Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h
Galicia, sexta provincia

Antón Reixa: “Posiblemente soy uno de los peores cantantes que conozco”

“Lo que de verdad soy es un poeta frustrado. Eso sí, no se lo digas a nadie” // “No arriesgar tanto sobre mí mismo me ha permitido ir haciéndome más gestor”

Me ha llamado mi amiga Elena para felicitarme por mi cumpleaños. Me dice que la fecha se le ha venido a la cabeza recordando los ochenta en Vigo, cuando el mundo parecía recién creado y el entonces joven vate Antón Reixa nos proponía que integrásemos en nuestras filas “a camarada vaca” o que nuestra singladura hacia el futuro debía ser al volante de un “percebes benz”, ese “coche de choque para un mundo de curvas”. Recibir la llamada de Elena desde la Taberna de Eligio me ha hecho revivir la memoria sentimental de la tierra prometida, los aires inconfundibles del saxo de Fonseca Moretón, las texturas imprescindibles de Lamazares y aquella extraña poesía de Os Resentidos y Nación Reixa. Recuerdo bien que, en las letras del que fuese inscrito en el Registro como Antón Javier Eulogio Rodríguez Reija, los marcianos tenían “corazón de vaca”, traían “empanadas de electrones” y el cosmonauta Krikaliov “perdía su chollo en la galaxia”. Aquellos fueron tiempos en los que teníamos que elegir entre “pensionismo o barbarie”. Y es que Antón, dueño de un humor feroz y no exento de contundente crítica social, ha ido poco a poco, desde aquella Taberna, delimitando un personalísimo mundo de estridente melancolía. Por todo ello, ni corto ni perezoso, he llamado a Reixa y lo he convocado al rincón de Lúa, ese que Manuel Domínguez Carrete ha reservado para deleite gastronómico de las almas de la Sexta Provincia. Emocionado por el reencuentro, he llegado cinco minutos tarde a la cita. Reixa ya está saboreando plácidamente una Estrella 0,0 y unas almendras especiadas. Observo que, aunque conserva intacto su rostro de niño salvaje y gamberro, en su mirada quedan restos del incendio. Por fortuna, los de entonces ya no somos los mismos, y es que, ahora que la memoria es un país extranjero, Reixa se ha metido en uno de esos follones que harían al Santo Job pedir una baja laboral. El nuevo presidente de la Sociedad General de Autores de España, ese gigante tambaleante, no sólo debe enfrentarse a una labor de limpieza y saneamiento, sino a la modernización que impone el mundo digital. Pese a tanto cargo, pese a tanto Polo Norte que resulta ser Polo Sur, Antón continúa siendo el bardo que cantaba a las esquinas del amor urgente:

“Sé que te voy a estropear parte de la entrevista, pero ya te adelanto que no creo en los epitafios... Sólo espero que no me sueltes eso de “polifacético Reixa”, porque es algo que odio”.

Te agradezco la advertencia…
Es que dedicarse a tantas cosas como yo no se lo deseo a nadie.

Pero tenemos la obligación de saber de todo: rubias, morenas, castañas, pelirrojas…
¡Y hasta calvas…! Pero es que lo mío, fruto de la natural curiosidad, ha sido una dispersión absoluta.

¿La dispersión te ha proporcionado algo positivo?
La felicidad de conocer a mucha gente y dedicarme, entre otras cosas, a la videocreación y a la música. Por cierto, ¿sabes una cosa…?

Me muero por saberla.
Lo que de verdad soy es un poeta frustrado. Eso sí, no se lo digas a nadie...

Así que poeta…
Lo único permanente en mi vida es escribir poemas.

Hay quien sostiene que lo de ser poeta consiste en no pagar las facturas.
Como frase es bonita, pero como afirmación es completamente falsa. De hecho, Eliot pagaba las suyas.

¿Qué eres ahora, Reixa?
Un maestro de todo y un sabio de nada.

¿Eso es bueno o malo?
Eso no es un mal equipaje para ir por el mundo.
 
Así que lo que al final te queda es la poesía…
Lo más emocionante en mi último año han sido esas etiquetas de cerveza en las que pone Galicia Caníbal.

¿Eso es un destino, un poema o una marca?
Eso es que trabajo muchísimo con las resonancias, con la oralidad.

