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Santiago Ramón y Cajal, Nobel de Medicina gracias al fisioculturismo

La infancia de Ramón y Cajal transcurre entre los campos y los bosques, donde descubre los esplendores del sol, la magia de los crepúsculos, las alternativas de la vida vegetal con sus fastuosas fiestas primaverales, el misterio de la resurrección de los insectos, y la decoración variada y pintoresca de las montañas, lugares donde se desarrollan sus juegos.

Sí, si, no es ninguna broma, ni ninguna ilusión óptica por imposible que pueda parecer. A continuación les cuento la historia, increíble historia de cómo el célebre Santiago Ramón y Cajal alcanza el premio Nóbel de Medicina gracias a la práctica del Fisicoculturismo.

Hace años, mi amigo de la infancia, adolescencia y ahora edad adulta el Dr. Manuel Fontoira Lombos, hijo de un prestigioso pediatra de Pontevedra y nieto igualmente de un reputado médico pontevedrés colega éste último de mi querido abuelo el Dr. Tomás Abeigón Pazos, se acercó por mi gimnasio retándome con su peculiar estilo a que no era capaz de identificar al personaje de una fotografía publicada en un libro de neurología en pose atlética. Por mi mente en aquel momento pasó: “en menos de tres segundos no sólo le voy a dar el nombre, sino todo tipo de referencias, pormenores y detalles; y además, como resuelven los vascos sus retos, contrarrestarle el desafío, diciéndole ¿Qué te apuestas?”.

El caso, es que después de analizar por todos los lados la instantánea que por su colorido y aspecto parecía más antigua que la maicena, tuve que ceder en mi esfuerzo visual y cognitivo dejando que mis neuronas se recuperaran de tal exceso de trabajo perceptivo y memorístico, y preguntarle de forma natural a mi buen amigo el Dr. Manuel Fontoira

¿De quién se trataba?, y mi sorpresa fue mayúscula al destaparme el pie de página que decía textualmente: “El autor a los 18 años, 4 meses después de iniciada su manía gimnástica. Desgraciadamente, el desarrollo muscular es casi monstruoso, logrado al año de ejercicios violentos” y “Musculación lograda por Ramón y Cajal en su juventud, tras ejercitarse en el culturismo según un método de su invención”. Aquí se produjo el aguijonazo que introdujo el “frenesí” de la curiosidad en mis venas, para que durante cerca de tres años dedicara varias horas diarias en la biblioteca de la Facultad de Ciencias de la Educación donde estudié INEF para investigar la veracidad de la instantánea fotográfica, y conocer la agitada y a la vez apasionante, inquietante y emocionante vida que ha tenido don Santiago Ramón y Cajal.

BREVE REPASO A SU INFANCIA. Santiago Ramón y Cajal vio la luz por primera vez, el 1 de mayo de 1852, en un humilde lugar de Navarra enclavado por singular capricho geográfico en medio de la provincia de Zaragoza, concretamente en Petilla de Aragón. Hijo de un humilde médico cirujano rural, don Justo Ramón y Cassaus, y de una aragonesa de pura cepa, doña Antonia Cajal, vecina de Larres (pequeña localidad cercana a Jaca), su primera infancia transcurre entre Petilla, Larres y Valpalmas en donde nacen sus hermanos Pedro, Paula y Borja.

A los ocho años llega a Ayerbe, cerca de Huesca, donde permanece el tiempo suficiente para iniciar su adolescencia y desarrollar-cultivar sus instintos y aficiones artístico-gimnásticas.

Para comprender mejor la vida de Ramón y Cajal es preciso percatarse de la influencia tan grande que tiene en su vida, su aspecto frágil y enclenque que le propiciaron de niño muchos enfrentamientos y peleas con otros chicos del pueblo. La necesidad de fortalecerse parece repeler las peleas a las que se adhería, aunque también fue poderosa razón para no hacerle olvidar el culto a lo bello.

Criado en pueblos y endurecido al sol y al aire libre, la infancia de Cajal transcurre entre los campos y los bosques, donde descubre los esplendores del sol, la magia de los crepúsculos, las alternativas de la vida vegetal con sus fastuosas fiestas primaverales, el misterio de la resurrección de los insectos, y la decoración variada y pintoresca de las montañas, lugares donde se desarrollan sus juegos.

