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Las cárceles gallegas se vacían de presos de ETA: solo quedan siete

Las nueva política de acercamientos redujo su presencia en los penales de nuestra comunidad// Cuando Grande Marlaska llegó a Interior había el triple

Con el traslado el pasado 28 de noviembre de la presa de ETA Oskarbi Jauregi Amondarian desde la prisión de Teixeiro a la cárcel de Martutene, la nómina de terroristas etarras que cumplen condena en los penales de nuestra comunidad queda reducida a solo ocho miembros: Eneko Goiaskoetxea Arronategui, Aitor Herrera Vieites, Xabier Makazaga Azurmendi y Gorka Martínez Ahedo, en la pontevedresa de A Lama, y Zigor Bravo Saiz de Urabain, Gregorio Eskudero Balerdi, Alberto López de Lacalle Gauna, y Luis Mariñelarena Amondarin, en el penal coruñes en Curtis.

Esta cifra de terroristas vascos internos en Galicia pronto se verá reducida ya que está previsto que Zigor Bravo Saez de Urabain sea derivado de Teixeiro al penal de Burgos en unas horas. Esos siete etarras en nuestra comunidad es la cantidad más baja desde los años 80 del siglo pasado y, desde luego, lo es desde que con Jaime Mayor Oreja como ministro del Interior del Gobierno de José María Aznar, se intensificó la política de alejamiento y dispersión de un colectivo que se negaba a reconocer el daño que provocaban sus atentados.

Precisamente cuando el último día del mes de mayo de 2018 se iniciaba la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy de La Moncloa eran dos docenas los miembros de ETA que estaban saldando sus cuentas con la Justicia en cárceles gallegas, sobre todo en A Lama y Teixeiro aunque también en otros recintos como Bonxe, Monterroso o Pereiro de Aguiar. Ahora ya solo quedan siete y se anuncian nuevos traslados de Galicia al País Vasco.

La llegada de Pedro Sánchez al ejecutivo central, con Fernando Grande-Marlaska en el Ministerio de Interior, produjo un cambio sustancial en la política penitenciaria que provocó una política de acercamiento y reagrupamiento de los terroristas de ETA o al País Vasco o a presidios de las comunidades limítrofes, atendiendo las demandas tanto de Unidas Podemos como de EH-Bildu.

En estos momentos (datos de finales de noviembre) 47 etarras se encuentran ingresados en prisiones de Andalucía; 32 internos en Castilla y León; en Aragón hay 17 presos y en La Rioja son 16. Le siguen Madrid con 11, Galicia 7, Asturias 6 y Cantabria 4.

El colectivo Etxerat, de apoyo familiar al colectivo de reclusos vascos, reclama que “se ponga fin a la política de dispersión” recordando que en estos momentos todavía hay “173 presos políticos vascos en cárceles españolas y 31 en Francia” (en Euskadi cumplen condena otros 17). Señalan que “desde el otoño del año 2018 hasta el momento han sido trasladados en el Estado español, en la gran mayoría de los casos a prisiones más cercanas de Euskal Herria, un total de 88 presos políticos vascos. De ellos y ellas, un total de 19 han sido acercados a cárceles en suelo vasco (4 de ellos quedaron posteriormente en libertad tras cumplir condena). Faltan de realizarse otros 13 traslados y/o acercamientos de los anunciados hasta la fecha”.

La Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), por su parte, denuncia un contexto de “fin de la política de dispersión” que “no exige que los etarras colaboren con la justicia para esclarecer los más de 300 asesinatos sin autor conocido”. También desconfía del “protocolo por el que Prisiones habla de que han asumido la legalidad penitenciaria” y ligan estas decisiones, “a tenor de lo expresado por miembros del Gobierno como el vicepresidente Pablo Iglesias, a la necesidad de contar con el apoyo de EH Bildu para aprobar los Presupuestos Generales del Estado”.

CRÍTICAS
DELITOS DE SANGRE

···La última de los presos de ETA que abandonó Galicia, Oskarbi Jauregi Amondarian, no era responsable directa de cometer atentados aunque sí participó en diversas acciones por lo que acumulaba hasta tres condenas de 2, 13 y 22 años de prisión. Es una excepción en la política de dispersión ya que, como denuncia la AVT, “25 etarras con delitos de sangre figuran en la lista de presos acercados, entre ellos Mikel Azurmendi Peñaga- ricano y Maite Pedrosa Barrenechea, condenados por asesinar al concejal del PP en Sevilla Alberto Jiménez-Bece- rril y su mujer Ascen-sión García, y que cambian la cárcel de Valen- cia por la de Zaragoza.

Dos exjefes de la banda y algunos de los asesinos más peligrosos
La mayoría de reclusas de la organización se integraban, los presos vivían al margen

Por las cárceles gallegas de A Lama y Teixeiro pasaron algunos de los presos más sanguinarios de la banda terrorista ETA, nuestra comunidad era destino obligatorio para aquellos a los que se pretendía separar de sus compañeros.

El núcleo duro de establecimientos penitenciarios españoles para que los etarras cumplieran sus penas, y se produjera el alejamiento de su tierra, estaban en Andalucía: más de mil kilómetros separan a Euskadi de los penales de Algeciras (1.100), Almería 1.005) y los dos de El Puerto en Cádiz (1.020) e incluso en Sevilla (990). Cada desplazamiento de los familiares a visitarlos era una odisea.

Galicia era el siguiente destino de castigo, más por las dificultades orográficas de la vía del Cantábrico que por la distancia, Curtis a 600 y A Lama a 740 kilómetros. Se daba también (como en Andalucía) el componente psicológico del rechazo toda vez que la lista de víctimas gallegas (guardiaciviles y policías) era tan larga como conocida.

Entre los siete presos que todavía continúan en nuestra comunidad hay dos que ocuparon puestos de relevancia en la cúpula de mando de la banda: Alberto López de Lacalle, alias Mobutu, que acumula 81 años de penas; y Luis Mariñelarena, el sanguinario Txapote, que suma condenas por más de 300 años de cárcel, están en Teixeiro, los dos con delitos de sangre. El resto de etarras, tanto en Curtis como en A Lama, son presidiarios que forman parte del grupo que Interior, a cuentagotas, está reagrupando cerca del País Vasco por lo que pronto serán trasladados.

Por Galicia pasaron también algunas de las presas más conocidas de la banda como las dos Idoias, López-Riaño (la Tigresa) y Martínez. Todas las que cumplieron parte de sus condenas en nuestra comunidad se integraron sin problemas en las actividades de sus prisiones, según reconocieron a este periódico algunas excompañeras y funcionarios que coincidieron con ellas. Eran tranquilas y muy solidarias con el resto de las internas.

Todo lo contrario que los presos de ETA a los que no le gustaba nada compartir momentos con los presos comunes, vivían aislados y se mantenían al margen de las actividades comunes... salvo las estrictamente obligatorias.

05 dic 2020 / 23:21
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