Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h

Irradiaciones de Portugal: Coimbra

conviene que cite a Michel Onfray: “Enquanto mónada autossuficiente, o viaxante recusa o tempo social, colectivo e limitador, en proveito de um tempo singular construído a partir de duracões subjetivas e de instantes festivos apetecidos e desejados (Teoría da viagem. Ed. Quetzal. 2019 . Versión portuguesa ). Absolutamente verdadero.

Coimbra presenta novedades y antigüedad; quietud y dinamismos. En cada kilómetro cuadrado, en cada metro cuadrado de esta Luso Atenas podemos hablar de una geometría de conocimientos, vibraciones, reminiscencias, “atmósferas” e impresiones . Los registros líricos –la emoción, el recuerdo, la vivencia– son realidades profundas en nosotros y las vivimos de una manera especial en espacios recordados, admirados, fotografiados o estrenados, y donde contemplamos, conversamos, almorzamos y nos hospedamos . Así, la Puerta de Almedina, la Torre do Anto, el Café de Santa Cruz, la Biblioteca Joanina o el Hotel Astoria. En ritmo lento o paso apurado, según que nuestra fisiología funcione con un cambio a mejor en el latir del corazón y cuya causa es por completo psíquica, pues volvemos a la ciudad de nuestro inicio, es decir, de nuestro descubrimiento asombrado y gozoso allá en 1983.

Coimbra entera es un emoción de Portugal y expresa así una cualidad de Europa. Coimbra puede dar la inspiración para una nueva novela, el tema para un nuevo poema, el asunto para otro ensayo y el argumento para una nueva película. Estos son los elementos que componen Coimbra como ciudad trascendente, en un más allá en el que entran el recuerdo, el deseo y la sabiduría. Como ciudad universitaria
–desde 1290– posee una población perpetua desde el Medievo: los estudiantes, sin cesar renovándose. ¡Cuántas cosas sucedieron a diario en las orillas del Mondego ! Este río mítico posee su literatura en E. de Sá Souto Maior Ribeyras do Mondego (1623,1932).

HONOR Y CEREMONIA. LOS PROFESORES DíAZ Y DíAZ Y PINTO DE CASTRO. Si el Barroco se compone, entre otros elementos, de adorno y ceremonia, este hecho se cumplió en la ceremonia académica de Doctor honoris causa por la Universidad de Coimbra en el profesor Manuel C. Díaz y Díaz un día de mayo del 2002. El recinto universitario –A Vía Latina– exhibía una alegría implícita, ordenada y rítmica que se extendía entre los claustrales y los invitados, entre ellos yo. Había sido invitado por el entonces director de la Biblioteca Joanina, el profesor Aníbal Pinto de Castro, quien iba recibiendo en la puerta del insigne edificio a cada claustral a partir del distinto trato que había tenido con cada uno. Todos nos reunimos aquí para iniciar la procesión cívica entre togas y birretes hacia el paraninfo. Allí transcurrió la ceremonia de investidura de una manera muy lusitana, es decir, etiqueta y protocolo siempre.

Todos tomamos nota del docto acontecimiento. Hubo un momento extraordinario que me impactó: hacia el final el profesor Díaz rápidamente se acercó a su mesilla y desde el micrófono agradeció en latín el acto con voz emocionada. Exhibió así su magnífica faceta de humanista, de estudioso del obrar y de la obra del ser humano desde una comprensión de sus textos latinos. Pinto de Castro estaba supersatisfecho, como después lo hablamos. Ya liberados de aquel grato formalismo lo celebramos en el ex convento de San Marcos, y cuya capilla conserva obras extraordinarias de Nicolau Chanterenne. Fue una celebración de las palabras y después del paladar y del buen gusto ambiental. El profesor Pinto de Castro, personaje único, tiene el monumento a su memoria dentro del patio renacentista, con fuente que fluye, en la Santa Casa da Misericordia. Desde su efigie sonríe socarrón, cómplice y comprensivo.

SANTA CLARA A VELHA. El emerger del viejo edificio medieval, como logro arqueológico, supuso una resurrección artística e histórica y un deleite para los sentidos y para el conocimiento. Este emerger lo fotografié todo. Reparemos: la mitad de la iglesia y del claustro había estado sumergido por las aguas del Mondego durante siglos, y no se conocía en absoluto. Fue una fiesta del gótico donde formas nuevas, labras floridas, el estanque, la fuente lavatoria y arcos del claustro, etc, habían aparecido. La historia del arte portuguesa había añadido un capítulo nuevo al gótico, y seguro que con revisiones. La iglesia desde el suelo hasta las bóvedas exhibía todo su esplendor labrado con detalles naturalistas que le daban “ animación vegetal” a aquel espacio.

El rosetón expedía aire eterno, imperturbable, y cumplía con la estética medieval de la luz –lux, lumen, claritas– tan pulida por Roger Bacon y Grosseteste. No sólo esto; más allá del claustro, un museo bien instalado mostraba los objetos encontrados entre las aguas fangosas con la nota correspondientes; y afuera, bien apilados, restos de arcos e inscripciones cumplían con un espléndido hallazgo resucitado. Todo se ofrecía como una muestra pasada de un vivir conventual, y ahora sólo la piedra labrada antigua hablaba.

EL JARDÍN BOTÁNICO. En un alto del recinto, una estatua del botánico Brotero con toga académica preside todo el Jardín Botánico, que más bien debíamos llamarlo Paraíso Botánico, sobre todo en verano y primavera, en que toda una frondosidad , creada ya en el Romanticismo, e incluso antes, cobija al visitante. En el interior todo en él es cálculo adecuado: las escaleras, la fuente central, inmensa, con nenúfares en flor, daba frescura viva al recinto.

Una avenida de bancos y árboles de especial sombra invitan a quedarse allí uno, quieto y con un libro. Es un apartamiento donde la Naturaleza sobresale desde el empuje filosófico de la Ilustración, y donde la ciencia, la razón, el estudio y la disciplina conectan con la vitalidad, la sensibilidad, la creatividad y el cuidado frecuente de esta delicia creada por la rama de Ciencias de la Universidad hace más de doscientos años. Es una isla verde, rodeada de verja de diseño, con plantaciones estudiadas de árboles perennes y caducos en tiralíneas que con los siglos formaron estupendas y magníficas bóvedas verdes.

FACETAS REFULGENTES. Quedan con su latir vital la célebre Serenata en la Queima das Fitas junto a la Sé, las cantinas universitarias con su ambiente juvenil, el Café de Santa Cruz, que fue sacristía, la Praça da Repúbrica con sus radios llenos de animación y la Puerta de Almedina, icono claro de su pasado medieval. La veneración por lo antiguo choca y se alterna con su presente pleno de inyección cultural.

24 ene 2021 / 00:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
Tema marcado como favorito