Experto en edadismo: Todos envejecemos cada día, es incongruente ser edadista

El edadismo es exógeno, nace en los demás y se traduce en una discriminación de la que la sociedad no es enteramente consciente

Persona mayor leyendo un libro

Persona mayor leyendo un libro / Esteban Delaiglesia

Ramón Martínez/EFE

La sociedad española está cosida de lado a lado por la discriminación del edadismo, un “apartheid cronológico” firmemente asentado sobre prejuicios que hay que combatir por razones obvias de justicia social, pero también porque resulta poco inteligente orillar tanta experiencia y saber y porque ante el predecible incremento de la longevidad de los españoles a no mucho tardar “no habrá administración que lo aguante”·

Este es, de manera muy sucinta, el resumen del argumentario de Xaime Fandiño, miembro de la Cátedra de Edadismo, iniciativa pionera en Europa impulsada por la Asociación de Familiares Enfermos de Alzheimer y otras Demencias de Galicia; por Atendo, entidad dedicada a acompañar en los cuidados a las personas mayores y sus familias; y por la Universidad de Vigo.

“Todos envejecemos cada día, no lo notamos porque el tránsito es largo, pero a todos nos toca, es incongruente ser edadista”, afirma con rotundidad a Fandiño, “un viejo” de 70 años con un discurso tan acelerado como didáctico, siempre enriquecido con ejemplos.

YO SOY VIEJO Y ENCANTADO DE ELLO, NO SOY SILVER NI TERCERA EDAD

“Yo soy un viejo, y encantado de ser viejo. Viejo en gallego es ‘vello’, bonito. A mí que no me llamen silver, ni tercera edad, ni senior ni carralladas de esas. Eso son eufemismos para expresar de otra forma ‘puto viejo’. Hay que eliminar ese estigma. Hay que actualizar esa palabra”, afirma Fandiño.

Pero eso lo dice más tarde, después de explicar rápidamente que el edadismo es “cronológico, es biológico y es sociológico”, tres adjetivos que no tienen por qué coincidir en la misma persona: “Puedes parecer muy joven y ser muy viejo o viceversa, puedes ser socialmente muy joven o muy viejo, la edad no es sólo cronología, ese es el asunto”.

El edadismo, continúa, puede ser endógeno, y se da cuando una persona se dice a sí misma que determinada actividad o forma de hacer las cosas “ya no es” para ella: “La clave para decir eso es tu edad. Y si el edadismo es endógeno, es el abismo”, subraya Fandiño, doctor en Comunicación Audiovisual con un Máster en Filosofía.

Pero, sobre todo, el edadismo es exógeno, nace en los demás y se traduce en una discriminación de la que la sociedad no es enteramente consciente y que se resume en el acrónimo PSA: Pensamiento, que son los estereotipos; Sentimiento, que son los prejuicios; y Acción, que es la discriminación.

Fandiño lo explica con un ejemplo real, el de unos conocidos en edad adolescente que fueron a un establecimiento a tomar un bocadillo y que vieron, cuando el local se llenó, cómo eran apremiados por el camarero a abandonar la mesa para dejar sitio a los que estaban llegando.

“Los echó porque eran muy jóvenes. Si estoy yo no los echan, si uno de ellos es gay o negro, se monta, pero por la edad, no. La discriminación por edad hace mucho daño porque solo se da cuenta quien la recibe”, explica.

Sexismo, racismo y edadismo son los tres ismos discriminatorios, asegura Fandiño, pero no se combaten los tres con la misma tenacidad, si bien algo puede estar cambiando, como demuestra la difusión, el año pasado, del Informe mundial sobre el edadismo publicado por Naciones Unidas y del que es coordinadora la coruñesa Vânia de la Fuente-Núñez, que dirige la Campaña Mundial contra el Edadismo de la Organización Mundial de la Salud.

