Más de 68.000 gallegos mayores de ochenta años tienen el permiso de conducir en vigor

La DGT realizó una modificación de los plazos de renovación del permiso en 2009, hasta aquel momento a partir de los 70 se pasaba revisión bienalmente, ahora a partir de los 65 se hace cada cinco años

El exdecano de Filosofía, Carlos Baliñas, es uno de esos 68.052 gallegos, a sus 92 años continúa al volante  / Jesús prieto

El exdecano de Filosofía, Carlos Baliñas, es uno de esos 68.052 gallegos, a sus 92 años continúa al volante / Jesús prieto / Mateo G. triñanes

La noche del 7 de mayo pudo acabar en tragedia en la parroquia de San Miguel de Deiro en Vilanova de Arousa. En plena celebración de las fiestas patronales con la actuación de la orquesta París de Noia como plato estrella, un vehículo conducido por una mujer de 82 años colisionó contra la carpa en la que se desarrollaba el concierto, dando como resultado un total de 18 heridos de diferente consideración. Un desenlace bastante afortunado para lo que pudo haber sido. Episodios como el relatado reabren cíclicamente el debate acerca de los requerimientos que deben cumplir las personas de mayor edad para poder continuar al volante, así como la periodicidad de las renovaciones del permiso.

En Galicia hay en este momento, según datos actualizados por la Dirección General de Tráfico (DGT), un total de 68.052 conductores de más de 80 años de edad, y que tienen en vigor, lo empleen o no, el carné de conducir en al menos una de sus diferentes modalidades.

Antes de 2009, los permisos ordinarios (A y B) se renovaban cada diez años hasta cumplir los 45, luego cada cinco hasta los 70 años y a partir de entonces, de forma bienal. Fue en ese momento, cuando la DGT decidió modificar los plazos pasando a intervalos de diez años hasta los 65 años y de cinco para aquellos que superen esta edad.

Eva Muíños, coordinadora de tráfico del Colegio de Psicología señala que desde el primer momento no entendió esta modificación de los plazos de renovación, ya que al igual que los propios vehículos, que pasada cierta edad tienen que pasar por la inspección técnica con mayor asiduidad, el factor humano también se devalúa y las revisiones son necesarias con mayor periodicidad.

“Estamos falando de xente de 65 anos, pero tamén de 90 ou de máis que pasan cinco anos sen que ninguén evalúe se realmente segue ben. Ata o momento do cambio estabamos facendo revisións lonxitudinais aos maiores de 70 anos. Aí vas vendo, en cuestión de cada dous anos, se a persoa segue igual ou se tivo un baixón. Nós pedímoslle á DGT volver a isto”, explica Muíños. Sin embargo, por el momento el organismo dependiente del Ministerio de Interior no tiene sobre la mesa revertir esta modificación, a pesar de que su presidente, Pere Navarro, se posicionó el pasado febrero claramente a favor: “Prorrogar cinco años el carné a alguien con 90 años parece raro”.

No se trata en ningún caso de establecer una edad máxima para la conducción, sino de ejercer un control más frecuente de las condiciones psicofísicas que aporte una mayor seguridad al volante tanto al propio usuario como al resto de vehículos. De hecho, tal y como señala Muíños, los conductores sénior acostumbran a ser más prudentes al volante.

Los datos de la DGT, de hecho, ratifican su afirmación ya que la tasa de siniestralidad de los conductores entre 65 y 75 años es menor a la de los menores de 25 y el índice no adquiere una tendencia alcista hasta superar la frontera de los tres cuartos de siglo.

“Os pequenos toqueciños na chapa adoitan ser o primeiro indicativo de que os cálculos xa non son os mesmos, tanto de velocidade, como de distancia e de reacción”, puntualiza Muíños acerca de cuales deben ser las primeras señales a tener en cuenta tanto por parte del propio conductor, como de su familia.

Es este entorno, el familiar, el que debe ejercer también como mecanismo de control en este sentido, según apunta José Ramón García, presidente de la Federación Gallega de Autoescuelas: “Así como otras culturas sí lo hacen y se responsabilizan de que sus capacidades ya no son las mismas, pues a lo mejor nuestra forma de ver las cosas no nos permite hacerlo, pero, ¿por qué el entorno familiar que sí que sabe cuando una persona debe o no conducir, no hace nada?”.

El representante de las autoescuelas gallegas cree que es necesario realizar charlas formativas entre este colectivo para hacerles ver los riesgos y los principales detalles psicofísicos que pueden mermar sus habilidades de conducción. “Hay muchísima gente que no tiene buena vista y algunos no lo saben, para ellos son los parámetros normales y dentro de ellos sobreviven sin que en muchos casos se den cuenta que no ven bien, o que no ven con la profundidad suficiente”, explica García.

En esa labor formativa lleva alrededor de quince años trabajando la psicóloga Eva Muíños no solo con los propios conductores, si no también con los equipos que se encargan de realizar estas evaluaciones. “Hai xa moito tempo que estamos facendo formacións específicas pola nosa conta para formar aos compañeiros para que realmente se fagan valoracións serias das condicións, sexan de tipo cognitivo, de coordinación ou do tempo de reacción”, apunta.

Galicia por el carácter rural y la dispersión de sus núcleos de población es una comunidad en la que la utilización de un vehículo privado es prácticamente de carácter obligado en muchas ocasiones, con kilómetros de distancia entre la vivienda y los servicios básicos. Además, esta tendencia de incrementar el número de conductores sénior va a ir a más en los próximos años.

“Pronto imos estar máis poboación conducindo con idades altas, incluso que xente nova que non quere conducir e usa máis outros medios de transporte”, explica Muíños. Es por ello que, en su opinión, “hai que atopar ese equilibrio no que se minimiza o risco e á vez se permita unha mínima independencia”.