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Desde el Xacobeo 2021 al del 2027 (V)

Peregrino y camino son las constantes en las que se asienta la peregrinación jacobea. A lo largo de la Historia existen, claro está, aspectos comunes en uno y otro caso pero también, es verdad, que cada tiempo tiene sus circunstancias, como las tendrá, también, aquél que ha de venir. Y lo mismo sucede con el turismo relacionado con el Camino de Santiago, también interesado por la peregrinación, pero diferente en su sentido.

EL PEREGRINO DEL AYER. El poder de convocatoria que supuso Compostela, desde el descubrimiento de las reliquias jacobeas, explica la venida de multitudes de gentes, ya en la Edad Media, hasta este lugar. La devoción, o algún tipo de voto, está, de este modo, en el punto de partida de la existencia del peregrino, aquel que viaja, por tal tipo de motivaciones, desde su domicilio hasta aquí, en el extremo mismo del mundo por entonces conocido.

Todo un ritual – o, mejor, un conjunto de rituales- se concretó, ya desde un primer momento, teniendo en la concha, la venera, su símbolo por excelencia. Así el peregrino se vistió de una determinada forma y, curiosamente, su imagen terminaría por ser, muy pronto, la del propio apóstol Santiago el Mayor a quien se considera evangelizador de estas tierras y que, por venir hasta aquí, fue él mismo peregrino.

Cuando se reconoce como especial, en este tipo de culto, el hecho de que el día en que se conmemora el martirio de Santiago el Mayor, cada 25 de julio, coincida en domingo se va a conocer el año en que esto sucede como santo, otorgándole la iglesia católica gracias especiales en materia de indulgencias. El paso por la Puerta Santa, ya a partir del siglo XVI, en esa anualidad, supondría un modo, más, de significar, el haber sido peregrino y la llegada hasta este sacro espacio que guarda las reliquias.

La documentación de haber hecho el camino, algo reconocido con la entrega de esa credencial conocida como La Compostela, también está en el ayer de las costumbres de la iglesia de Santiago. La capilla del Salvador, al lado de la Puerta Santa, fue, durante bastante tiempo, el lugar en el que se entregaba tal reconocimiento.

LA ACTUALIDAD DEL PEREGRINO. El peregrino actual -al menos una parte importante de ellos- mantiene, en lo fundamental, la esencia de lo característico en otros tiempos. Es verdad que la evolución de la mentalidad -que lleva asociada formas variadas en el modo de plantear las creencias- ha supuesto cambios importantes, algo que no tiene por qué suponer que sean sustanciales.

Y es que el peregrino sigue esforzándose en su marcha hacia esa meta concreta que se llama Compostela; mantiene viva esa finalidad de llegar hasta la basílica de Santiago; y, en muchos casos, procura que su viaje sea valorado con la entrega de La Compostela que lleva el reconocimiento implícito, por parte de quien se la entrega, de que estamos, nada más y nada menos, que ante un peregrino.

PEREGRINAR MAÑANA. En un momento como éste - en el que la pandemia hace que quien quiere ser peregrino deje su deseo esperando tiempos mejores- cabe imaginar cómo será ese mañana en el que iniciar el camino. A buen seguro que, cuando las circunstancias empiecen a cambiar, volverán a tomar la senda que los lleve a Santiago. Y lo han de hacer procurando que su salud no se dañe y, tampoco, por supuesto, la de los demás.

Por un tiempo, y quizás ya para siempre, esas medidas de la llamada distancia social y la utilización, cuando sea preciso, de mascarillas, así como una continua limpieza de manos, han de convertirse, también, en formas de hacer que han de incorporarse, de forma natural, al día a día del peregrino porque estamos ante maneras de afrontar el camino, con un grado de seguridad que hoy sentimos como preciso. Además ha de cambiar el modo de hacer ese camino. Las circunstancias actuales parecen hacer más conveniente el viaje en soledad y, de hacerse en grupo, atendiendo a las medidas sanitarias vigentes.

¿Serán, pues, idóneas las condiciones para peregrinar, si se toman como referencia, las grandes cantidades de gentes en el camino de otros tiempos y quizás, de los venideros? La desestacionalización de una actividad de estas características hoy parece resultar más precisa que nunca; es más, quien lo haga en tiempos hasta ahora entendidos como poco propicios se encontrará mejor, posiblemente, haciendo su camino. Por otra parte todo parece indicar que habrá que buscar el modo de controlar la salud de quien está en marcha, algo hasta ahora impensable.

En todo caso el objetivo a conseguir, en el corto plazo, es que la peregrinación sea una actividad segura en lo sanitario y que, quien la vaya a realizar, sienta esa seguridad, antes, en el tiempo y después de hacer su camino.

EL CAMINO. Caminos de tierra y rutas en el mar son las formas de ir de un lado a otro que se entienden como las usuales a la hora de emprender la peregrinación, siempre, con esa meta que es esa Compostela que tiene su epicentro, en este orden de cosas, en el lugar reconocido como tumba del apóstol Santiago el Mayor.

El padre Elías Valiña, un tiempo después del Año Santo Compostelano de 1982, concretamente en 1984, puso en marcha ese proyecto, tan personal suyo, de marcar con flechas amarillas el camino que llevaba a Santiago. Entonces estaba lejano, en el tiempo, el Año Santo de 1993, principio de los Xacobeos, tal como hoy se entienden. La conveniencia de aquellas flechas, marcadoras de un determinado rumbo, eran consecuentes, también, en aquel entonces, con la imprecisión de aquella senda, en buena parte perdida.

