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En proceso de recuperación constante, la gallega mantiene que “la vergüenza es mayor” para las mujeres TEXTO Jorge Garnelo

La dolencia que anestesió a Bea con negación

“El alcohol te anestesia”, mantiene Bea, actual miembro de Alcohólicos Anónimos Galicia. Tras cuatro años sin beber, la gallega confiesa que su enfermedad reside en “la negación”. Para afrontarla, según indica, debe llegar el peor momento, ese instante idóneo: “Tienes que tocar fondo”.

Nunca vivió ningún caso de alcoholismo en la familia, pero su madre murió cuando era joven, quedándose con un padre militar muy exigente que le trasmitió “mucha inseguridad”. Entonces era tímida.

Con 18 años, comenzó a beber para desinhibirse: como hace la juventud ahora todos los fines de semana. Sin embargo, notaba que “bebía más que los demás”. Abría y cerraba noches entre puestas o amaneceres.

“No fui nada ambiciosa”, reconoce, aunque le “fue muy bien laboralmente”. “Me casé y tengo dos hijos”, comenta Bea sobre como prosiguió su vida, mientras seguía siendo una “bebedora social” los festivos.

Tras “15 años en Inditex” con un puesto de directiva, recibió una llamada del Corte Inglés para trabajar en Madrid. Un reto que decidió asumir pero fue “un desastre” al permanecer separada de su familia.

“Caí en una depresión horrorosa”, señala Bea, destacando que su “alcoholismo era latente, pero fue el detonante” irse a la capital. Se agarró a la botella para evadirse, sin imaginar que progresivamente seguiría agravándose su dolencia.

“No hay información, no es algo visible, está bien visto socialmente”, apunta con relación al alcoholismo: “La gente no entiende que es una enfermedad”. Asimismo, remarca que la ebriedad “está muy estigmatizada”, especialmente en las mujeres.

Frases como “que un hombre se coja una borrachera es normal, pero una mujer borracha es patética”, hicieron que bebiera “a escondidas”. “La vergüenza es mayor”, reconoce en ese sentido (al menos en su caso).

En Madrid su hermano la llevó un día a Alcohólicos Anónimos, aunque en vano, pues Bea aun no había tocado fondo, rechazaba tener un problema. Es la enfermedad de la negación, según ella. Tan “jodido reconocerla” por la “ignorancia”.

Abandonó su trabajo en Madrid y volvió a Galicia. Aquí pasaron “ocho o nueve años” de autoengaños y picos. Entró en barrena. “Llega un momento que el alcohol se apodera de ti”, manifiesta sobre “una de las drogas más heavys que existen”.

“Te anestesia, te convierte en otra persona, no eres tu”, añade además. Entre noches llorando, sus familiares también padecieron esta enfermedad, aunque desde otra posición. Al cuidado de su sobrina, cuando ya bebía por la mañana de los temblores, decidió acudir a AA.

“Era mi último recurso”, señala la afectada ahora, que actualmente lleva cuatro años sin probar la bebida. Se siente un milagro: “Si no llego a entrar en Alcohólicos Anónimos estaría muerta o sin familia”.

“Mi vida dio un giro”, apunta, gracias al programa que le hizo ver cómo “cualquier persona puede estar 24 horas sin beber”. El único requisito para conseguirlo es desearlo.

“Rendirte, reconocer que tienes un problema y pedir ayuda es la mayor victoria que puede conseguir un alcohólico”, apunta Bea, admitiendo que “eso es lo que más cuesta”.

Igualmente, evidencia que esto es “una enfermedad crónica” y “la recuperación es para siempre”. En AA todos son recién llegados, sin importar el tiempo que lleven: ella entró el 26 de mayo. Justo el cumpleaños de su madre. Quizás “una señal”.

24 ene 2021 / 00:01
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