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RESEÑA MUSICAL

Ciclo “Hilario Courtier”: Ensemble de clarinetes del “CMUS”

    Concierto en el Paraninfo da Universidade- 20´30.- que abre el próximo día 15 el “Ensemble de Clarinetes”, con el pianista David Bostán, del aula del profesor Saúl Canosa en una selección de obras de repertorio en convenientes arreglos y con la novedad de un compositor actual, de nacionalidad belga, Jean van der Roost, con una obra inspirada en la tradición judía, “Rikudim”. Dos obras de Mozart, comenzando por el “Concierto para piano, nº 23, en La M. K. 488”, en arreglo de Jean Thilde, del que escucharemos el “Allegro”, perteneciente a la temporada de invierno de 1785-6, en el que también compuso el K. 491, en Do m.” y uno de los que cierran la saga vienesa de los escritos para piano. Agudos musicólogos, no cederán a la tentación de buscar la permanente aspiración a una forma de vocalidad instrumental desencarnada y abstracta, si bien densa en significados expresivos y en punzantes alusiones humanas. La perfección, lograda mediante esfuerzos considerables, aparece en cada frase de su contenido, aunque destaca especialmente el “Adagio”, considerado en alma del mismo, una forma de “siciliana” donde en sentimiento de dolor se transfigura y comunica con la más absoluta elegacia. El “Allegro” inicial, acabará teniendo su respuesta en el final, con una planteamiento d ánimo similar. Ningún concierto, como afirmaba Alfred Einstein, es tan sencillo y tan claro en su inventiva.

    Mozart también por la “Serenata para instrumentos de viento en Do m. K.388” (Nachtmusik), con el “Allegro”, en arreglo de Paulo Leiva. Obra de 1782, perteneciente al período del estreno de “El rapto en el serrallo” y que proviene de una solicitud de la familia Haffner que se ve obligado a componer en voluntariosas sesiones nocturnas, ya que a esas alturas, estaba superado en obligaciones de otro tipo, entre ellas, la reducción comercial de la ópera. Entonces, y en carta posterior, el autor confirmará que solo tenía escrito el “Allegro”. Un detalle a tener en cuenta es la tonalidad elegida, para una composición de género mundano; podrá buscarse en vano otro ejemplo en su catálogo e incluso en la producción de la época. Jamás habríamos encontrado un caso tan típico de un género y de un estilo “galante” revertido contra el espíritu de la misma galantería. Y no se trata de una audacia gratuita: todo el significado expresivo que va unido al tono de Do menor, en la “stimmung” de Mozart, irrumpe aquí: ardor combativo en lo patético, ambiente de drama íntimo.

    Tomaso Albinoni con la “Sonata en Sol m.”, en sus cuatro tiempos, según arreglo de Jean Thilde. Se admite que el precio que tuvo que pagar por su originalidad, con respecto a otros compositores, es la naturaleza innegablemente repetitiva de su música. Con esto que pretende decirse que el estilo musical del autor, permanezca inmutable. Por el contrario, no cesa de evolucionar constantemente, en parte como respuesta a su dinámica interior y en parte como respuesta a las cambiantes modas musicales. Pero el núcleo profundo de principios fundamentales permanece obstinadamente inalterado, limitado al alcance de su evolución y encauzando su forma. La inflexibilidad artística, quizás se debiera a su estatus de músico aficionado y su relativo aislamiento.

    Vivaldi con el “Concerto grosso op. 3 nº 11, en R m. RV 565”, en arreglo de Lancelt. Obra en principio para dos violines y violonchelo y considerada como la más lograda de todas las joyas de la colección de “L´estro armonico”, un grupo de 12 conciertos, para uno, dos o cuatro violines, chelo, cuerda y bajo continuo, fechados en Amsterdam en 1711. La idea del conjunto de estas obras, supuso una constante dentro del período barroco, cuyo concepto de “Concerto” subyace en la radicación misma del repertorio Barroco. La idea de “Concerto instrumentale”, es decir, el hecho de contrastar o concertar varias partes relacionadas entre sí dialécticamente, tardó varios lustros en alcanzar su forma definitiva y la forma moderna que acabó teniendo.

    Un “Adagio” de G. Tartini, cuyas primeras influencias se encuentran en A.Corelli, tanto en lo que respeta a la forma como a la técnica instrumental. Ampliará con dominio de profundidad expresiva precisamente el “Adagio” central, pero los conciertos y sonatas de madurez no reflejan la evolución general de la música europea a las puertas del pujante clasicismo. Precisamente, las melodías de los “Adagios” resultan flexibles, ya que a partir de 1740, esos movimientos se destacan especialmente por el reconocible relieve. Los estudios y las investigaciones que realizo sobre la teoría de la música, son un elemento a tener en cuenta.

    Jean van der Roost, con “Rikudin”, según un arreglo de Maarten Jense, obra en cuatro tiempos con profundas raíces en la tradición hebrea. El compositor estudió en el Lemmensinstituut de Leuven, en donde acabará ejerciendo la docencia, en contrapunto y fuga y también pasó por el Conservatorio de Gante. Fue invitado del “Instituto de Música de Shobi” y de la “Universidad de Arte”,de Nagoya. Dispone de un amplísimo catálogo de obras entre las que podríamos destacar: “A Highland Rhapsodie”, “Albion”, para Brass Band, “Balkanya” o la “Sinfonía Hungaria”

    12 mar 2019 / 19:46
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