Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h
ANIVERSARIO. Hace hoy tres décadas que Baltasar Garzón aterrizaba con su helicóptero en pazo Baión en busca de una droga que no localizó// La mayor parte de los gallegos detenidos siguieron en ‘el narco’ // El gran éxito de la operación fue el de agitar la conciencia social en la comunidad

Treinta años después de la Nécora la coca llega a Galicia por toneladas

“No se debe olvidar lo que todavía no ha terminado”. Finaliza Nacho Carretero su libro Fariña con una frase de esas que antaño gustaba calificar de lapidarias. Era el colofón a lo que, en su opinión, está ocurriendo en Galicia: “La desatención, ya lo vimos, también la padece la prensa. Y está presente en la mayoría de los gallegos, que perciben el narcotráfico como un recuerdo, en lugar de como una realidad viva”. Quizás esa especie de síndrome de Estocolmo que sufren los escritores cuando se vuelcan con los informantes llevó al periodista a poner el punto y final a su exitosa obra con esa tajante afirmación. Pero quizás no le falte razón.

En todo el año 1989 la cantidad de cocaína incautada en España no llegaba a los mil kilos, en 2019 pasaron de 50 toneladas. Desde finales de noviembre a finales de abril, en solo cuatro operaciones fueron aprehendidas en Galicia, o con destino a nuestra comunidad, más de 14.000 kilos; es decir, la coca llega ahora a nuestras costas como nunca antes había ocurrido.

Un informe de la Comisión europea advierte de que “la disponibilidad de cocaína está en su nivel más alto de todos los tiempos. Alcanza el mayor grado de pureza y tiene el precio más bajo en años”. Todo el mundo mira hacia Colombia y comprueba que la producción de hoja de coca bate récords nunca vistos”.

Un ejemplo ilustrativo: la Policía antinarcóticos del país andino incautó, entre el 1 de enero y el 4 de junio, 182.923 kilos de cocaína, un 8% que en el mismo periodo de 2019. Y hace 72 horas localizaron casi cinco toneladas de cocaína, camuflada entre caucho, en un barco con bandera de Togo cuyo destino final era Turquía pero que los agentes antidroga colombianos sospechan que venía hacia España.

Quizás por todo esto, Nacho Carretero hubiera decidido acabar su libro con la sentencia que encabeza esta historia y, todo lo anterior, nos mueve a pensar que está desatinado cuando señala que “la mayoría de los gallegos perciben el narcotráfico como un recuerdo en vez de como una realidad viva”.

Conviene, por tanto, refrescar la memoria. Hace hoy 30 años, el martes 12 de junio de 1990, Galicia se despertaba convulsionada. El juez Baltasar Garzón, el fiscal antidroga Javier Zaragoza y 350 agentes de la Policía Nacional, al mando de un joven comisario operativo llamado Enrique García Castaño (de aquella aún no era El Gordo y hoy conocido por ser el socio de andanzas del comisario jubilados José Manuel Villarejo) llegaban a Arousa para poner en marcha lo que en principio se llamó como operación Mago o Pontevedra.

Rafael Vera, el secretario de Estado para la Seguridad del Gobierno de Felipe González, más pendientes siempre de la lucha contra ETA, había dado el visto bueno a un operativo cuyo objetivo era una lista de casi sesenta personas que, según las denuncias del arrepentido Ricardo Portabales, formaban parte de una estructura criminal al amparo de los cárteles colombianos cuyo objetivo final era inundar España (y Europa) de cocaína.

Nuestro país sufría, años 80, una lacra que se estaba llevando por delante un número incontable de jóvenes: eran las víctimas de la heroína que tantas muertes provocó hasta el extremo de acuñarse el término generación perdida. También triunfó en Arousa. Debieron temer las autoridades españolas que la cocaína iba a causar los mismos estragos que el caballo.

EMPIEZA LA CAZA. Y se pusieron manos a la obra. La relación de objetivos la encabezaba Laureano Oubiña (en las carpetas judiciales del sumario 13/90 figuraba su nombre seguido de un ...y otros) que fue detenido, junto a su mujer Esther Lago, en su casa en A Laxe; trasladándose a continuación a un bar de la recta de Rubiáns para cazar a José Paz Carballo. Paralelamente otro grupo estaba en A Illa, a las puertas de la casona de Marcial Dorado, que fue inmovilizado. Un tercero de los equipos que había distribuido el juez Garzón entró a saco a por los charlines, Manolito y Melchor, en primer término, ya que su hermana Josefa y el patriarca Manuel entraron en una segunda fase.

Hacia Cambados habían ido tras el segundo de la lista, José Ramón Prado Bugallo. Él era uno de los que habían recibido el soplo y ya no estaba pero cazaron a Padín Gestoso y Narciso Fernández Hermida. solo faltaba Daniel Carballo, Danielito, que desayunaba tranquilamente en su chalé de As Sinas con un persona singular: un abogado de Gibraltar, Jhon Ian Azopardi, que aparecía en todas las conversaciones intervenidas a la hora de blanquear.

El otro gran objetivo de Garzón era Vicente Otero Pérez, Terito, que según Portabales era el capo de todos los capos. El veterano contrabandista sabía desde el viernes anterior, como Miñanco, que iban a ir a por ellos y decidió hacer el camino a la inversa: desplazarse a Madrid para preparar su coartada. Le funcionó ya que al final no fue imputado.

A Laureano Oubiña también le habían advertido con todo lujo de detalles (hora del vuelo en el que viajarían Garzón y Zaragoza, hotel donde se alojarían en Santiago y, sobre todo, inicio de la operación) pero él decidió quedarse. Su informante le había dicho que “el testimonio del confidente es endeble” y tomó la decisión de quedarse.

Ellos eran las cabezas visibles en Galicia pero la bomba, en clave más mediática, estalló esa misma mañana cuando de Madrid llegaba el mensaje de que Carlos Goyanes (el exmarido de Marisol y pareja de Cari Lapique) y Celso Barreiros (hermano de Eduardo) figuraban en la lista de apresados: el ingrediente de la jet set que sirvió para agitar el cóctel de la droga que irrumpía.

Aquel 12 de junio se cerró con 18 detenidos y la imagen del helicóptero de la Policía que aterrizaba en el pazo Baión y del que descendía Baltasar Garzón: se removió todo el edificio, se buscó en las bodegas y se sachó el terreno debajo de las viñas: no apareció ni un solo gramo de los miles de kilos de cocaína que Portabales había dicho que se ocultaban allí.

Pero la mecha había prendido: la sociedad gallega tomó conciencia de que las drogas son una lacra y se acabó el mirar de soslayo. Fue el gran éxito de la operación Nécora (o Mago, o Pontevedra). En lo judicial-policial, un auténtico fracaso: de los 45 que se sentaron en el banquillo, 15 salieron absueltos y el resto con penas menores, algunas (como Oubiña y su mujer) por delito fiscal.

Pero el tiempo demostró que la mayor parte de los implicados llevaban dentro el espíritu del narco y fueron cayendo en sucesivas operaciones a lo largo de estas tres décadas. Algunos son nietos de aquellos y eso no se debería olvidar.

12 jun 2020 / 00:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
TEMAS
Tema marcado como favorito
Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.