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COMPOSTELA EN FORMA

Caca, culo, pedo, pis (IV). Parafilias escato

    "El sexo sólo es sucio si se hace bien". Toda una declaración de intenciones por parte de ese genio y figura del séptimo arte llamado Woody Allen que, como en el caso de un buen nutrido grupo de mentes privilegiadas, es obvio que la genialidad trae consigo ciertos desvaríos sexuales, o parafilias, asociadas intrínsecamente a la personalidad del interfecto. Piénsese en Albert Einstein, el mayor genio científico del siglo pasado, un fornicador impenitente y declarado fan de la poca higiene corporal femenina, tal y como acabó relatando -postmortem- uno de sus más íntimos allegados: "y cuanto más plebeyas, sudadas y olorosas, más le gustaban". Todas estas pesquisas nos llevan a sospechar que el tío Albert era forofo de la salofilia, fetichismo que implica la excitación sexual con olores y desechos salinos del cuerpo -mejor cuanto más rancios- tales como el sudor, la saliva y demás excretas afines.

    Las parafilias o conductas sexuales "atípicas", y concretamente las que hacen hincapié en la suciedad dentro de la práctica sexual, se pueden englobar bajo el amplio espectro del fetichismo y, dentro de éste, clasificar con el término "escatología", palabreja que aunque rarita es bien conocida por la mayoría del vulgo. En efecto, la erótica del retrete abarca muchos fetiches distintos, empezando por la más conocida de todas ellas, la lluvia dorada o urolagnia; es decir, el acto de orinar sobre el amante deseoso. Todos recordamos el caso del famoso vídeo de Pedro J. Ramírez donde, entre azote y correazo, suplicaba a su dómina "algo rápido de beber...", que no cerveza de malta, precisamente.

    La clismafilia u obtención de placer sexual a través del uso de lavativas y enemas es otro desvarío bien conocido dentro de los círculos sadomasoquistas, quizás incluso antes de los postulados del marqués de Sade. La eproctofilia, parafilia afín a la anterior donde el sonido y/o el olor de las ventosidades son sus máximos atrayentes, era -según parece- del gusto y costumbre del escritor irlandés James Joyce (el autor de Ulises, 1922). ¡Ja! Supongo que la muy explícita Mercedes Milá, libertina confesa a la hora de aflojar vejiga en la ducha y acólita de los preceptos del proctólogo Hiromi Shinya, las dos parafililas antedichas le sabrán a peccata minuta; no en vano, su maestro nipón es un consabido devoto del wc, recibiendo todos los santos días su enemata nutritiva para poder así expulsar eficientemente los tóxicos del colon. ¿Escandalizados? Pues agárrense, que vienen curvas.

    El mayor virtuoso musical de todos los tiempos, Amadeus Mozart, estaba completamente obsesionado con todo lo que salía por la retaguardia: además de gustar hacerse notar cuando iba de fiesta -que era muy a menudo- lanzando sonoras ventosidades, y de no parar de hacer rimas obscenas de corte escatológico, Mozart hasta hubo de componer piezas musicales inspiradas en sus bajas pasiones, que rápidamente hubieron de ser censuradas y adaptadas como es el caso de la obra titulada Lámeme el culo, que pasó a publicarse Déjanos ser felices. Digo más, el genio de Salzburgo era un confeso efrodiano; es decir, un voyeur o mirón en los momentos de alivio fisiológico, de sus contrapartes féminas. Conocemos la veracidad de los hechos por las numerosas epístolas (cartas) que Mozart intercambió durante su relación, temprana e incestuosa, con su querida prima (a la postre amante y confidente), donde reincidía en sus oscuras obsesiones.

    Dicen las malas lenguas que Adolf Hitler, el mayor genocida de todos los tiempos (al menos el más mediático), además de homosexual (¿?) era amante de lo escatológico (¿?). Al parecer, el Führer disfrutaba en la intimidad de su propia Blitzkrieg (guerra relámpago, y nunca mejor dicho); es decir, de sesiones fetichistas donde su amante (él o ella, según la versión narrada) se aliviaba encima del tórax del tío Adolf para que éste, extasiado ya por la experiencia evacuatoria, se regodeara inmerso en los llamados vapores de Cleveland (término usado en las jergas sadomasoquistas, explícito en sí mismo). Comoquiera que fuese el asunto, lo cierto es que algo tenían en común los supuestos fetiches de Hitler con la ideología Nacional-Socialista: ¡¡¡En que las dos eran una auténtica mierda!!!

    Centrobenestarsantiago.com

    Nutriterapeuta

    10 ago 2019 / 21:06
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