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AMANTE DE FELIPE IV Y MADRE DE UN AUSTRIA

La Calderona, la actriz de su época

Hacía apenas tres meses que había nacido la reina Cristina de Suecia, nuestra protagonista del capítulo anterior, cuando el rey de España, Felipe IV, conoció a Juana Calderón, conocida popularmente como ‘La Calderona’. Pero ¿Quién era aquella mujer?

La Calderona era una bella y graciosa cómica madrileña a la que se podía ver en los teatros de aquel añorado Madrid en el que por el paseo del Prado podían cruzarse paseando tranquilamente o formando corrillos: Quevedo, Lope de Vega, Calderón, Velázquez...

Lo que no se sabe a ciencia cierta es donde conoció Felipe IV a su futura amante, si en el viejo Corral de la Cruz (lo que es hoy el Teatro Español), donde el rey tenía un aposento reservado al que accedía directamente por un pasadizo secreto, o en el mismo palacio real, pues tanto el rey como la reina, Isabel de Borbón, eran muy aficionados al teatro (incluso llegaron a participar en algunas comedias), siendo el conde-duque de Olivares el encargado de organizar representaciones en palacio para distraer a los monarcas.
Sea como fuere, el caso es que el siempre voluptuoso Felipe IV y la bella cómica Juana Calderón no tardaron ni un suspiro en ser amantes (hay quien dice que lo fueron la misma noche que se conocieron). Al parecer, todo esto sucedía en el mes de marzo de 1627.

Según las descripciones que han llegado hasta nosotros, Juana Calderón era "de mediana estatura, dueña de una voz fascinante y célebre, más que por su hermosura, por su gracia". Cierto era que autores de la talla de Lope, Ruiz de Alarcón, Mira de Amezcua o Tirso de Molina la buscaban para que interpretara sus obras, tal era su fama de buena comedianta. Y su popularidad.

Cierto es que aquel inepto monarca tuvo numerosas amantes, pero no es menos cierto que La Calderona fue siempre su favorita y, según las malas o buenas lenguas, su único y verdadero amor.

El caso es que dos años después de conocerse, en abril de 1629, La Calderona dio a luz un bebé en cuya partida de bautismo de la parroquia de los Santos Justo y Pastor figura el nombre de Juan Hijo de la Tierra, es decir, de padres desconocidos.

Un hijo legitimado

En 1642, aquel adolescente, que había recibido una esmerada educación, fue legitimado por el propio rey (con tal motivo se celebraron fiestas que duraron varios días) y pasó a ser don Juan José de Austria (era el segundo bastardo del monarca), quien pasado algún tiempo jugó un papel muy importante en la Corte, sobre todo durante el reinado de su hermanastro, el desdichado Carlos II.

Los cronistas de la Villa y Corte cuentan que el rey asignó con carácter fijo a su amante uno de los balcones que daban a la plaza Mayor, lugar donde se celebraban los espectáculos de algún relieve en aquel Madrid ya fueran ajusticiamientos, canonización de santos, autos de fe, alanceamiento de toros, representación de comedias, mascaradas, celebración de victorias militares, etc. Y todo porque la reina Isabel de Borbón, que estaba al tanto de "lo" de su marido y la cómica, había ordenado que expulsaran a La Calderona de un balcón cuando presenciaba una fiesta.

Dos bodas

La leyenda de ‘La Calderona’ nos indica que (a pesar de haberse casado en dos ocasiones, la primera con un actor de escaso mérito, Pablo Sarmiento, y la segunda con un actor de mayor valía, Tomás de Rojas), el verdadero amor de la cómica no fue ninguno de sus marido, ni siquiera el rey, sino el duque de Medina de las Torres, yerno del conde-duque de Olivares y viudo de María, su única hija.

Y sucedieron dos cosas: que el duque de Medina de las Torres fue desterrado y que la popular cómica ingresó en un convento de la orden de San Benito, en la Alcarria, no se sabe si por propia voluntad o porque el rey supo "lo" del duque Torres.

Creemos que más bien por lo segundo ya que el rey descubrió la correspondencia entre la cómica y el duque. Además, el convento era el destino usual reservado a las favoritas reales caídas en desgracia.

Allí, en el convento y usando tocas monjiles, representó La Calderona el peor papel que le hubiera correspondido en el teatro, un papel "que no le iba" en absoluto. Y menos aun cuando fue elevada a la categoría de abadesa.

Así, siendo abadesa en un convento murió la más querida amante del rey Felipe IV, la actriz más famosa de su época.

06 jul 2007 / 18:16
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