Proyecto Velintonia
Hace unos días me permití enviar a EL CORREO GALLEGO una composición fotográfica en la que aparecía yo mismo hablando desde el balcón de la fachada de la casa de Velintonia, 3, la de Vicente Aleixandre, y, ampliando una foto, pegaba en el paisaje para hacerme más evidente, veintiocho de julio de hacía una composición que incluso recogía los occipucios del personal que asistía al orador desde la calle.
Seguramente por razones de composición, se eliminó la foto y lo lamenté un poco, no por mí, que estoy más visto que el teneo, sino por la respuesta a César Antonio Molina, exministro de Cultura, que, hace más tiempo se preguntaba qué había pasado con la correspondencia y el archivo de nuestro Nobel de Literatura en un diario de Madrid, creo que en “El Mundo”. Volví a mi archivo y encontré el borrador del informe que envié al Rector de mi universidad, San Pablo-CEU, entonces todavía dependiente de la Complutense. Me permito reproducir unos párrafos del mismo, que son de una claridad meridiana.
“En el día de ayer, 28 de julio de 1998- Aleixandre recibió el Nobel en 1977 y murió en 1984 en Velintonia, 3,- recogí los planos de la casa del número 3-5 de la calle Vicente Aleixandre (antes Velintonia) sita en la colonia del Metropolitano, en Madrid, de casa del propietario de la misma, don Agustín Aleixandre, primo hermano del poeta y máximo -yo diría que único- negociador en el asunto. Advierto que don Agustín, ingeniero industrial y abogado, tiene 91 años, un carácter muy fuerte, es puntilloso e interlocutor voluble, pero también terco y tenaz. Tampoco necesita dinero, pero yo diría que, tal vez por la edad, necesita dinero para sentirse vivo. Su hija Amaia dice que es imposible conseguir que deje negociar a nadie por él. El lleva todos los asuntos, impuestos, administración de fincas y demás gestiones de una riqueza inmueble creo yo que considerable. Vive en la calle Caracas, en Chamberí. Los planos se han entregado al aparejador don Antonio de la Carrera, en Julián Romea. A 200 m. de Velintonia. Su informe sobre la conservación de las vigas y demás estructuras es fundamental. Entre las dos plantas, el sótano y el semisótano, la casa suma unos quinientos metros cuadrados , a los que hay que añadir dos parcelas de jardín que suponen otros cien metros cuadrados de terreno.
Por lo que se refiere a las negociaciones: don Agustín insiste en que deben entregársele ciento cincuenta millones de pesetas (150.000.000 millones), libres de impuestos.
A ello habría que sumar el costo del desalojo de las personas que viven en el piso principal, el primero, la familia de un diplomático y embajador español en un país africano atlántico. Mientras el embajador reside en su destino -eso parece- la esposa y puede que alguien más de la familia paga alquiler por el piso del chalet donde acabó sus días Vicente, con los dolores añadidos de un herpes que se apoderó de su noble cabeza y de su rostro. De lo que pediría la familia del diplomático, la esposa habló de unos cincuenta o setenta millones más.
Como ya expuse verbalmente, conocen el proyecto el secretario general de Educación, el vicesecretario general de Educación y el alcalde de Madrid. Los tres han mostrado interés -alguno incluso entusiasmo-, lo cual sería bueno para la financiación del proyecto si se logra. Hay detalles menores y que dependen de logros fundamentales; don Agustín asegura que no cederá un palmo. Lástima porque la importancia del proyecto podía ser un aldabonazo para mostrar la rica y valiosa “generación del veintisiete”, gloriosa por encima de los cariñosos versos de un Neruda que bien podía aplicarse, comido por la envidia, los que él lanzó y maldijo, a los Dámasos, Gerardos “y otros hijos de p...”. Eso sí, el maestro Vicente salió indemne de su agravios, que fueron pocos.
Los poetas, además de llorar por la venta -ojo, ¿legal?- del archivo de Vicente que, al parecer, pretende sacar a subasta, Rhut, la viuda de Carlos. Y eso es lo que hay por mi parte y testimonio.