Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h

Zaragoza y Compostela ante el Pilar, contrapuntos armónicos

Ni la virgen se apareció en octubre al Apóstol Santiago, ni Compostela es Zaragoza, pero dejando a un lado discrepancias y diferencias, ante otro 12 de octubre detengámonos en varias curiosidades y casualidades (contrapuntos) que el devenir nos ha aportado en torno a esta festividad a nivel musical.

Zaragoza no es Compostela, aunque las una esa hermosa y singular tradición de todos conocida: la aparición de la Virgen “en carne mortal” a nuestro Apóstol Santiago a orillas del Ebro. En Zaragoza, se construyó el primer templo cristiano dedicado a la Virgen sobre el famoso “pilar” y, en este otro extremo, se hizo lo mismo sobre la tumba del “amigo del Señor”, como se escucha al son de su himno, mientras el balanceo del Botafumeiro deja a todos sobrecogidos ante tal singular escena, llena de sentido litúrgico y no poca espectacularidad.

La catedral jacobea, centro de peregrinación erigido como si emanase de aquella “firme y segura columna”, está pues felizmente vinculada con la catedral pilarista, santuario mariano de no menos resonancia multisecular. La construcción de ambas tuvo sus avatares particulares y vano sería pretender resumirlos. Igualmente, la música que ambas generaron es de tal singularidad que difícilmente se podrían parangonar pues cada catedral es única y su vida musical, no tiene semejanza con ninguna otra. De ahí que solo se apunten aquí pequeñas venturas y desventuras armoniosas, en memoria y refuerzo de esa hermandad.

Ambos templos se fraguaron en el medievo, como tantos otros. En Zaragoza no hubo un Maestro Mateo que esculpiese un Pórtico como el de Santiago, pero -curiosidades de la historia- se cree que por allí pasó el monje Arnaldo, en su regreso de Compostela camino de Ripoll, tras haber realizado una de las copias más antiguas del Calixtino en nuestra ciudad.

Durante el renacimiento y el barroco se desarrollaron sus respectivas capillas de música, según el modelo que se seguía en toda la península. Los “cantores” poco a poco adquirieron mayores funciones, hasta abarcar otros cometidos: dirigir y formar a otros músicos del templo, ocuparse de los niños de coro -cantera y futuro de toda capilla de música- y componer lo se les encomendaba para la liturgia.

En plena transición al clasicismo, el cabildo compostelano encabezó una maniobra colosal y decisiva. El maestro Cifuentes, de avanzada edad y enfermo, estaba necesitado de un ayudante-sustituto y acordó fichar al mejor maestro de capilla que hubiese en España o, en su defecto, buscar al más sobresaliente fuera del país, sin escatimar gastos. Se pensó, casualidades de la historia, contratar a un aragonés, F. J. García Fajer. Con un amplio y sólido currículo forjado en Italia y Alemania y afamado compositor de óperas, conocido como El Españoleto, declinó venir, al parecer por motivos personales, aunque puede que la reputación que tenía entonces ya en Zaragoza, sumada a la ancianidad de su madre, fuesen determinantes para rehusar tal traslado.

Otros dos baturros, pupilos del anterior, tentaron entonces al cabildo de Santiago. Fueron P. Aranaz y C. Echevarría que vieron cómo se les ignoraba, quizás ante la decepción de la respuesta de su maestro o, más probablemente por haberse tomado ya en Compostela una determinación más afín a sus intereses.

Y es que, entre elegir a tres músicos españoles (aragoneses) formados en el estilo italiano -que era el que imperaba entonces- y un italiano de pura cepa, se optó por el original y no por las copias. El contrato con el nuevo maestro en ciernes, BuonoChiodi (Salò, 1728), lo realizó en Italia el canónigo Joaquín Pardo, por encomienda del cabildo. En junio de 1770, arribó en Compostela, con un nutrido baúl de partituras y un par de prometedores y jóvenes alumnos. Tenía 42 años y una trayectoria musical que aún resulta un enigma. Sus trece años en Compostela -falleció en 1783- fueron determinantes, legándonos más de 600 piezas que demuestran su destreza para la composición y una enorme capacidad de trabajo. Sus restos, por propio deseo, fueron enterrados en el convento de las Carmelitas de esta ciudad. No fue poca la ganancia pese a que no hay rastro de su aprecio musical por la Virgen del Pilar.

Casi medio siglo después, otro compositor, Ramón Palacio, al parecer, también natural de Zaragoza y maestro de capilla en Santiago entre 1826 y 1863, hizo por fin honor a la Pilarica en Compostela con una “Misa a cinco y diez voces” y a toda orquesta. Sin embargo -curiosidades de la historia- no la compuso aquí, sino en Zaragoza como se lee en la partitura de su puño y letra: “Esta misa la principio a trabajar el día 4 de enero y la concluyo el 24 por la mañana. Sirvió para el 29 de dicho mes y ano”. Esa misa reposa -¡como tantas otras!- muy cerca de sus restos, depositados en el claustro de nuestra catedral.

Zaragoza no es Compostela, cada catedral es un mundo y además la historia es caprichosa y está llena de pequeñas sorpresas. Pero ahí reside la riqueza de nuestro pasado y de su patrimonio artístico y musical. En Zaragoza no faltan misas e himnos a la Virgen del Pilar (el más conocido, obra del catalán J. B. Lambert), mientras que en Santiago disponemos de no menos producción musical destinada al Apóstol, como ese himno del “Santo Adalid”, que ahora cumple un siglo, citado al inicio y que, casualidades de la historia, compuso otro zaragozano, Manuel Soler Palmer, nombrado por oposición beneficiado maestro de capilla en Compostela en 1899. Compaginó esta plaza con la de catedrático de Música de la Escuela Normal de Magisterio, primero en Santiago y luego en Madrid. Allí murió en 1954, ocupando un cargo que es el más longevo que se recuerda en la catedral compostelana, no habiendo residido en esta ciudad -curiosidades de la historia- la mayor parte de su vida. No alcanzó a ver cómo cuatro años más tarde la Fiesta de la Hispanidad pasó a coincidir con el 12 de octubre, unida a la del Pilar. Y aun tendrían que transcurrir tres décadas para figurar este día en el calendario como Fiesta de España.

¡Que dure y perdure la dicha de esta tradición pilarista y jacobea, hispana y nacional!

A garimoso deber convida cuando nobleza baturra obliga... en aras de tal entidad.

*A todas las Pilares en general, y a una en particular que en esta fiesta celebra un “tres en uno” de aniversarios... ¡Muchas felicidades!

11 oct 2020 / 00:27
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
Tema marcado como favorito