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alimentación. Sin frutas ni verduras, pescaderías sin producto, neveras en las que de las chuletas solo queda el nombre y pasta de ‘marca blanca’, precios del aceite de oliva por las nubes por falta del de girasol y caducidad en 24 h TEXTO Ángela Precedo

Hacer la compra: una odisea entre estanterías vacías y restos de ‘stock’

Nos habíamos acostumbrado a tener toneladas ingentes de alimentos que, en muchos casos, no necesitábamos a la altura de la mano, a un ‘pip’ de la tarjeta de crédito. Ir a un supermercado implica normalmente gran variedad de opciones para un mismo producto: veinte marcas de leche diferente, diez de pasta y quince de pan. Los techos cada vez se diseñan más altos para poder almacenar tal cantidad de producto, con estanterías cuya profundidad parece infinita a ojos del cliente.

Y pensamos que todo esto ha estado con nosotros desde siempre, sin valorar lo que significa querer algo y poder comprarlo a cinco minutos de casa, en cualquier tienda. Sin pensar todo el proceso de distribución y transporte que hay detrás de ese alimento para poder estar en nuestras manos. Ni nos plantebamos que esto pudiese fallar algún día. Hasta este 2022, con la llegada de la guerra de Ucrania, la subida del precio de los combustibles y el parón de los camioneros, ahogados por tener que seguir trabajando a pérdidas mientras la gasolina y el gasóleo para llenar sus tanques no deja de subir.

A día de hoy, entrar en un supermercado para realizar la compra semanal se ha vuelto una verdadera odisea, un discurrir con un carro a medio llenar entre estanterías vacías y otras con restos de ‘stock’ y las conocidas como ‘marcas blancas’; y un paseo entre etiquetas con números cada vez más grandes, por precios que no dejan de encarecerse. Desde EL CORREO hemos visitado este viernes al mediodía tres supermercados diferentes en el entorno de la ciudad de Santiago para observar cuál es la realidad para el consumidor que llega con una lista básica de la compra para poder cubrir sus necesidades.

IMPOSIBLE ENCONTRAR PLÁTANO DE CANARIAS O FRUTAS TROPICALES. Toda buena dieta parte de un alimento fundamental: productos de la huerta, desde verduras hasta fruta. En los expositores de las fruterías de grandes superficies apenas quedaban veinte manzanas junto a unas cuantas naranjas y plátanos (no de Canarias, cuyo cajón se encontraba vacío). Esas eran las pocas opciones de alimentación ‘verde’ entre las que se podía elegir, y sin prestar demasiada atención a su calidad, pues las que quedaban ya parecían haber madurado demás. En caso de buscar un producto menos autóctono, como pueden ser los aguacates, ya era misión imposible. Y en el plano de las verduras, las ensaladas parecían haber salido por su propio pie de las fresqueras, pues ni una en condiciones quedaba.

CONGELADORES CON CUATRO ENVASES DE SALMÓN Y BACALAO. Para continuar con una alimentación sana pasamos a la parte del pescado. Y será mejor directamente hablar del pescado congelado y ya troceado, pues en las pescaderías por no haber no había ni empleadas trabajando. Cerradas por completo ante la falta total de producto, con el hielo blanco sin ninguna mancha, sin rastro de que se hubiese posado producto sobre él desde hacía una buena temporada (tres días al menos). En las neveras, escaseaba también el producto envasado: salmón, merluza, dorada, sepia, lubina, bacalao... Cuatro bandejas como mucho de cada, en el fondo de unas neveras enormes preparadas para almacenar kilos y kilos de producto. Para poder comer pescado... Lo mejor era coger el congelado, como aros de calamar o patas de pulpo, sin duda no frescas, pero un apaño.

CUATRO OPCIONES ESCASAMENTE DE CARNE. Para una comida equilibrada, continuamos por la sección de carnes. La cantidad ingente de bandejas preparadas con todo tipo de condimentos, colores, sabores y cortes se reduce ahora a cuatro alternativas muy básicas. La ternera gallega, producto de lujo; los filetes de cerdo, un espejismo; el lomo, una farsa; y el pollo... Bueno, pollo sí había todavía de algunas marcas pero... O lo comes en menos de dos días o a la basura con él, pues la fecha de caducidad de las pocas carnes que quedaban más que corta era una contrarreloj.

NI HARINA NI PAN FRESCO. A los transportes, en la parte de los productos elaborados con cereales y maíz se suma la guerra de Ucrania y la imposibilidad de que salgan mercancías de sus puertos, así que... Adiós a la pasta, al menos la de marcas conocidas por todos, quedando algunos paquetes de ‘marca blanca’. Adiós a la harina, ni un triste paquete aunque sea en el fondo de la caja. Y adiós al pan fresco. Unas cuantas barras de hace tres días si acaso que darán paso a estantes despejados en menos de 24 horas.

MÁS DE VEINTE EUROS POR CINCO LITROS DE ACEITE DE OLIVA. También de Ucrania venía gran cantidad de aceite de girasol, el ahora sí ‘oro líquido’, que parece un invento, algo que nos han dicho que existía pero no aparece por ninguna parte. Solo queda el aceite de oliva, que rellena los huecos (sin ser suficiente) que dejó en su día el de girasol, Pero con desorbitados precios que superan los 20 euros por cadacinco litros.

SIN ESTRELLA GALICIA Y CON POCAS ALTERNATIVAS DE LECHE Y AGUA. Y en toda comida debería haber también bebida... Si para el desayuno éramos consumidores habituales de leche, habrá que aprovechar para hacerse con los últimos cartones que quedan de las marcas que todavía están repartiendo, pues hay varias de las que solo queda el nombre. Lo mismo sucede con el agua, aunque por el momento hay una variedad importante, parece que ya hay marcas que han dejado de producir (a última hora habrá que tirar de la del grifo). Y, para los amantes de la cerveza... La peor noticia que podían recibir: Estrella Galicia cesó la distribución y ya no hay existencias en casi ningún supermercado.

19 mar 2022 / 01:00
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