¿Hiciste alguna vez de “negro”?
En los ochenta escribí un poema a base de fragmentos de un discurso del rey en el día de las Fuerzas Armadas. Toda mi intervención consistió en que, donde se decía “el soldado español”, yo lo cambié por “el fontanero”. Disfruto tanto haciendo esas cosas…

¿La intención es exclusivamente musical?
Yo nunca he pasado de ser un letrista, vivo en las palabras.

¿Como Joan Manuel Serrat?
No podremos seguir esta entrevista si me comparas con un titán con tanta constancia y coherencia como él.

Pero nunca dejaste de cantar…
Posiblemente soy uno de los peores cantantes que conozco. Mi motivación para estar en la música no es lo que canto, sino lo que digo en el escenario entre canciones. Ha sido lo único que me ha interesado, por eso  lo preparo siempre.

Eso es muy ‘jazzero’… 
El otro día se lo comentaba a Serrat y Sabina. Al final, en su espectáculo, lo que te emociona son las cuatro cosas que dicen en cada pausa y que han escrito por la mañana en el hotel.

¿Qué tal con el teatro?
Al escribir teatro me sometí a un sufrimiento horroroso. Escribía por la mañana y la compañía ensayaba por la tarde, era una angustia terrible.

¿La conclusión final?
Que la vida te va enseñando cosas, como la de que trabajar con un director como Óscar Gómez Mata me deja siempre contento.

¿Por…?
Porque siempre da lo que busco.

¿Y qué buscas?
La sorpresa. Para el musical Galicia Caníbal pergeñé diferentes borradores, pero, hasta que no lo vi en uno de sus ensayos, nada parecía verdad...

Has acabado siendo tu propio productor…
Por independencia, algo que ya hice cuando me autoeditaba los libros con el colectivo Rompente.

¿Y lo de ser autor?
Con los años he descubierto que, a la hora de ser empresario, la creación te sirve para ser más humilde.

¿Empresario?
No arriesgar tanto sobre mí mismo me ha permitido ir haciéndome más gestor. Se trata de un gratificante trabajo que no sólo me permite sacar adelante el talento de otros, sino mantener el ego bajo control.

¿La mejor creación de tu vida?
La ampliación de capital de mi productora.

¿Y eso?
Tuve que meterme en un mundo desconocido y convertirme en un gran actor. Debía disimular permanentemente.

¿Y la poesía?
Si todavía somos incapaces de saber dónde está la esencia de la creatividad, ¿por qué nos seguimos empeñando en conocer la esencia de la poesía?

Antón Reixa termina con éxito su bachillerato en el colegio Labor de Vigo. Más tarde marcha a Santiago, donde estudia Filología Gallega y funda el polémico y vanguardista Grupo de Comunicación Poética Rompente, del que salen libros tan inclasificables como As ladillas do travesti, Silabario da turbina y A Dama que fala. Tras ejercer brevemente como maestro de Literatura en Vigo y ser uno de los ideólogos de Siniestro Total, funda el grupo Os Resentidos, con el que, desde la absoluta libertad formal y un más que aceptable éxito, da rienda suelta a su poesía. ¿Quien no conoce su tema ´’Galicia caníbal-Fai un sol de carallo…’? Simultáneamente comienza a trabajar con éxito en el mundo audiovisual, como demuestra el inolvidable y vanguardista Salvamento e socorrismo. En 1994, funda la banda Nación Reixa, mientras sigue escribiendo teatro, guiones, programas de radio y realizando videos. En 1998 estrena en la Televisión de Galicia Mareas vivas, que bate récord de audiencia, lo que le anima a crear su propia productora. Desde ella dirige la adaptación cinematográfica de la novela de Manuel Rivas El Lápiz del carpintero. Cinco años más tarde, estrena nueva película: Hotel Tívoli, donde repite trabajo con Luis Tosar. En la actualidad, Reixa es presidente de la SGAE, uno de esos cargos que aprietan como los pantalones que olvidamos de un verano a otro en el fondo de armario. A pesar de todo ello y de su nueva condición de gestor, Antón continúa manteniendo su pudor tras un torrente de palabras, con su impenitente sotabarba y su emblemática calva, que continúan dándole ese aspecto de predicador de herejías medievales…
“Mi parte empresarial me viene de mi padre, un hombre que hablaba poco. Me enseñó a abrir las botellas de champán, algo que es bastante más útil de lo que parece. Era “viajante” y me solía decir que, para vender un barril de cerveza, había que beberse otro con el cliente. Y lo mejor de todo: ¡tenía razón!”

