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“Es una persona fuerte y sana que puede ayudar a cargar la cocaína”

Los magistrados afirman que participó en los hechos de una forma “consciente y voluntaria”

En la historia del cine hay una larga lista de películas de éxito en las que la trama gira en torno a inocentes que, por necesidades del guión, aparecen como culpables y son condenados. Ya se sabe que cuando se comete un delito se necesita dar con el culpable. El problema es cuando, en vez de buscar al culpable, se busca a “un” culpable, que tiene todas las papeletas de ser inocente, pero que se convierte en perfecto chivo expiatorio para poder decir “caso resuelto”.

Quien no recuerda, por citar algunos ejemplos, los casos que se relatan en la gran pantalla en Cuestión de Justicia, Cadena Perpetua; Huracan Carter o Matar a un ruiseñor. Y no se trata de dictar sentencia o establecer paralelismos. A veces ocurren circunstancias que son definitivas en las que cuesta, y mucho, defender la inocencia de alguien... por mucho que te empeñes en ello.

Si te detienen en alta mar, en medio del Océano Atlántico en un velero con 1.200 kilos de cocaína es difícil de justificar aunque siempre puedas alegar que te viste envuelta en esa aventura sin comerlo o beberlo o, simpliemente, que estabas en el peor de los momentos en el lugar más inoportuno. Lo que sigue a continuación es una de esas historias: la de una chica a la que le, permítase la expresión, le jodieron la vida a pesar de que hay muchos indicios que llevan a pensar que sabía bien lo que había. En este caso solo ella sabe la verdad aunque hay muchos indicios que podrían llevar a pensar que fue víctima de un engaño. O de una maldita casualidad.

Vayamos con la historia. A María (que no es nombre ficticio pero lo suficientemente común para no tener que distorsionarlo) la vida no la trató nada bien. Dejó los estudios y tuvo que ponerse a trabajar muy joven tras la barra de un bar. Y cuando decimos muy joven conviene señalar que apenas había cumplido la mayoría de edad. Era camarera con la llegada de esa pandemia que golpeó con toda su fiereza a la hostelería en el año 2020; es decir, que ella, como muchos otros,se quedó sin trabajo y apenas ingresos.

Ahora dos años después esta muchacha del Concello de Caldas de Reis acaba de comprobar como se consumaba un golpe tremendo, aunque esperado: un tribunal de la Audiencia Nacional la consideró miembro de una organización de narcotransportistas gallegos que pretendía descargar en nuestras costas 1.200 kilos de cocaína. ¿Consecuencia? La condena a pasar los próximos nueves años de su vida en la cárcel.

María tiene ahora 24 y, tras el incidente en el que se vio envuelta, volvió a seguir trabajando como camarera con la clara intención de rehacer su vida pese a que ninguno de los tres jueces que componían el tribunal, Francisco Viera Morante (presidente), su tocaya María Riera Ocáriz (que fue la ponente) y Eduardo Gutiérrez Gómez, la creyeron, como tampoco atendieron sus súplicas los efectivos policiales antidroga que la detuvieron .

Los magistrados fueron contundentes en la sentencia que se conoció esta semana llegando a afirmar que “la acusada tenía perfecto conocimiento de la finalidad del viaje del Nergha cuando salió del puerto de San Adrián de Cobres el día 16 de junio de 2020” y que sus explicaciones exculpatorias “son una hipótesis completamente inverosímil”. Todo ello a pesar de que sus compañeros de travesía dijeron que ella no sabía nada... pero estaba en el velero y allí se habían cargado 1.200 kilos de cocaína de una pureza por encima del 85%.

En el juicio en Madrid María contó que su pareja le había propuesta realizar un viaje de placer y que cuando llegaron a un punto indeterminado del Atlántico le dijeron que se encerrara en el camarote y que no saliera de allí.

“Y pasaba tiempo y no me avisaba y subí y vi el percal le dije qué cojones estás haciendo en qué lío me estás metiendo”, declaró María entre sollozos antes de afirmar tajantemente que “no tenía ni idea de que ese viaje tuviera como finalidad transportar cocaína”.

SITUACIÓN EXTRAÑA. Volvamos atrás , al año de la pandemia. ¿Sabía María dónde se metía? ¿Quería ganar un dinero fácil? ¿La engañaron para dar apariencia de viaje de ocio a uno bien distinta? Vayamos antes con los detalles de esta odisea. La irrupción del Covid fue la perdición de esta muchacha. Y ocurrió en el peor momento, justo cuando las cosas empezaban a aclararse un poco, al menos, cuando ganaba dinero para vivir. En ese trabajo sirviendo comidas y bebidas había conocido a un hombre con el que inició una relación sentimental... a pesar de que la doblaba en edad. Él era el cocinero de restaurante donde trabajaba.

¿Desconocía María, o no quería saberlo, que Juan Gonzalo Iglesias Porto, 40 años de Vilanova de Arousa, estaba casado? Dicen quienes la conocen que confiaba ciegamente en él tanto en el aspecto laboral (era su gran soporte en el curro) como en la vida ya que era partícipe de sus confidencias.

