuse”. Se cortó la comunicación... por muchos años.

¡Què va! El cuatro de mayo de ese mismo año, mientras escribía la crónica del caos del Barrio Latino, sonó mi teléfono en el apartamento de Philibert Delorme, en el XVI, París. “Ten cuidado con lo que pasas a tus periódicos. Soy Castells y soy del FRAP. Estás vigilado”. Exactamente tal como me dijeron desde ETA en el verano siguiente en el Valle de Zuia con referencia a mis artículos en Deia, diario oficial del PNV, donde escribía de manera habitual y libre. En Murguía teníamos un chalet familiar... o sea... que construimos un chalet familiar que casi todos disfrutamos... Me tranquilizó el hecho de que Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón -¿estás vivo, Miguel?, el otro adelantado español que tenía los santos redaños de publicar sus ideas en Deiam me daba la alternancia, mientras los del FRAP de Castells, propinaban un tiro en la nuca al “gris” que vigilaba confiado los aledaños de Mateo Inurria y una tarde pretendieron forzar la entrada del almacén de tintas y papel de rotativa del periódico para hacerlo volar con la plantilla al completo trabajando en la primera planta de la redacción. Este es el mundo del abuelo Castells que acaba de jubilarse...

Lo malo era que, tanto en Madrid como en París nos tenían localizados por teléfono, bien a casa o al apartamento cuando no estaba yo y las amenazas las recibía Begoña. Por supuesto, hasta el nombre de mi mujer conocían para poder amenazar con el tuteo por delante. Eso, los chicos de ETA: los otros iban por libres.

Cuando Castells decidió hacer currículum universitario, lo hizo a fondo. Nunca, en mi vida he visto nada semejante. Un libro grueso hace falta articular para los ciento de honores, oficios (ayudante de la cátedra de Sociología de Alain Tourene, por ejemplo, que nunca tuvo el sociólogo del Trabajo, andante por el mundo, regalando su sabiduría, pero que nunca tuvo cátedra en la Sorbona), imposibilidad de recoger cosechas ajenas, un disparate detrás de otro... En fin, como digo, ahí lo tienen, dormitando y soñando todavía mientras se retira, seguramente , cómo va a soñarse ahora. Pero hay más soñadores y de algunos hablaremos.

09 ene 2022 / 01:00
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