El informe sugiere cómo combatir el edadismo: con políticas específicas, legislación y educación sobre el envejecimiento y el contacto intergeneracional, pero Fandiño entiende que el orden de estos tres factores no es el correcto y que hay que comenzar por el último de los tres.

SIN RELACIÓN INTERGENERACIONAL, SE HABLA DE PRÓSTATA Y SINTROM

“Los viejos, muchas veces, no tenemos relaciones intergeneracionales, así que cuando nos juntamos gente de la misma edad las conversaciones van sobre cáncer, Sintrom, próstata y colesterol”, afirma.

Si suena deprimente es porque posiblemente lo es, y si sucede de este modo es porque no existen lugares propicios para desarrollar esas relaciones intergeneracionales.

Lo son, dice Fandiño, los parques en los que los propietarios de perros pasean a sus mascotas, o las lavanderías públicas tan comunes en Estados Unidos, a las que acude gente de todas las edades que charlan mientras esperan a que las lavadoras les devuelvan la ropa limpia, pero poco más.

“Te jubilas y al cabo de tres meses estás en casa y te relacionas con gente mayor y con tus nietos si los tienes. Te quedas fuera de la sociedad. Por eso la intergenracionalidad es la base de todo. Tú puedes dar conocimiento, casuística y experiencia a la gente más joven y ella te puede dar vitalidad”, afirma, pero eso no sucede con demasiada frecuencia.

Otro ejemplo: “Yo hice un máster en Filosofía en 2018 y tenía compañeros de todas las edades, y a veces coincidíamos con los de la Universidad para mayores, y nunca se juntaban con nosotros, tenían su propio veto cronológico. Esos vetos existen, hay poquísimos lugares de intercambio generacional”, afirma.

“Sólo quien lo sufre lo ve, a veces no se detecta y hace mucho daño porque la gente se ve acosada únicamente por un código de edad”, continúa.

A VECES EL TRATO A LOS MAYORES "ES INFANTIL"

Fandiño lamenta también la discriminación positiva, que él detecta con frecuencia y que desemboca en que “el trato a veces a los mayores es infantil”, lo cual sucede porque existe “una visión demasiado homogeneizada del mayor”.

Evitarlo, asegura, pasa por “aprender a envejecer desde niños. Tiene que ser una materia. Nadie te prepara para tu jubilación, tienes que tener un plan vital desde la jubilación a la dependencia, que cada vez son más años de vida ¿qué vas a hacer? Ese espacio vital cada vez va a ser más largo, va a haber gente de 120 años con hijos de 90 años, ese es el escenario futuro, y o nos preparamos ahora o no hay administración que lo aguante”, afirma.

Para ello, “hay que readaptar lo que tenemos, intercalar a la gente en los barrios, hacer relaciones, que la gente pueda hacer cosas, altruistas o incluso generando dinero. No puede ser que te digan que no puedes hacer nada más, que te pagan la pensión y ya”.

Las personas mayores viajan, tienen teléfono móvil, manejan WhatsApp e incluso Tinder, se relacionan, pero “dices viejo y piensas en un tipo con un bastón; es como si pensaras en un joven y lo identificases con un botellón”, estigmas que hay que eliminar, según Fandiño.

“Que seas mayor no implica que tengas un problema físico o cognitivo. Puedes tenerlo o no, como un joven; hay que acabar con el tema de la pena con el mayor” y en su lugar estimular a la gente para que tenga un plan vital.

“Cuando venga el plan de contingencia, la sociedad tiene que echar una mano, pero desde el momento administrativo de la jubilación hasta la dependencia eres una persona con tus problemas, como todo el mundo, pero son asuntos a resolver, más que problemas".

"Yo, cuando me levanto noto mis 70 años, pero eso está bien, si no te duele nada es que estás muerto. Pero si te juntas con tu gueto cronológico se da una conversación impresentable; cáncer, dolor y muerte”, concluye para reivindicar de nuevo la intergenaracionalidad como clave para eliminar la discriminación del edadismo.