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Landaluce: a cada uno lo suyo

¿Tu quoque?, Emilia Landaluce, que quiere decir: ¿Tú también, Emilia, gente como eres del barrio, ahí al lado, en Goya..., me quieres despojar de mis pequeños trofeos, casi lo único que me queda entre bemoles y sostenidos, apañados para aguantar una doble y perturbada profesión de cátedra y escritura en tiempos sumados a lo largo de cuarenta años?

No recuerdo si te tocó, cuando llegó tu turno, mi primera clase de Literatura, en la que nunca fallaban las tres advertencias que me insuflaron en el bautismo habido un trece de diciembre del tiempo de la Guerra Civil: mis tres advertencias previas al comienzo de la primera clase en el CEU eran: sólo hablo en serio cuando hablo de Literatura, nadie está obligado a asistir a mis clases (si no viene, él o ella se lo pierden) y finalmente: por favor, soy un poco “teniente” del izquierdo, así que... alto y vocalizando... ¿Queda claro? Y el coro replicaba”: Sí, chef”... (Ah, no, eso es de ahora; si alguien me lo hubiera dicho en clase, le hubiera contestado como a todos los que, con o sin malicia, me saludan de tal guisa: ¿Qué tal, jefe? Les contesto siempre: “Eso lo será usted”).

Pues eso, Emilia, aún no me has llamado ni escrito explicándome lo de la Escuela de Teatro de Nueva York, donde, sin plaza posible, te la conseguimos Gustavo Valverde y yo, porque tú tenías vocación de teatrera evidente y como acabas de demostrarme ayer mismo en tu periódico. La cosa va de viejo; fíjate si lo será que el “furbo” de Adolfo Muñoz Alonso, que se murió el 21 de julio de 1974y, dos años después, el 6 de junio de 1976, va y le dice a Pepe Solis el “egabrense”, el de Cabra: “Tenga usted cuidado, señor ministro, y no diga a los jóvenes deportistas de la Falange aquello de “Y yo os digo, menos latín y más deporte”, porque , siendo usted de Cabra, por el latín sabemos que es usted egabrense y no otra cosa...”.

El bueno de Pepe Solís, que compartía por entonces conmigo Junta Directiva del Club Siglo XXI, quedó “tocado”... Y yo le decía: Hombre, Pepe, es que me lo has puesto a huevo; y encima soy licenciado –después doctor– en Románicas. Hasta alguno de la docena de sus hijos lo recibió, cuando iba a comer a Francisco Silvela, con palmas y cantos, al grito de “egabense”. Fueron Jaime Campmani y Alfonso Ussía los que me robaron la autoría de la anécdota y se la regalaron al muerto de Muñoz Alonso... Porque, querida Landaluza, lo que dijo Solís en el Estadio de Vallehermoso lo dijo el 5 de junio de 1976 y mi comentario chusco salió en mi sección diaria de YA “Boletín de Urgencias”, el 6 de ese mismo mes, dos años después de enterrar a Muñoz Alonso.

Pero a mí ya me da igual... A otros muchos se le ha atribuído la coña. Es inútil: de todos modos, Alfonso Ussía, en su libro Los coñones del reino de España ya me pone a la par con Adolfo –muerto– en los derechos de invención del asunto. No creo que me vayan a subir la pensión por poner la verdad en su peana. Como advertía a mis alumnos, yo sólo hablo en serio cuando hablo de Literatura. Por cierto, aquí en Boiro, ría de Arosa Norte, Coruña, el que sabe tiene el lugar ideal para demostrarlo y el que no, aprende. A mí, la sordera me ha ido a más, ya no doy clase a nadie, el último alumno que tuve, el profesor Villacís, se me ha subido a las barbas y publica novelas poniéndome de personaje importante en ellas...

Es el padre de Begoña Villacís, vicealcaldesa de Madrid; los padres suelen venir a Boiro quince días de agosto... Esta vocación tardía me está haciendo sombra y eso no puede ser. Así que... ¡Josú, me ha enviado un correo que dice que ha rematado otra, que su personajes es un catedrático de Literatura...! “Líbranos de peste y males, Roque santo y peregrino!”, pide el himno que cantábamos a san Roquiño, el del perro y la llaga en la pierna que enseña, que vino a la tumba del Apóstol en los tiempos de la peste negra cuando entre los cadáveres tendidos en el camino, alguno que aún no había acabado del todo, estornudaba y muchas sombras en decúbito prono o supino murmuraban el nombre de Jesús, para que fuera la última palabra que escuchara.

A ti, querida Emilia, ya sabes: Si vales, bene est, ego auidam valeo.

23 may 2020 / 22:31
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