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Paco Umbral en mi umbral

Es una epifanía manifiesta que ha invadido mi despacho...¡Paco Umbral! ¿De qué suena ese Paco Umbral y ese título, Anatomía de un dandy? Tengo todo el sol sobre la ría en este otoño loco y asquerosamente agresivo sin distinción de víctimas halladas en el camino y ruta de su vuelo inclemente... Al doblar el pasillo que conduce al despacho, recojo un rimero de libros de Paco Umbral... Son tantos, casi todos los que publicó. Tal vez falten dos o tres títulos... Pasan gaviotas por delante del ventanal, antes de que se encienda la noche... ¿He dicho “que se encienda la noche”? ¡Qué torpe! La noche no se enciende, si acaso, se ilumina. Antes de mis ‘fusco y lusco’, a mí me sucede casi todas las tardes y alguna mañana que me anticipo a la luz de la amanecida.

Y, de pronto, sonando por encima de la música de Schreker, alguien da con los nudillos en el cristal de la puerta del despacho. No sé quién es, pero es joven, entre los 25 y los 30 años, frente despejada y propia de un campesino de la meseta, tostado por los soles y los vientos. Me pregunta si puede pasar y le digo que sí, claro, si ha llegado usted hasta el chaflán por dentro de la casa... Me levanto de la silla que da vueltas frente a la máquina de escribir Underwood que le compré a Miguelón, el taquígrafo del director y que estoy manejando con más hábito que destreza.

– He publicado este libro y, por consejo de don Camilo José Cela, se lo traigo, incluso me he permitido dedicárselo...

Por indicación mía, mi visitante ya se había sentado en el cómodo sillón tapizado en paño amarillo desvaído. Mientras se acomodaba, yo iba observando el libro, tamaño bolsillo y con camisa brillante con solapas, que parecía representar un esbozado perchero de ropas de abrigo animadas, aunque no se perciben rasgos de carne humana ni de otro tipo. Pero, indudablemente, hay vida en esas figuras siluetas rellenas de humanidad.

Paco Umbral no es Paco Umbral... Me había hablado de él no sé si Camilo o alguno de los hermanos Cela, que se habían hecho cargo de la recién creada Editorial Alfaguara. que el constructor navarro Huarte acababa de echar al mundo y depositado en manos de los gallegos de Iria Flavia. Paco Umbral, que no es Umbral sino porque dice que nunca ha pisado el umbral de su casa familiar (¿?) , me daba trato de usted, y lo hizo durante tiempo, hasta que un día en el Café Gijón, comenté en voz alta la altanería de su merced, porque, al fin y al cabo, acababa de enterarme de que tenía dos años más que yo. No lo negó, pero me impuso el castigo de no dirigirse a mí por lo menos en dos días de tertulia.

El escribir de Umbral es una delicia, su prosa tiene ritmo, es como un endecasílabo dilatado, pero, además, sin fruslerías semánticas. Sin duda he sido el crítico literario que más libros suyos ha comentado. Pero no quiero seguir hablando de algo que sucedió hace más de medio siglo.

Veo que se levanta...

– Me voy, que ya le he interrumpido en su trabajo...

– Adios, don Francisco...¿Para cuándo la Academia, la Real Academia?

Le sonríen los ojos; ya es de noche en el ventanal sobre la Ría.

29 nov 2020 / 00:00
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