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El alma de Portomarín

Portomarín ya tiene alma y recuerdos de los años anteriores a 1962 cuando el embalse de Belesar (Chantada) anegó y destruyó el antiguo pueblo. Se trata del libro A memoria mergullada. Fotografías de Portomarin de 1952 a 1963, del fotógrafo del pueblo Pepe López, conocido como Pereira. La obra está lujosamente editada por el Servizo de Publicacións de la Deputación de Lugo con 228 fotografías.

Pereira, de 91 años, pero magníficamente conservado y lúcido, compró su primera cámara en Ceuta, cuando hizo el servicio militar y ya ganó algún dinero retratando a los chicos de la mili. La cámara era una Bilora Boy alemana que le costó 150 pesetas. Ya de regreso en Portomarín, trabajó como fotógrafo en la época previa y durante el traslado del pueblo viejo al nuevo, que provocó la marcha de muchas familias. Su trabajo profesional es un documento imprescindible para conocer el Portomarín anegado y la forma de vivir de sus gentes.

Pereira compaginó este oficio con el de telefonista, trabajo en un banco, tienda de calzado, central telefónica, pirotecnia, etc.

Disponía de una barca y de una moto Montesa Brío para recorrer los municipios del entorno con el fin de hacer fotos y ganarse la vida.

No obstante, los años en que las hizo dotan a esas imágenes de un valor incalculable: son la memoria sumergida de Portomarín, porque Pereira, además de su quehacer cotidiano (fotos de carné, bodas, comuniones, fiestas, celebraciones familiares) recogió testimonios gráficos, hoy muy valiosos, de cómo era el antiguo Portomarín y de cómo se produjo el traslado. El libro muestra incluso una serie de fotografías de la reconstrucción piedra a piedra a 300 metros del embalse de la iglesia de San Juan. Aparece incluso un retablo y una talla hoy desaparecidas. La obra está espléndidamente prologada por la diputada de Cultura, Pilar García Porto, por el investigador Eduardo Ochoa y por el historiador Adolfo de Abel Vilela, cuyo padre trabajó en la construcción del embalse. Eduardo Ochoa y Abel Vilela ordenaron las 228 fotos escogidas del copioso archivo de Pereira por temas: la pesca, el deporte, las escuelas, la infancia y la juventud, banquetes y celebraciones, el aguardiente, el paisaje natural y humano.

“Quixen capturar coa miña cámara a paisaxe, as casas, as xentes e a forma de vida dun pobo que miraba sempre o río”, comenta Pepe Pereira, que tiene docenas de fotos de amigos y amigas o familiares en batuxo, también de pescadores con naso, etc. Sabía que cuando llegara el embalse todo aquello desaparecería. No obstante, Pereira no fue un fotógrafo vocacional, lo hizo como una profesión. Es curioso ver los atuendos de la gente retratada, toda una celebración, vestidos con trajes de domingo aunque fuera para manipular un carro con un arado.

Eduardo Ochoa advierte que con cada archivo desaparecido en la provincia “pérdese parte da nosa memoria, do noso pasado e de nós mesmos”. Pereira fue un fotógrafo de personas con su segunda cámara, una Vox Diax, también alemana.

Adolfo de Abel se centra en el estudio histórico del viejo Portomarín. Asegura que en 1950 la villa antigua tenía 762 habitantes. En la construcción del embalse trabajaron, a turnos de día y noche, 2.500 hombres. El salto de agua es de 137,5 metros de altura.

Franco inauguró la nueva central eléctrica el 10 de septiembre de 1963, que dejó sin casa a cientos de vecinos y huérfano un pueblo marcado por el Camino de Santiago.

La cola de la presa se extendía desde Belesar (Chantada) a 50 kilómetros y afectó a los municipios de Taboada, Chantada, O Saviñao, Paradela, O Páramo, Guntín y Portomarín. En la villa que sería anegada los cultivos que había eran la vid, cereales, cebasa y avena forrajeras, los nabos, las patatas, la remolacha y el lino. En el río había pesquerías de anguila y trucha.

La pesca fluvial, dice Abel Vilela, tuvo una gran importancia en la Galicia interior, a la que con dificultad llegaba pez de mar. En 1979 había 12 canales en Portomarín. La anguila se recogía en grandes cantidades, hasta 60 sacos, con el inicio de las riadas. El pueblo surtía de anguilas saladas a parte de Castilla.

La antigua localidad discurría por ambos márgenes del puente, que separaba las parroquias de San Nicolás y San Juan. Según Abel Vilela, el topónimo de Portomarín viene de “pontádego”, el tributo que se cobraba por traspasar el antiguo puente de la villa. Pereira hizo fotos preciosas de niños vestidos de gala, de mujeres en batuxo con el río al fondo, vistas generales del antiguo Portomarín, de verbenas y chicos y chicas de fiesta, de celebraciones familiares, etc, hasta recoger para siempre lo que fue la vida en la villa en los años anteriores de ser anegada, evitando la pérdida de su memoría. El libro, que todavía no está a la venta, agradó mucho a los vecinos, que hablan de él con orgullo.

(*) El libro ‘A memoria mergullada. Fotografías de Portomarín (1952-1963). José López López. Pepe Pereira’ recupera el recuerdo de la vida en la antigua villa antes de ser anegada por el embalse de Belesar

29 nov 2020 / 00:00
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