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Caso Diana: de la noticia al morbo

    LA desaparición de la joven Diana Quer en A Pobra cuando regresaba a casa después de una fiesta, como casi siempre ocurre en un suceso de esas características, ha vuelto a captar la atención de la ciudadanía por un hecho que desconocido por el momento en su origen y consecuencias se presta a toda suerte de suposiciones.
    En medio del lógico dolor, los padres, sin duda bien asesorados por las Fuerzas del Orden, entendieron que su presencia en los medios de comunicación social era fundamental para avivar el espíritu solidario de la ciudadanía y, con ello, favorecer su participación aportando cualquier vestigio o sospecha, por extravagante que pudiera parecer, que ya la propia Policía se encargó de recordar cómo muchos casos similares se solucionaron por un detalle nimio o una evidencia inapreciable que les abrió el camino.
    Pero como casi siempre ocurre, el exceso de presencia mediática lleva parejo el riesgo de avivar el morbo ciudadano respecto de otras circunstancias y hechos familiares que nada tienen que ver con la información sobre la demandada tarea investigadora, la solidaridad ciudadana y el unánime deseo de que el suceso se sustancie con la pronta aparición de la joven, sana y salva.
    En el caso de la familia de Diana, un hecho circunstancial y de dudosa resolución judicial, la custodia de su otra hermana, ha sido aireado por los medios de comunicación. Pero ya el padre negó toda vinculación con la desaparición de la joven, de modo que se trataría tan sólo de una improbable conjetura que adquirirá pleno valor informativo sólo cuando se demuestre su relación con el hecho investigado. Mientras, es una exagerada e inapropiada intromisión en la intimidad de una familia. Como lo son el resto de supuestos y fantasiosas interpretaciones también reflejadas en los medios, desde el pretendido perseguidor al supuesto acompañante de la joven Diana. Como ya aconteciera con el caso de la niña Asunta y tantos otros similares a lo largo de la geografía hispana, el encomiable rigor informativo que tales sucesos despiertan en sus inicios va derivando con el paso de los días y la ausencia de informaciones fiables hacia profundidades absolutamente ajenas al hecho en sí, constatándose una vez más que allí donde comienza a hacer su aparición el morbo desaparece el interés informativo protegido por la Constitución.
    Hace tiempo que, como ya se recordó aquí, el Tribunal Supremo dictaminó al respecto y de una forma absolutamente didáctica y comprensible para todos al establecer diferencias entre el “interés del público” por acercarse de forma morbosa e inapropiada a las miserias de sus conciudadanos y el protegido “interés público” que no es más que “el interés en formarse una opinión fundada sobre asuntos con trascendencia para el funcionamiento de una sociedad democrática”.
    Puede que, en la experiencia policial, la falta de noticias juegue en contra de una venturosa resolución del caso. Lo que es seguro es que, en idéntica medida, va alimentando esos programas de telebasura en los que, en el decir del recientemente fallecido Gustavo Bueno, “prima la chabacanería, la vulgaridad, el morbo y, a veces, incluso la obscenidad y el carácter pornográfico” .
    Jsalgado@telefonica.net

    04 sep 2016 / 20:20
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