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El caso Asunta

    CON el avanzado estado de la instrucción del crimen de Asunta Basterra este penoso asunto que tanta polvareda mediática levanta parece entrar en la recta final tras haber producido un gran impacto al tener lugar en el seno de una familia compostelana conocida y de un tipo de familias que no suelen protagonizar las páginas de sucesos. No conozco a la pareja acusada del crimen de su hija pero los padres de Rosario Porto eran amigos de mi familia, yo mismo hablaba de vez en cuando con su madre en mis fugaces viajes a Santiago, y hace días me decía mi hermana, amiga suya de siempre, que no mucho antes de su muerte le había mandado una foto en relación al homenaje a un amigo común, profesor de la Facultade de Farmacia de Santiago. Aunque si escuchamos o leemos cosas sobre el asunto pensaremos con la común opinión que dadas las apariencias se trata de un caso visto ya para sentencia, la extrañeza de un supuesto crimen en el seno de la familia que había adoptado a la niña invita a estricta cautela, y no porque la violencia familiar sea rara, sino habida cuenta, por ejemplo, las muchas alternativas que tiene una madre agotada psicológicamente, como al parecer estaba Rosario Porto, que no puede o no quiere ocuparse de su hija en ese período que es la adolescencia, para hacer cualquier cosa menos lo que sería reprobable incluso con un perro adoptado.

    Por los días en que este asunto saltó a la prensa el columnista de El Mundo Salvador Sostres escribió unas líneas valientes en que ponía de manifiesto algo sabido pero de lo que sólo se habla en relación con el crimen "de género": la violencia en el seno de la familia. Contemplar sin ilusiones la vida sin renegar de ella y con una melancolía no exenta de sentido del humor es más un producto de la edad que de esa negra acidia que llamamos depresión. Entre mis muchas creencias ilusorias nunca estuvo la idealización de la institución familiar, un instrumento social central, como en efecto piensan sus más fervientes militantes, pero cuya importancia no está tanto en sus formas constitutivas, como suelen a menudo creer, cuanto en su efectividad funcional en relación a necesidades básicas. Decía el filósofo francés Compte-Sponville que provenir de familias difíciles nos lleva a comprender la fragilidad de la existencia. Cualquier antropólogo sabe, en efecto, que la familia puede a veces ser también un infierno y que, por poner un ejemplo, el abuso sexual de hijas y hermanas fue frecuente en la España tradicional.

    Catedrático de Arte

    02 dic 2013 / 22:31
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