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12-DE XULLO. Ayer se puso punto y final a una contienda electoral marcada por la pandemia coronavírica y la llamada nueva normalidad // Una disputa de votos enmascarada en muchos aspectos, no solo por las mascarillas. TEXTO Mónica Sequeiro

Principio, brote y desenlace de la campaña más imprevisible

Ha durado quince días, como siempre, y ha habido mítines, polémicas, visitas a las vacas y las bateas, paseos, retrasos y lluvia, pero nada ha sido igual en la campaña electoral gallega. El brote de coronavirus en A Mariña, por el que algunos partidos han planteado hasta una nueva suspensión de las elecciones, ha supuesto el punto de inflexión en esta carrera hacia las urnas marcada por las mascarillas, la distancia interpersonal y los ‘codazos’, tanto literales como figurados.

Ya se acabó el darle las manos a los posibles votantes, coger a los bebés en brazos para la foto; no queda ni rastro de la empanada, ni de las comidas con los candidatos, ni de los mítines que eran casi verbenas y se alargaban hasta altas horas de la noche.

Los medios de comunicación no han podido acceder a algunos de los sitios a los que han ido los candidatos, la pandemia del coronavirus ha servido como coartada para limitar la presencia de periodistas al gusto de los partidos. Ha sido una campaña enmascarada en muchos aspectos, no solo por las mascarillas.

Aunque esta contienda de la ‘nueva normalidad’ ha traído muchos cambios, el bipartidismo sigue ahí –a la espera de ver si el Bloque da o no el ‘sorpasso’ a los socialistas– y tanto el PP como el PSOE ven estos comicios, también, en clave nacional.

Para el candidato del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, el adversario a batir parece más el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que cualquiera de los candidatos de la oposición en Galicia, a los que ni ha querido mentar por su nombre en esta campaña, por eso de que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio.

Ha intentado presentar estos comicios en términos de elección entre él y el caos del “multipartito” y ha parecido regirse por la máxima de estar en el mayor número de sitios en el menor tiempo posible y coincidir solo lo imprescindible con el líder de su partido, Pablo Casado.

Con unas encuestas que le sitúan como virtual ganador de las elecciones, tiene claro que el otro enemigo a combatir, aparte de Sánchez, es el exceso de confianza que puede hacer que sus votantes se queden en casa y el “miedo” a ir a votar que cree que está sembrando la oposición.

Pero el riesgo de unos niveles históricos de abstención por culpa del covid-19 también preocupa al candidato del PSdeG, Gonzalo Caballero, que en abril se veía acariciando la presidencia de la Xunta y ahora ha tenido que nadar contracorriente para tratar de mantener la imagen de alternativa viable a Feijóo.

El desgaste acumulado en los meses más críticos de la emergencia sanitaria ha derivado en que los miembros socialistas del Gobierno hayan entendido esta campaña en Galicia como una forma de validar ante la opinión pública su gestión de la pandemia. Por eso, Caballero ha contado prácticamente en todos los días de su campaña con el apoyo de algún miembro del Ejecutivo central, con Sánchez a la cabeza, que se han centrado en defender las medidas adoptadas para frenar al virus y la crisis socioeconómica derivada y criticar a la oposición por falta de lealtad en estos meses.

En los actos de los dos grandes partidos estatales se ha dejado sentir, y mucho, el impacto del coronavirus, porque ya no han sido multitudinarios. Los mítines parecían más ceremonias de boda civil entre el candidato y los militantes y los paseos no han sido como los de un torero sino como los de un famoso de incógnito.

El BNG, por su parte, ha dado un giro a su campaña , con los ya habituales actos por streaming pero también con encuentros por Zoom con la militancia o a través de las redes sociales, como un cortometraje, cuestionarios en vídeo a los cabezas de lista o vídeos para detallar su programa. El coronavirus ha obligado a hacer una campaña más virtual que real.

El BNG ha potenciado este aspecto de su estrategia y también ha jugado la baza de llamar a “hacer historia” situando a Ana Pontón la primera mujer “nacionalista y feminista” en la presidencia de la Xunta de Galicia.

El candidato de Galicia en Común, Antón Gómez-Reino ha contado en dos ocasiones con el respaldo de su jefe de filas y vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, que lo arropó en sendos mítines en Vigo y A Coruña.

Pero ha sido el mar, una de sus pasiones, el eje de su estrategia de campaña ya que, bajo el lema “mollarse polo cambio” (mojarse por el cambio) ha podido darse el chapuzón de rigor antes de cada mitin y poner como testigo a las redes sociales para compensar la reducción de actos masivos.

También ha sido una campaña sin baños de masas la campaña de Pancho Casal, candidato de la Marea Galeguista, que ha optado por numerosos actos sectoriales, recorriendo Galicia en pequeñas reuniones con colectivos, asociaciones e instituciones para recoger sus demandas.

Con el cierre oficial a medianoche de hoy de esta campaña tan atípica, la suerte está echada para los distintos candidatos.

Caballero ya ha anunciado que está dispuesto a estrenarse y darle un sorbo, o medio, a un cubata si los resultados le permiten gobernar porque dice que nunca lo ha probado.

Feijóo seguro que prefiere que siga abstemio y Pontón ser ella la que tenga que celebrar, pero habrá que esperar para saber qué deciden las urnas. O preguntar al hombre del tiempo para que pronostique si hará día de playa o de votar.

10 jul 2020 / 22:46
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