Una de ellas le ilusionaba de forma especial. Juan Gonzalo le contó que se iba a hacerse con un velero y con él podrían navegar. El hombre formalizó la compra del Nergha el 13 de noviembre de 2019. Se trataba de una embarcación de recreo con una eslora de 13,72 metros y manga de 4,37 metros. Pagó por ella 12.100 euros. Poco más supo María salvo que la embarcación estaba en Marina Dávila Sport de Vigo: lo que no conocía es que su novio (al menos eso pensaba ella) era un simple testaferro y que quien estaba detrás de la compra era Guillermo Castro Núñez, otro vilanovés que se encargaba de todo.

El 27 de diciembre de 2019, Juan Gonzalo avisó a María de que iban a probar el barco por la ría de Pontevedra y Arousa. Junto a una tercera persona, que iba a explicarles el funcionamiento, embarcaron en Vigo e iniciaron un periplo vigilado en todo momento por efectivos antidroga. Tanto la embarcación como el dueño estaban en el punto de mira de los efectivos policiales que, previa autorización del juzgado, habían instalado un sistema de seguimiento, una baliza.

Según consta en las investigaciones policiales en aquellas fechas tan señaladas, “el Nergha navegó hasta situarse a la altura de la localidad de A Guarda (Pontevedra), luego cambió el rumbo hacia la ría de Arousa, hacia las 21:30 horas encalló en una zona llamada Os Petons y tuvo que ser rescatado por Salvamento Marítimo hacia las 5 horas del 28 de diciembre cuando fue remolcado hasta el puerto de Xufre, Illa de Arousa, y finalmente sus tripulantes pidieron entrada en el puerto de Vilanova”.

No era una inocentada pero la travesía de prueba estuvo a punto de acabar en tragedia aunque el aviso no debió ser lo suficientemente fuerte para que fuera atendido por María a quien, con apenas 21 años (nació en 1998) la aventura debió parecerle muy divertida. Pero no lo era. Al contrario y lo que vino después sirvió para recordárselo.

RELATO DE LOS HECHOS. No sabía María que los supuestos amigos de su novio; es decir, Juan Carlos Varela Abal, Guillermo Castro Núñez, y Mª del Pilar Porto Riveiro, según la investigación policial, “a finales de 2019 se pusieron de acuerdo para realizar transportes de cocaína en barcos veleros que saldrían de los puertos gallegos y retornarían con su carga a las mismas costas gallegas”.

Uno de ellos era el Nergha que desde que fue adquirido por Juan Gonzalo Iglesias pasó a estar bajo el punto de mira de los grupos policiales. Lo estaba aquellos dos días de diciembre y siguió con posterioridad hasta que el 15 de junio de 2020 se reunieron todos ellos en el puerto de San Adrián de Cobres, en Vilaboa, con la intención de salir en busca de ese importante alijo de cocaína. Allí se cita por vez primera (salvo el incidente del velero embarrancado) a María e incluso los agentes , inicialmente, la confunden con la mujer de Iglesias, cuando subía a bordo con unos maletines.

24 horas después el velero partía sin que sus tripulantes, dos parejas, tuvieran constancia de que estaba balizado y su navegación iba a ser controlada al minuto.

Formaban parte de ella los dos citados y otra pareja, José Carlos de Oliveira (mozambiqueño de origen, portugués de nacionalidad) y Liz Helena Aguilar (brasileña). No se conocían entre ellos y a María les dijeron que iba a llevar a la otra pareja a Canarias mientras que Liz declaró que le habían comentado que ellos llevaban a Ibiza a los otros dos. Un galimatías.

Lo cierto es que, según el informe policial, “el Nergha partió del puerto y con su tripulación hizo una escala en Cascáis y en Lagos (Portugal) y el 23 de junio de 2020 entró en el puerto de Cádiz, de donde salió a las 14:00 horas del día siguiente, indicando su tripulación como destino el puerto de Lagos (Portugal), pero no se dirigió allí, sino que navegó hacia el Suroeste hasta el día 9 de julio de 2020, situándose ese día en la latitud 17-30 N longitud 037-35 W, a unas 660 millas de Cabo Verde, donde estuvo navegando de Oeste a Este y viceversa, hasta que el día 13 de julio de 2020 inicia una navegación claramente hacia el Norte”.

Un lugar y una forma de navegar que no dejaba lugar a dudas: blanco, en polvo y en paquetes de un kilo. Eso fue lo que debieron pensar los efectivos antidroga que solicitaron del Juzgado Central de Instrucción 4 de la Audiencia Nacional autorización para el abordaje del velero en aguas internacionales. El asalto se realizó el 29 de julio, a unas mil millas al oeste de Canaria, descubriendo que a bordo iban 1.200 kilos de cocaína y un quinto tripulante, que había embarcado cuando se produjo el trasvase de la droga. No era uno cualquiera. Se trataba de Miguel Ángel Hermida Carro, un cambadés con antecedentes por tráfico de drogas con amplio historial prestando sus servicios a los mandos de planeadoras para grupos de narcotransportistas arousanos y que y a había sido detenido con las manos en la masa en otras ocasiones.

