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Educación y trabajo

Educación y trabajo están íntimamente relacionados. A partir de una edad temprana, la propia educación exige un trabajo por parte del educando, pues no otra cosa es el estudio. La educación comporta un desarrollo de la personalidad humana conforme a su naturaleza.

La Antropología de la Educación necesita partir de una concepción cabal de lo que sea el ser humano. No pueden menospreciarse los saberes humanos sobre el mismo, pero los cristianos conocemos por la Fe que fue creado por Dios a su imagen y semejanza, con un fin trascendente. De ahí la dignidad de la persona y la necesidad de la enseñanza religiosa, porque la relación de la criatura humana a su Creador es una relación natural. Entre otras cualidades, fue creado libre, con la posibilidad de caer en el error y dejarse seducir por el mal. Por eso, toda educación es una educación de la libertad.

El lugar natural de la educación es la familia. Padres e hijos forman la relación educativa más conforme con la naturaleza humana y base de la educación social. Prolongación y complemento de la educación en la familia es la escuela o colegio. Familia y escuela tienen que estar integrados, lo cual comporta exigencias importantes tanto para los padres como para los colegios.

La actual dialéctica entre escuela privada y escuela estatal carece de sentido, porque la escuela es una institución social, jurídicamente una corporación de derecho público, que no debe confundirse con lo estatal. Lo mismo tendría que ser con las Universidades. Ciertamente el Estado tiene determinadas competencias en materia educativa y, sobre todo, le corresponde poner los medios económicos indispensables para un buen orden educativo. Pero no es misión suya asumir la titularidad de las escuelas, salvo casos extremos de subsidiaridad. En relación con los medios, debe decirse que la gratuidad de la enseñanza, que termina en ser solamente gratuidad de la escuela estatal, no deja de ser un planteamiento estatalista y demagógico. Por elemental lógica, la gratuidad o la simple ayuda a la enseñanza tendría que ser para los necesitados de las mismas. No tiene sentido que las familias pudientes, no digamos las millonarias, dispongan de escuela

gratuita.

Por lo demás, la gratuidad o, en su caso, la ayuda debe extenderse a todo el sistema, incluida la enseñanza superior. Una de las dimensiones más importantes de la educación y del proceso educativo es la formación para el trabajo profesional. Y si toda verdadera educación comporta e incluye una formación para el trabajo, esto debe empezar desde las primeras etapas educativas. Lo cual reclama la inclusión desde el principio, en los contenidos curriculares, de las artes, las tecnologías, el deporte, etc. Es absurdo plantear la Formación Profesional como una rama separada solo a partir de la ESO. Cosa distinta es que, desde los 14 años, se puedan elegir itinerarios específicos. En España, un tratamiento serio de la FP es una asignatura pendiente y una de las causas que nos impide ser un país de vanguardia. Tan formación profesional es la de un mecánico, un carpintero, un electricista, como la de un artista, un campesino, un abogado, un ingeniero... Resulta de tal importancia un planteamiento innovador de la FP que, entre otros aspectos, supone la verdadera defensa de los trabajadores de todas clases, y es uno de los factores de desarrollo social y económico.

Cada poco tiempo, coincidiendo con los cambios de Gobiemo, se plantea en España la cantinela de la reforma de la legislación laboral, un continuo tejer y destejer. La solución al paro y al subempleo, que son endémicos en España, no depende de los sucesivos cambios de modelos legislativos. Resultaba obligado, en la época de la Revolución Industria del siglo XIX y años que le siguieron, la decidida intervención del Estado en las relaciones laborales, lo que dio lugar a un Ordenamiento de carácter tutelar. Porque el trabajador dependiente era entonces un proletario, una persona sin derechos y totalmente desprotegida frente a los riesgos sociales, pero hoy debe ponerse el acento en un alto nivel profesional para todos, incluidos los empresarios, y no en un bosque de normas sofocantes y un excesivo andamiaje administrativo. Las relaciones de trabajo, así como el sistema sindical y el orden laboral de la empresa, necesitan reformas más profundas que las practicadas al uso. El pleno empleo y la superación del subempleo, además de una política económica general seria, también sobre el orden de la empresa, están muy condicionados por el nivel de formación profesional de toda la población activa.

(*) Exprofesor de la Universidad de Navarra y exsecretario general de la Delegación del Gobierno.

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