Precisamente de éstos juegos es de lo que Cajal se siente muy orgulloso, porque según él, estos son preparación absolutamente necesaria para la vida; “merced a ellos el cerebro infantil apresura su evolución, recibiendo según los temas preferidos y las diversiones ejercitadas, cierto sello específico moral e intelectual, del cual dependerá en gran parte el porvenir”, apuntaba Cajal.

Esos juegos consistían básicamente en brincar por los campos como un saltamontes, trepar como un mono, correr como un gamo, escalar una tapia con la viveza de una lagartija, intentar levantar un peso con la fuerza de un oso, etc, etc. Al comprobar que con estos se fortalecía, resolvió entregarse sistemáticamente a los ejercicios físicos, a cuyo fin “me pasaba solitario horas y horas, ocupado en trepar a los árboles, saltar acequias, levantar a pulso pesados guijarros, ejecutando, en fin, cuantos actos creía conducentes a acelerar mi desarrollo muscular, elevándolo al vigor máximo compatible con mis pocos años”.

Hay muchos educadores que dicen que “el porvenir de un hombre está en su infancia”, por ello el juego tiene que ser la herramienta pedagógica que se debe utilizar, por esto tanto los deportes como los conocemos actualmente, como la Educación Física, deben ocupar un lugar preferente en los juegos, estando presentes no sólo para cultivo de lo físico, sino también, para lo intelectual.

No debemos olvidar que “la inactividad constituye para el niño la mayor de las torturas; el dolor mismo, es preferido al reposo”, y por las actividades que Cajal realizó y también merced a la gimnasia incesante a la que se sometió, sus músculos adquirieron vigor, sus articulaciones agilidad y su vista perspicacia, la cual ejercitaba observando pinturas de muchos colores y libros de letra menuda, además de reconocer objetos de lejos, curiosos pasatiempos

El cultivo de la gimnasia le vino de un desengaño causado por su jactancia y bravuconería, al perder con gran sorpresa y dolor un reto al echar un pulso (ejercicio muy de moda entre los jóvenes de entonces) con un amigo suyo llamado Morriones, con el cual Cajal sufrió la “humillación de la derrota”, según decía el mismo. El secreto de Morriones consistía en acudir al gimnasio de Poblador para hacer gimnasia de fuerza.

Al día siguiente y sin decir nada a su padre, se presentó en el gimnasio de Poblador, situado entonces en la zaragozana Plaza del Pilar, pues los gimnasios tal y como los conocemos ahora, comenzaron a funcionar a principios del siglo XIX, gracias como no, al que fuera el creador de la cultura física Hipólito Triat (un francés que descubrió su vocación gimnástica y recibió su formación académica, en un colegio de los Padres Jesuitas en Burgos - España) y gracias también a los aparatos del socio de este Eugenio Paz cuyos ascendentes eran de origen español.

Después de algunos regateos con Poblador (era el dueño y profesor del gimnasio), convino en cambiar lecciones de anatomía que Poblador deseaba recibir para dar a su enseñanza cierto toque o tono científico, por lecciones de desarrollo físico o muscular. Cajal tenía un enorme interés por la anatomía, interés que despertó la practica gimnástica, y como su padre era un hábil disector y fervoroso cultivador de esta ciencia, y además ocupaba el puesto de director interino en la Escuela de Medicina de Zaragoza, el joven Cajal antes de iniciar sus estudios en Medicina, ya poseía unos vastos conocimientos.

Gracias a este concierto y a su entusiasmo y pasión por las pesas que le llevaba a escaparse durante largas horas al gimnasio, y después de entrenar varios meses en el mismo sostenido por una “fuerza de voluntad que nadie hubiera sospechado en mí”. Cajal no sólo venció la revancha a su amigo Morriones, sino que además llegó a ser el campeón más fuerte del gimnasio de Poblador, quien estaba muy orgulloso de su discípulo y él entusiasmado, al reconocer “cuán fácilmente habían respondido mis músculos al estímulo del sobretrabajo“.

