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De los honores a los horrores

A veces se hace difícil comprender cómo la vida de una persona se ve condicionada por su raza, cultura o religión. En lugar de ser factores que unen, no lo hacen ni antes ni ahora.

Hace unos años supe de la estancia en Galicia de una agrupación musical a comienzos del s. XX. No me extrañó. Aquí llegaban artistas de muchos lugares. Algunos músicos lo hacían gracias a las sociedades filarmónicas y a su vínculo entre ellas. En el norte de la península funcionaban como una federación de varias: Ha quedado establecida la mutua correspondencia para la asistencia de asociados a los respectivos conciertos entre las sociedades hermanas, Filarmónicas de Bilbao, Oviedo, Gijón, Zaragoza, Pontevedra, Vigo, Santiago, Orense, Lugo, El Ferrol del Caudillo, Santander, Palencia y Agrupación Musical Universitaria, de Valladolid.

En un fondo privado del Archivo Municipal de A Coruña, perteneciente a José Luis Bugallal y Marchesi (1899-1989), periodista, escritor y muchas cosas más, se hallan los programas de los conciertos organizados de la mano de esas sociedades: un total de 500 actuaciones entre 1917 y 1980, celebradas en A Coruña, que se repetían en, al menos, Pontevedra y Santiago.

En ellos él mismo escribió indicaciones como, por ej., las propinas de los finales de los conciertos, anotando con precisión el título de la obra y de su autor, y otros datos menos relevantes, como su asistencia o no a algún evento.

Es ahí donde se hallan 2 programas que constatan la actuación del Cuarteto Rosé de Viena, como aparece reflejado en su portada de los conciertos del 7-4-1920 y del 22-3- 1921.

El de 1920 estaba formado por Arnold Rosé, Paul Fischer, Anton Ruzitska y Friedrich Buxbaum, habituales integrantes del grupo. Interpretaron tres cuartetos de Beethoven, Borodin y Schubert.

En 1921 se incorporó un nuevo violoncelista (Anton Walter). De nuevo ofrecieron otros tres cuartetos: dos de Beethoven y uno de Mozart.

La noticia no tendría en sí mayor importancia que resaltar que Galicia contó siempre con buena música. Lo interesante es escudriñar los orígenes y paradero de dicho cuarteto, que debutó en Viena en 1883, en vida de Brahms y de Mahler y Schoenberg.

El nombre procede de sus fundadores, los hermanos Arnold y Eduard Rosé, cuyo apellido real era Rosenblum, de origen rumano y familia judía. Hasta que Austria permaneció al margen de las anexiones de Hitler, tocaron en la Orquesta del III Reich (surgida en 1933) y en la Filarmónica de Viena que participó en los JJOO de 1936 y en la Inauguración de la Exposición Universal de París de 1937.

Por entonces, Eduard (1859-1943), jubilado en 1926, había sido detenido por los nazis en 1941 y enviado al campo de concentración checo de Theresienstadt, donde fue exterminado por ser judío. Sus dos hijos lograron emigrar a USA.

Josef Arnold (1863-1946) fue muy afamado en su tiempo, no solo por dirigir la Filarmónica de Viena durante 50 años, sino por participar en otras muchas actividades musicales. En el aspecto personal se casó con Justine, hermana de Mahler. Su hija, Alma Rosé (1906-1944) alcanzó igual fama y prestigio; desde joven actuó como solista de violín por Europa. Como dato curioso, su vida inspiró (no verazmente) Playing for Time, film estrenado en España en 1980.

Mientras parte de su familia se asentaba en USA, ella se quedó para cuidar a su padre, al tiempo que, respetada por su arte, dio conciertos e incluso organizó una orquesta de mujeres en Viena. Consiguió poner a su progenitor a salvo, como exiliado en Londres, donde tuvo dificultades para mantenerse pese a seguir haciendo música de cámara. Falleció en 1946 al no superar la muerte de su mujer y de su hija.

Alma se casó con un violinista checo del que se separó en 1935. Se fue salvando hasta ser enviada a la barraca de experimentación médica de los nazis. Al estar registrada con el apellido de su segundo marido holandés, no se dieron cuenta de quién era, pero, impresionados de su virtuosismo, fue trasladada a Birkenau, cárcel de mujeres de Auschwitz. Disciplinada y ágil en elevar la calidad de su orquesta -mediante la que salvó muchas vidas- aumentó su repertorio, incluso con piezas que recordaba de memoria. Tocaban a todas horas, incluidos los domingos.

Allí falleció, no por el horror de las cámaras de gas, sino en extrañas circunstancias aun sin aclarar (suicidio, tifus, indigestión o infección). Fue la única judía velada tras su muerte, con celebración solemne de las SS.

Vivieron en tiempos difíciles y, con todo, no dejaron de mostrar su arte y fomentar la música en su entorno. Un modo de depurar el aire que respiraban.

Este es el relato a vuela pluma, de cómo vivieron los Rosé durante el holocausto nazi.

Ver ahora cómo otros intérpretes resisten con sus instrumentos ante el asedio que padecen, sea en Ucraina, Rusia o España, parece un retorno a aquellos años que creo que se repiten, por desgracia, con pocas salvedades.

05 jun 2022 / 01:00
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