El inusual cargo de la Guardia Civil relacionado con el Pazo de Meirás

Durante el régimen franquista el Pazo de Meirás funciona como un edificio público gestionado por las administraciones

Imagen de archivo de un Guardia Civil entrando en el Pazo de Meirás

Imagen de archivo de un Guardia Civil entrando en el Pazo de Meirás / EFE

Aunque el Pazo de Meirás fue construido en el año 1893 por orden de la escritora Emilia Pardo Bazán en unos terrenos que la familia tenía en la localidad coruñesa de Sada con la intención de proyectar de puertas hacia fuera su personalidad, lo cierto es que la gran mayoría de la población asocia este pazo a la figura de Francisco Franco.

¿Cómo llega el Pazo de Meirás a manos de Franco?

A la muerte de Emilia Pardo Bazá, sus hijos heredan sus posesiones, la mayoría de ellas vendidas, pero el Pazo de Meirás lo hace con una característica especial, como mejora de herencia para su nieto Jaime Quiroga, quien fallece, al igual que su padre, Jaime Quiroga y Pardo Bazán, al comienzo de la Guerra Civil. Tras ello, el Pazo de Meirás pasa a manos de la viuda del hijo de Emilia Pardo Bazán, Manuela Esteban Collantes y Sandoval.

Ya en 1938, en plena Guerra Civil, una serie de personas en la ciudad de A Coruña, élites políticas y económicas del nuevo régimen entre las que se encuentran Pedro Barrié de la Maza, deciden regalar a Franco un pazo para que se convierta en su residencia. El escogido finalmente no fue otro que el Pazo de Meirás. “A partir de ahí inicia el proceso de compraventa, eso tenía un coste. También había que sumar el precio de las reformas que se realizan para adaptar el Pazo de Meirás a Franco, eso multiplicaba el valor y, para hacer frente al coste, se recurrió a una suscripción popular, algo muy habitual en ese momento para financiar al ejército sublevado, que era de carácter forzoso. Se obligó a los concellos de la provincia de A Coruña a reunir una cantidad concreta y estos, a su vez, exigieron a sus vecinos una cantidad en concreto. Además hay que sumar que se ampliaron los terrenos del pazo en torno a 6 hectáreas por medio de compraventas forzosas”, señala el historiador y profesor de enseñanza secundaria Manuel Pérez Lorenzo, autor también de la obra.

Durante el régimen franquista el Pazo de Meirás funciona como un edificio público, las administraciones así lo consideraban, por lo que se encargaban de su gestión y de sufragar todos los gastos que ocasionaba el uso de una residencia que se convirtió en todo un símbolo del poder. Una buena muestra tuvo lugar en el verano de 1943, en medio de la Segunda Guerra Mundial, cuando el embajador inglés en España, Samuel Hoare, mantuvo una reunión de urgencia con Franco en la localidad coruñesa de Sada. En ella, los británicos le dieron al dictador un ultimátum: o cedía en cuestiones como el tráfico de wolframio, el espionaje alemán, la utilización de los puertos por los barcos italianos y alemanes y dejaba de ayudar a las potencias del Eje o podía enfrentarse a una invasión que muy posiblemente tenía previsto producirse en Galicia.

El inusual cargo de la Guardia Civil en Meirás

No es la única curiosidad que dejó la estancia de Franco en Meirás. Según revela Pérez, el dictador puso en marcha una explotación agropecuaria en la que se cultivaron patatas y millo entre otras cosas, incluso se criaban animales. Esta estaba gestionada por el Ministerio del Ejército y la persona que se encargaba de ella era un guardia civil que tenía una categoría especial, el de guardia civil hortelano. “Es algo bastante inaudito. Estamos hablando de una explotación agropecuaria que era gestionada por el Estado, gestionada además por organismos tan dispares y tan disparatados que se dediquen a esto como era el Ministerio del Ejército, pero no acababa aquí la cosa, eran trabajadores públicos los encargados de la comercialización de los productos que generaba esa explotación, que en su mayoría eran comprados por el propio Estado, y sus beneficios se los llevaba Franco a título particular, quien los declaraba en su declaración de la renta”, señala Pérez.