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El recinto de Alcobaça

Supresión ornativa y austeridad pudieran ser las primeras características del estilo cisterciense. Su centro aúreo es sobre todo la arquitectura en elevación con rigor geométrico y acierto constructivo. Porqué atrae tanto la arquitectura cisterciense en estos tiempos ? Porque, detrás de la contemplación detenida de sus edificios, se descubre la intervención de un pensamiento certero en su reflexión y programa. Es un estilo que ocupó de manera destacada en Europa toda una época medieval, y como estilo impone una generalidad repetida, pero también cada abadía, cada iglesia, ofrecía su resolución particular, su aspecto diferente, su presencia distinta. Esta realidad es justo lo que atrae, incluso hasta la fascinación, cada edificio cisterciense portugués, para empezar. Ese no más, quitar lo que sobra, lo que estorba, referido al dictamen mismo de la Orden --como programa, reglas y misión-- constituye el deciframiento que explica la plena actualidad --su perenne validez-- del estilo cisterciense, y muy en especial la abadía portuguesa de Alcobaça : de permanente valor y siempre interesante. Por siempre “joven “, se diría. Y al mismo tiempo seguro modelo para otras construcciones con el mismo mensaje de espiritualidad en el Medievo.

EL RECINTO POBLADO. Desde siempre la colaboración entre una abadía y la población fué mutua. Quedan casas habitadas con población viva. Lo ví personalmente en Santa María de Fiaês y Santa María de Aguiar. En Alcobaça esa colaboración fué más extensa y con resultado más constructivo. Las casas del entorno presentan otras formas y otras calidades. Seguramente en otros siglos pertenecieron a la abadía recogiendo su irradiación. Más allá de esto las donaciones otorgadas a la Abadía por sucesivos reyes fueron el origen de un vasto dominio : son los llamados “ Coutos de Alcobaça”. Y su forma jurídica estaba representada por marcos, señales del dominio de un territorio, columnas de piedra con inscripción concreta. Toda la fachada de la abadía de Alcobaça y todo el monasterio rezuman asombro y atracción incondicional desde el plano del saber arquitectónico, matemático y estético --artístico.

Pero también desde el aspecto teológico. Desde luego Alcobaça es una perfección inyectada de sobriedad, y esto mismo hace que el intelecto se asome con calma hacia el conocimiento. Desborda tanta inmensidad edificada que hace que la vayamos repartiendo de acuerdo con las funciones de cada espacio : nave central, ábside, Casa dos Túmulos, claustro de D. Dinis, refectorio, etc. Subsiste de todo ello una finalidad y una función que aún permanece a nivel material , constructivo, y es la relacionada con el poder, y con todas sus variedades posibles, y asimismo para producir efectos como la obediencia, el temor, el cumplimiento ( no sólo de los votos, también de los diezmos y foros ), la confesión, los donativos, la fidelidad, la devoción sólida a la Virgen ; o dicho de otra manera: una asegurada subordinación que proporcionase seguridad y solidez al gobierno de la abadía. Sólo que despues la Historia y sus acontecimientos --entre ellos el Liberalismo-- frenó y frustró este poder, Y después la Desamortización segó de una manera torpe, resentida y feroz todo el inmenso patrimonio cultural creado y conservado por la iglesia durante siglos. El análisis de Hipólito de Sá Bravo en su libro “El Monacato en Galicia” (1972), sigue teniendo permanente valor, y se puede aplicar con plenitud al caso portugués. A nivel de cada visitante la expresión cultural máxima es la de ir adentrándose con erudición en todas las vicisitudes del monasterio, con todas sus etapas constructivas y distintos episodios.

LOS ICONOS PERPETUOS. Constituyen un homenaje del amor y un monumento al amor. Me refiero a los dos famosos túmulos de Don Pedro y Doña Inés, allí sepultados. Su historia es muy conocida y cuenta con abundante literatura científica e histórica. Esta obra de arte la estudió el Prof. Serafín Moralejo ; y también cuenta con las aportaciones de António de Vasconcelos, clásica, y de Vieira da Silva, entre otros. La clave de este monumento funerario es la pena y la emoción ante su muerte. Es el homenaje debido a un fin que Doña Inés no se merecía. Entonces, la nave central, física, de Alcobaça, se convierte en una “nave” etérea y eterna sin dimensiones ni datos del espacio y del tiempo, sin épocas ni fechas, ni calendarios ni relojes. Es una suspensión estática sobre sí misma que provoca una conmoción visual y psíquica para quien descubre su significado oculto y profundo. Es un monumento al recuerdo, y con ello, también, una antropología del recuerdo. Y la señalización de un episodio trágico, doloroso, de la Historia de Portugal, y al que sólo el Arte pudo prestar su suprema colaboración, cual fue la elaboración de estos dos túmulos en concepción separada: individual y dual, y aptos para la postración, el llanto y la oración, elevadas maneras de soportar una muerte injusta-la de ella- y después una muerte natural-la de él.

En otras palabras: la ejecución plástica y artística del sentimiento, y su manera hermana: la lamentación. Es el túmulo de todos los túmulos, la llama invisible del dolor ante la ausencia de Doña Inés. Al mismo tiempo también es una gran lección contra la maldad humana y contra el poder triturador de la Muerte, pero el Arte y la Memoria construyen la permanencia, la flor perenne del corazón, que late, entregado, por los siglos.

DERIVACIONES CONSTRUCTIVAS. Tan magnífico complejo constructivo tenía que tener añadidos, aportaciones con estilos y acciones nuevas. Así, a Capela do Desterro, a Capela--Relicário, Rinoceronte de piedra y palacio quinientista en la Abadía, iconografía de San Bernardo en la azulejería barroca, el importante protagonismo de D. Joâo de Dornelas... contando además con restauraciones incesantes que hermosearían lo destruído para potenciar el patrimonio del Císter. La impresión psicológica las veces que entré se reduciría a solemnidad, percepción y respeto que me conducirían a un silencio admirativo. Quiero volver a tener esas vivencias.

24 dic 2022 / 01:00
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