¿De tu madre?
El sentido reverencial por la cultura y el ser terco y obstinado. Pero por ahí no sigas, porque mis padres han muerto hace muy poco y los echo muchísimo de menos…

¿Te emocionas?
Soy bastante llorón.

¿Con quién lo practicas?
Últimamente lloro cuando tengo a mi nieta en los brazos.

¿Qué tal lo llevas?
Aunque no contaba con ser abuelo a los cincuenta y cinco años, es una sensación indescriptible.

Así que la ‘abuelidad’ era tu destino…
Con decirte que me presenté a la presidencia de la Sociedad General de Autores por mi nieta…

Eso tienes que contármelo…
Creo tanto en los derechos de autor que, cuando cogí a mi nieta en los brazos, pensé que lo único que iban a tener claro ella y mis hijas eran mis derechos de autor.

Mi amiga Guadalupe Murillo, que es un rayo de velocidad y luz, asegura que el llanto es el mayor gesto de fortaleza del ser humano.
Y es verdad. Llorar no es fácil, pero sí muy recomendable.

A veces sirve para continuar camino…

Desde el año dos mil, mi madre dejó de estar en plenitud de facultades. No la reconocía. Un día me eché a llorar y escribí un poema que titulé Madre locura. Fue mi manera de despedirme de ella antes de su fallecimiento. Aquella manera de llorar me hizo mucho bien.

¿Lloras en gallego o en castellano?
Tengo un itinerario lingüístico curioso. Mi madre era de Valladolid y en casa se hablaba castellano. Sin embargo, mi formación melancólica es la que me va dando cierta seguridad en la vida y perfilando mis relaciones más íntimas y afectivas. Por eso, el gallego es mi lengua sentimental.

¿Qué has hecho por esa lengua?
Hace un par de años publiqué un manifiesto, junto con el académico Enrique Monteagudo, en el que, desde el galleguismo, sostuvimos que el monolingüismo en gallego no era un horizonte deseable...

¿Y…?
No sabes los problemas que tuvimos en nuestro entorno...

Como diría Rafael El Gallo, “es que hay gente pa tó…”
Me fascinan las palabras y la comunicación. Me da mucha rabia no tener la misma competencia en inglés que en gallego o en castellano. Se han cometido tantas salvajadas contra la lengua de las personas…

¿La nación tiene que ver con la lengua?
La parte esencial de la persona reside en las palabras en que piensa, en eso soy estructuralista. Pienso que hay que ser muy respetuoso y abrir permanentemente la mirada hacia los demás, tratando de comprenderlos.

¿Cómo miras ahora?
Con los años se me ha puesto cierto brillo en la mirada, no sé si de estupidez o de inteligencia.

¿Dónde te sitúas?
Llevo tiempo instalado en una contradicción. Por una parte, estoy contra el mundo, pero, por la otra, muy agradecido con la vida.

Claro, es que la contradicción es humana...
Es esa curiosa mezcla de criticismo y visión ácida de la realidad. Pero, según van pasando los años, he decidido que hay cosas que nunca diré.

¿Como qué…?
Como quejarme, me parece de un mal gusto horrible.

¿Eso excluye la crítica?
Claro que no.

¿Entonces?
Me he instalado entre la melancolía y la perplejidad.

¿Te atrae la melancolía?
Es el estado de ánimo más inteligente que puede haber. Luego viene la perplejidad, que es el antónimo del dogmatismo.

¿Aburrido, tímido o reservado?
Quienes nos dedicamos profesionalmente a la música somos los más aburridos. Tengo un sentido de la escena en el subconsciente que me pone muy cuesta arriba desinhibirme. En cualquier fiesta, todos cantan menos yo…

¿Conociste la decepción?
Ha sido mi mejor escuela. Muchas de mis expectativas se frustraron, pero reconozco que siempre me ha ido bien…

¿En paz?
En eso de la identificación conmigo mismo y con mis circunstancias, porque en esa posición es donde se encuentra el conocimiento. Se trata de un proceso duro y a veces amargo, aunque reconocerme en mi propia situación es ya bastante meritorio.

Anarquista Reixa, ¿te has vuelto conservador?
Tenemos tendencia a ser viejitos conservadores, dicho sea, eso sí, en el buen sentido. Lo más conservador es pensar que los jóvenes de “puta madre” éramos nosotros. Pero, por favor, cuando me oigas decir algo que empiece por “es que estos jóvenes de ahora…”, retírame el saludo.