Él se puso al frente del velero para traer la cocaína a Galicia mientras las dos parejas ejercían de peones, en una embarcación que estaba bastante destartalada; de hecho, el abordaje les salvó la vida a los cuatro tripulantes iniciales: entre su inexperiencia y el estado lamentable del Nergha lo tendría complicado llegar a buen puerto... a pesar de navegar en pleno verano.

En el sumario al que tuvo acceso este periódico y en la misma sentencia de la Audiencia Nacional no aparecen más alusiones a María que su presencia en el velero Nergha durante los días 27 y 28 de diciembre de 2019 cuando navagaban desde Vigo hacia Vilabova de Arousa. Consta su identidad, junto a la de su novio y una tercera persona que no tiene relación alguna con esta causa, trasladando la embarcación en un día ciertamente complicado.

No se vuelve a hablar de ella hasta que un agente de la Guardia Civil la fotografía en el mes de junio de 2020 en el puerto antes de partir hacia alta mar, es más, en esa ocasión los investigadores estaban convencidos de que ella era la mujer de Juan Gonzalo Iglesias Porto.

María declaró en el juicio (y en comparecencias previas) que tenía 21 años cuando conoció a ese vilanovés de 40 años, e iniciaron una relación sentimental y que ambos se conocieron en el restaurante en el que trabajaban, él de cocinero y ella de camarera.

Aseguró que no conocía ni a la pareja que subieron al yate con ella ni al que se sumó en el trasvase de droga y explicó el viaje. Ninguno de los otros diez detenidos en sus declaraciones reconocieron conocerla, a pesar de que la gran mayoría de ellos habían mantenido contactos con ella. Nadie sabía nada de ella y en las conversaciones intervenidas tampoco se referieron a ella en ningún momento.

Según las declaraciones, de María repetidas hasta la saciedad, Juan Gonzalo le propuso hacer un viaje de unos 10 días, bajar por la costa de Portugal hasta las Islas Canarias. Como estaban en la pandemia y no tenía trabajo aceptó acompañarle y por eso avisó a sus padres y se llevó ropa para diez días.

De acuerdo con su versión la travesía fue normal hasta que un día Juan Gonzalo le dijo que “se metiese en el camarote y que no subiese hasta que la avisase”. Se metió y se puso a ver una película pero “como pasaba el tiempo y no me avisaba y subí y vi el percal le dije qué cojones estás haciendo en qué lío me estás metiendo”. Él no dijo nada pero María mantuvo que no tenía ni idea de que el viaje fuera para buscar la cocaína.

Una versión que coincidía con la de la otra chica que iba a bordo, Liz. A ella también le ordenaron que se metiera en el camarote y que no saliera bajo ningún concepto.

Aunque el tribunal, en la sentencia, llega a plantearse “la hipótesis de que los hechos ocurrieran como relata la acusada, es decir, la invitan a un viaje de placer, le dicen que va a durar 10 días, que van a ir a las costas portuguesas y a las Islas Canarias y, al final dura 45 días y la travesía no tiene nada que ver con lo que le han contado, acabando en medio del Océano Atlántico donde la acusada no puede hacer nada para impedir el tráfico de la cocaína ni puede salir del velero” descarta esa posibilidad con seis argumentos que, en opinión de los jueces, que “la hacen una hipótesis completamente inverosímil” .

Aluden en la sentencia, en primer lugar, que “el Nergha es un velero pequeño por lo que es imposible pensar, por mucho que uno de los pasajeros se quede en su camarote, que no se va a enterar de que se están cargando en el mismo 1.200 kilogramos de mercancía”.

Señalan, a continuación, que “una carga de 1.200 kilogramos de peso no la realiza una sola persona, tardaría un tiempo interminable, por el contrario es necesario la colaboración de todos los miembros de la tripulación” al tiempo que “no es posible pensar que una operación tan peligrosa como es la carga en alta mar de 1.200 kilos de cocaína se puede realizar con personas ajenas a la operación, no es lógico pensar que en un viaje de estas características se implique a personas ajenas que pueden suponer un estorbo o un peligro añadido” obviando que los investigadores reconocen que el quinto tripulante, Miguel Ángel Hermida Carro, venía en el barco que alijó la droga y pasó en ese trasvase a formar parte del grupo apresado en el Nergha con la coca.

Insisten los magistrados de la sala de lo Penal que María “es una persona joven y sana que puede contribuir a cargar la cocaína en el barco” antes de referirse a que ella formaba parte de la tripulación que hizo el viaje a finales de diciembre de 2019 y que estaba en el puerto de Vilaboa cuando el velero inició su travesía en junio de 2020.

Por tanto, dice la sentencia, “la acusada tuvo así ocasión de comprobar los preparativos realizados para la travesía y para la auténtica finalidad de la misma, que no era un viaje de recreo” argumentando que “participó en estos hechos de forma completamente consciente y voluntaria”. De nada le sirvió a María que su exnovio dijera lo contrario.

21 nov 2022 / 01:15
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