Es a principios de los años noventa del pasado siglo cuando se inicia la recuperación no solo del Camino Francés sino también de otros generándose toda una red que, en el caso gallego, afecta a una buena parte de su territorio. En esos caminos, en estos años, se pusieron en marcha todo un conjunto de albergues que hicieron más fácil el tránsito del peregrino, atendiendo a esa sucesión de jornadas precisas para cumplir con el ansiado objetivo.

Esa recuperación supuso no solo fijar trazados claros sino también mejorarlos sin que perdiesen su esencia, algo que precisa un cuidado sistemático ante el deterioro continuo en el que se ven inmersos. Cuestiones tales como el que existan servicios como fuentes de agua potable han sido cuidados, haciendo más fácil el camino

A lo largo de los años se han ido planteando cuestiones diversas para favorecer la marcha del peregrino. Allá por los citados años noventa se debatía hasta qué punto se debían incorporar cabinas telefónicas para el posible uso de quienes iban de tránsito. Hoy, en los tiempos de la telefonía móvil -con toda una serie de aplicaciones a relacionar con la localización, el camino a recorrer, el esfuerzo a realizar, y muchas más cosas- quien está en el camino ha ganado, y mucho, es verdad, en comunicación pero, al tiempo, ha dejado de habitar en esa soledad, en ese sentido del aislamiento, de estar un tanto perdido en medio de la naturaleza, que, durante tanto tiempo, se vio como una de las circunstancias intrínsecas experimentadas en el día a día, en el camino, de quien peregrina.

El camino forma parte, además, de una naturaleza que es, al tiempo, reto y disfrute, un bien también a preservar y, en la medida de lo posible, a mejorar en todo aquello susceptible de relacionarse con esa senda. Esa Galicia que acompaña a quien transita, en lo que es su territorio, ha de ser especialmente mimado, sin menoscabar su autenticidad, ahondando en esa caracterización que el paso del tiempo ha acuñado sobre su propio ser.

Y también está ahí, ante quien peregrina, a su paso, un patrimonio histórico con infinidad de exponentes, todos ellos susceptibles de un preciso cuidado. En la medida que lo que se encuentra en el camino sea conservado, conocido y valorado será debidamente atendido siendo, por lo demás, seña de identidad de nuestro país.

CAMINAR HACIA EL FUTURO. En todo caso, si pensamos en el tiempo que tenemos por delante, al menos hasta ese Xacobeo del 2027 -que marcamos como un momento hasta el que cabe programar desde una cierta unidad de criterios, y a partir de una serie de objetivos- las tareas a acometer, en este sentido, son bien variadas.

En primer lugar el cuidado y la mejora del camino ha de ser una constante a tener en cuenta en todas y cada una de las rutas establecidas. Quizás aquellas que provienen del Principado de Asturias y la que trae hasta Santiago a los portugueses, pasando por Tui, han de ser las que más crezcan, en afluencia, en los próximos años, algo que debiera de tenerse en cuenta a la hora de mejorar las infraestructuras con las que cuentan.

Un problema a solventar, y que puede ser acometido desde soluciones varias, es el tratamiento del camino entre Melide y Santiago. El presumible crecimiento de peregrinos, en las rutas del norte, sumado al prestigio del Camino Francés, exige, para esa parte final del camino, atenciones especiales a desarrollar respetando siempre sus esencias. Y es que el peregrino se ha de sentir en el camino, haciendo camino, en su propio mundo, hasta que llegue a su meta.

Y, en las circunstancias presentes, no es una cuestión menor fijar de una manera muy precisa las medidas que han de cumplir, en lo sanitario, ya ahora, los albergues públicos y, por supuesto, toda ese amplio conjunto de lugares de pernoctación existentes a la vera de de los distintos caminos. Es ésta, qué duda cabe, la tarea más inmediata, que exige directrices a desarrollar desde la administración autonómica y, a ser posible, concebidas de forma similar a las que puedan ser también ultimadas en otros territorios foráneos. Esa unidad de criterios beneficiaría a todos.

¿Y EL TURISMO EN EL CAMINO DE SANTIAGO? Se puede y se debe hacer, además, turismo en relación con el Camino de Santiago. Tanto la naturaleza por la que transitan las diferentes sendas como el patrimonio histórico que las acompañan cabe entenderlas como lo que ahora se llama, en este orden de cosas, un destino para el turista. Y éste puede gozar de tal tipo de bienes practicando un turismo de naturaleza, cultural y gastronómico lleno de encantos.

En este sentido turista y peregrino pueden compartir un mismo legado, tan propio de Galicia, pero quien peregrina lo que, sobre todo, pretende – y lo cuenta por jornadas de esfuerzo- es llegar a una meta que, de nuevo, puede compartirla con el turista. Pero, en este contexto, un peregrino, en ningún caso, ha de confundirse con un turista low cost.

Porque peregrinar es un modo de vivir por un determinado tiempo. Lo ha sido y lo seguirá siendo. Y nosotros, como gallegos, que los vemos pasar y llegar, los debemos ver como lo que son: mujeres y hombres que, por la razón que sea, han convertido a nuestra tierra en su particular meta, no en un destino.

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