¿Qué te asusta?
No acordarme de lo que hice ayer. La vida es tan intensa que hay que recordarla como sea…

¿La memoria nos hace más sabios?
No sé si tanto... Cuando tuve que llevar al cine El Lápiz del Carpintero y empecé a hacer la adaptación, quise reconstruir en mi memoria el proceso de documentación de Manolo al escribir la novela. Así que llegué hasta Tui y acabé descubriendo al delator de mi abuelo. Esas cosas te esperan, porque tienen que ver con la memoria.

¿Ayuda o envilece?
Es uno de los muchos valores que tiene la historia de El Lápiz del Carpintero. Contar gran parte de la verdad de Galicia durante la Guerra Civil es algo fascinante, porque en el año treinta y seis éramos una Galicia plural y moderna.

Y vacía a consecuencia de la desolación que dejaba en los hogares la emigración…
Si todas aquellas generaciones se hubiesen podido quedar, habrían vivido en libertad. En ese sentido, recuerdo que lloré dirigiendo el monólogo de Luis Tosar, fue algo tan emocionante…

Para mí que a Galicia le falta sabernos vender…
Hemos tenido cierta incapacidad para la industria cultural. Estoy muy contento de mi paso por la música y de haber llevado el idioma gallego al pop, pero me reprocho no haber sido capaz de crear una industria cultural.

¿Qué es la autoría?
La combinación de talento, trabajo y suerte. Si cuando acabas de hacer algo vuelves a construirlo, es porque continúas siendo autor.

¿Y la libertad?
El estado natural de los seres humanos, una conquista que hay que pelear continuamente.

¿Tu infancia?
Era un jodido chapón, un tipo que vivía atormentado y que estudiaba muchísimo. Sacaba unas notazas insoportables. Pero, cuando empecé la universidad, me ocupé de traicionar el expediente.

¿Por…?
Porque la infancia fue la época de mi vida en que fui más dependiente y porque luego estaba ese terror escolar en el que nos hacían vivir… Los chavales jugaban al fútbol y yo miraba cómo jugaban.

¿Espabilaste?
Aunque tardé siete años en acabar la carrera, en los dos últimos años me saqué de golpe dieciocho asignaturas.

¿Qué tal lo de ser maestro?
Uno de los dos trabajos más fáciles que he tenido. Charlar de lengua y literatura es para mí un acto biológico.

¿Cuál es el otro?
La radio. Esa sensación de cuando se cierra la puerta del locutorio me sigue resultando desconcertante…

¿Y el periodismo?
Aquello fue un sinvivir, pero guardo un gran respeto por aquel viejo silencio de las redacciones, donde sólo escuchábamos el tableteo de las teclas.

Y veíamos volar las volutas de los cigarrillos…
Eso es lo que me hace encender un cigarrillo cada vez que me pongo ante el ordenador.

¿Qué les has contado del ciudadano Reixa a tus hijas?
Más que decirles, he tenido con ellas un gran sentido de protección. Mi único temor es saber si mis hijas están bien. Hasta que no oigo su risa no me quedo tranquilo.

¿Ya sabes lo qué vas a ser de mayor?
Voy a ser viejo, así que espero que mi nieta me cuide y también pueda ser feliz…

Antón Reixa se levanta suavemente porque mañana le toca madrugar y las noches ya no se estiran como antes. Mientras nos despedimos de Manoliño, se detiene a observar el cuadro de su amigo Lamazares que preside el rincón de los gallegos… Sonríe para sí mismo, como si estuviera tramando algo, y es que el maestro de retruécanos y metáforas sabe bien que las corredoiras son atajos para ir de un lado a otro del universo. Seguramente que lo de ser poeta consiste en algo muy parecido.

MUY PERSONAL

Andrés do Barro.
Junto a Pucho Boedo, uno de mis mitos.
Luz Casal.
Cuando canta, se convierte en una diosa.
Amancio Prada.
La voz de Rosalía de Castro.
Alberto Comesaña.
La provocación inteligente.
Teo Cardalda.
Un músico integral.
Manolo Paz.
Un privilegiado para los que amamos el arte.
Grupo Atlántica.
El creador de mi sensibilidad artística.

05 abr 2013 / 19:03
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
Tema marcado como favorito