Cajal comentó muchas veces, que cuando Poblador le diseñaba el programa de ejercicios que tenía que hacer, él, además de los “ejercicios oficiales“, se autoimponía un cierto programa progresivo “ora añadiendo cada día más peso a las bolas, ora exagerando el número de contracciones en la barra o en las paralelas” y así sucesivamente, de forma que si en un plazo establecido no había logrado el objetivo propuesto, añadía más a todo. De este interés por el desarrollo de la musculatura y por la metodología gimnástica surge la amistad con un santiagués de adopción, aunque natural de Florencia donde fue bautizado en la Parroquia de San Alfredo de la ciudad de Empoli, Atilio Pontanari y Maestrini, con quien durante un tiempo se carteó para intercambiarse las enseñanzas de Hipólito Triat que llegaban a España de manos de otro entusiasta de la gimnasia con pesas, Felipe Serrate de Bilbao, amigo personal de Pontanari que además lo ayudó a introducir en el ayuntamiento de San Sebastián uno de los inventos del italo- gallego.

rEFERENCIAS A SUS ALARDES ATLÉTICOS Y MUSCULATURA. Don Santiago que en sus libros hace muchas referencias a sus alardes atléticos, de los que se jactaba y siempre estaba dispuesto a poner en práctica, sustraigo una de estas demostraciones de fuerza que merece la pena conocer: Un día se enfrentó a un rival de similar robustez y musculatura porque lo amenazó con descomunal paliza si no abandonaba el cortejo de cierta señorita de “rostro primaveral”, conocida entre los estudiantes como la Venus de Milo, que vivía en la calle “5 de marzo”. Enzarzado con su rival en una fuerte disputa a puñetazos en los sotos del Huerva, después de la eventual victoria de Cajal, retornaron ambos maltrechos del reto, aunque en amistosa camaradería que le llevaba a la renuncia a ser correspondidos por los amores de la dama, cuando se enteraron que era muchacha con fuerte dote, por lo que iba a parecer que no la cortejaban por amor, sino por los 50.000 duros.

ESTUDIA MEDICINA GRACIAS AL FISICOCULTURISMO. Posteriormente se traslada a Jaca donde la práctica del fisicoculturismo forja definitivamente su vocación médica, pues este deporte despertó en él un interés exarcebado por la anatomía cuya devoción era casi comparable a la sacerdotal, iniciando en 1870 sus estudios de Medicina en Zaragoza, donde se licencia en 1873 por la Facultad de Medicina de la Universidad Literaria de la ciudad de la Virgen del Pilar. En 1876 obtiene el título de Doctor en Medicina y Cirugía, y un año más tarde contrae matrimonio en secreto, tras dos años de noviazgo, con Silveria Fañanas García, con la que tiene cuatro hijos: Santiago, Fe, Jorge y Paula.

Como ya dijimos, Santiago Ramón y Cajal, como todos los genios, iba por delante de su tiempo, por lo que su formación médica le obliga a considerar el ejercicio desde una perspectiva terapéutica, de manera que asimilaba la gimnasia a un medicamento. “El ejercicio es una medicina“, afirmaba, pues en aquella época el desarrollo farmacológico todavía quedaba muy lejos de la gran expansión a la que llegaría con posterioridad.

La enfermedad produce pérdida de función, a esta falta de función (que hoy denominamos incapacidad) y su reanudación, constituyen el objetivo fundamental del tratamiento por el ejercicio. Para ello, Cajal que era un autodidacta, creó un método caracterizado por la acción muscular repetida y continuada para robustecer los órganos y obtener así los máximos resultados con recursos no sólo mínimos, sino ínfimos en aquellos tiempos, y para lo cual se vio obligado a diseñar dos tipos de máquinas , las primeras eran “Máquinas de utilidad diagnóstica” que se utilizaban para determinar la estructura, sirviéndose de diversos elementos antropométricos, que aportaban datos sobre el peso y la talla, el perímetro de los miembros, la capacidad torácica, etc. Las mediciones de los perímetros se realizaban con simples cintas textiles centimetrádas. Los sistemas dinamométricos permitían calcular la fuerza muscular.

Las segundas, eran “Máquinas para el tratamiento”, aparatos basados en el aumento de la resistencia mediante poleas, resortes y pesas. Para la utilización de éstas, su sistema consistía en emplear al igual que hacía con las mancuernas y las barras, pesos medios, realizando sólo dos series de diez repeticiones por ejercicio e intercalando con otra serie a manos libres de ejercicios respiratorios.

Santiago Ramón y Cajal siempre confesó que en su temprana pasión por la anatomía influyó sus inclinaciones hacia la gimnasia culturista, que le lleva a una profunda curiosidad por el conocimiento anatómico y por ello, estudia la carrera de Medicina y se especializa en anatomía, pero en este caso, en la anatomía de los tejidos y la célula vistos al microscopio (histología).

13 jun 2021 / 00:35
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