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Miguel González Somovilla. Periodista y escritor

"Álvaro Cunqueiro logró un estilo personal, inconfundible, fácil de reconocer y muy difícil de imitar"

{Arriondas (Asturias), 1956} ‘Al pasar de los años’ (Biblioteca Castro) es una antología periodística de Álvaro Cunqueiro, que vio la luz en febrero. Elaborada por el que fue director de Comunicación de RTVE y la RAE, incluye una selección de doscientos artículos publicados entre 1930 y 1981, sesenta y ocho de ellos inéditos en libro

Miguel, ha recopilado 200 ­artículos periodísticos de Cunqueiro. ¿Cuáles son los criterios que ha seguido?

Decía el propio Álvaro Cunqueiro que «toda antología es una aventura» porque implica enfrentarse al siempre arriesgado ejercicio de elegir y descartar. Aunque uno tenga claro el reto, el desafío que supone escoger, siempre surgen muchas dudas y sobrevuela el temor de dejarse algo significativo fuera. En mi caso he intentado -otro asunto es que lo haya conseguido- alcanzar un doble propósito: de un lado, reflejar el periodismo literario de Cunqueiro a lo largo de medio siglo, entre 1930 y 1981. Y, de otro, dar cabida a las principales preocupaciones, inquietudes y saberes del escritor mindoniense, a través de los diez capítulos temáticos que forman parte del libro.

En el momento de iniciar el trabajo de selección, hace casi dos años, me planteé otra meta: ofrecer al lector algunos artículos inéditos en libro, que no hubieran salido en publicaciones anteriores. De los doscientos artículos incluidos, sesenta y ocho de ellos cumplen esta característica: no se habían ­recuperado desde su aparición en los respectivos periódicos y revistas. Uno de ellos, y por el que yo siento especial aprecio, es el titulado Eterna Compostela, publicado en la primera página de La Noche el 24 de julio de 1948.

¿Estamos hablando de un corpus extenso?

Sin duda. En la introducción del libro ya indico que es difícil cuantificar el número de artículos escritos por Cunqueiro. Si tenemos en cuenta todo el período, desde que escribe los primeros textos en el semanario Vallibria de Mondoñedo en 1930 hasta los últimos artículos póstumos, de marzo de 1981, yo estimo que no publicó menos de veinte mil ­artículos. Incluyo aquí los centenares de pies de foto aparecidos, sin firma, en la última página de Faro de Vigo.

Usted es un estudioso de la faceta periodística del mindoniense. ¿Qué o quién lo llevó a él?

Mi primer acercamiento a Cunqueiro fue como lector de algunas de sus primeras obras, Merlín e familia y As crónicas do sochantre, especialmente; pero también de su poesía. Después, hace ya más de una década, intenté hacer una tesis doctoral sobre la obra periodística de Cunqueiro que, por razones laborales, tuve que interrumpir. Aún así, no dejé nunca de investigar ni de recopilar información sobre esta faceta literaria de don Álvaro, el ­periodismo, que yo considero esencial en el conjunto de su obra. En 2011 escribí la introducción de los dos volúmenes publicados por la ­Biblioteca Castro y ya les propuse entonces hacer un nuevo libro con esta antología. Agradezco mucho que me dieran esa ­oportunidad y el resultado es este que ahora ­llega a las librerías: Al pasar de los años.

En la actualidad, ¿cree que existe o existió una figura que le recuerde a Cunqueiro?

Estas comparaciones siempre resultan muy arriesgadas. Cunqueiro logró algo tan infrecuente como un estilo personal, inconfundible, de gran calidad literaria, que es fácil de reconocer, pero muy difícil de imitar. Para esos posibles émulos del verbo cunqueiriano él mismo tenía acuñada una frase: «Benditos sean nuestros imitadores porque de ellos serán mis defectos».

Varios escritores, entre ellos Álvaro Mutis o Pere Gimferrer, han apuntado que Cunqueiro no ha tenido descendientes literarios porque él era un género en sí mismo, irrepetible.

El periodismo español ha tenido y tiene grandes columnistas. A tres de ellos -me refiero a Francisco Umbral, Francisco Carantoña y Juan Cueto- los he elegido para que estuvieran en el epílogo del libro, que intenta ser un humildísimo homenaje al periodismo literario de Cunqueiro.

¿Cómo lo definiría como periodista, Miguel?

Cunqueiro siempre tuvo una relación ambivalente con el periodismo. A veces se quejaba porque, según él, le impedía dedicarse a sus obras de creación, pero, en otras ocasiones, reconocía haber sido muy feliz al frente de un diario. También admitía que el periodismo le había enseñado a ser rápido, a improvisar, y a ceñirse a un espacio limitado.

Otro asunto es su concepto de la actualidad, más anclado en la historia que en el presente. De ese artículo de La Noche de 1948, que antes mencionaba, hay una frase preciosa que ilustra bien esto que digo: «Aún no hace mucho tiempo que escribía yo que si me hallase a las tantas de la noche en la re­dacción de un periódico y su director solicitase de mí un ­artículo de la máxima actualidad, sin vacilar lo escribiría sobre las peregrinaciones a Compostela».

Cambiando de tercio, ¿se halla pervertido por el mal uso del ­lenguaje el periodismo de ­nuestros días?

Hay de todo. Nunca se ha escrito tanto como ahora, en distintos formatos y con tantas ­herramientas. Junto a textos descuidados y confusos, hay también artículos espléndidos. El periodismo en español goza de muy buena salud, por usar una frase hecha. Y Galicia es un vivero de grandes ­profesionales.

Si la generación de nuestros abuelos hubiese podido utilizar las herramientas que hoy están disponibles, ¿cree que la ­manera de contar las noticias sería otra?

El medio condiciona el mensaje, sin duda, pero puede escribirse buena literatura con pluma de ganso y con el teclado de un teléfono. Importan sobre todo las ideas y la buena escritura, al margen del soporte.

Tengo una curiosidad: ¿cómo hubiese manejado la gestión de comunicación del coronavirus?

No resulta nada fácil gestionar una crisis de ese alcance, con tantas vertientes. En general, hablo de España, creo que las ­administraciones han informado correctamente. Y la mayoría de los medios también, aunque algo de autocrítica sería conveniente: esas colas en algunos supermercados para acaparar productos, innecesarias, indican que algo ha fallado. En esa posible autocrítica me incluyo yo mismo que, ante ­todo, soy ­periodista, aunque sea «en la reserva».

¿Qué tal es su relación con las redes sociales?

Bien: gusten más o menos, hay que estar en ellas si uno se dedica al periodismo o a la comunicación. En la Real Academia Española puse en marcha las cuentas de Twitter, Facebook, Instagram y YouTube, canales que la institución mantiene.

RTVE y RAE: ¿son dos entes difíciles de ­gestionar?

Fáciles no son, pero de ambas instituciones, de mi paso por sus respectivas ­direcciones de comunicación, guardo excelentes ­recuerdos. RTVE fue mi casa durante ­casi veinticinco años y la RAE, cerca de ocho.

11 mar 2020 / 22:07
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