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El cilicio de Feijóo

    Que nadie se engañe con el aspecto moderno que luce Feijóo. Bajo esa apariencia hay un cilicio que oprime sus carnes pecadoras, para seguir mejor el Camino del egregio fundador. Él y los suyos han aprendido a camuflarse para desarrollar mejor sus intrigas santurronas. Algunos llevan incluso pendiente en la oreja (no es el caso del presidente), o cresta de color malva (tampoco), pero son del Opus.

    Dure mucho o poco su liderazgo, Pachi Vázquez ya ha hecho mucho por Galicia en su papel de exorcista. Los de antes descubrían endemoniados en el cuerpo inocente de una niña, y los de ahora detectan acólitos de Escrivá en la tropa de la derecha moderna que acaba de seducir a este país que iba por la senda laica.

    Lo del 009 iba con segundas. Son todos ellos agentes con licencia para convertir a los gallegos en seguidores de su doctrina. Si el jefe hace penitencia con las púas del artefacto, Alfonso Rueda no es el tipo correcto y aplicado que parece, sino un fanático que se lacera todas las noches con la fusta disciplinaria, en un intento (vano) por lavar sus pecados diurnos.

    Negreira y Puy hacen ayunos penitenciales, según figura en informes que pronto desvelará quien se ha convertido en el mayor azote de elementos opusinos. ¿Y Corina? También. Pero si es rubia. Es lo mismo. Y atractiva. Da igual. Ella va así por obligación, si bien en la intimidad hogareña viste hábito y conspira como el que más para hacer de Galicia una teocracia que finalmente acabará en otro bipartito, con Feijóo a un lado y el arzobispo al otro.

    Pachi tiene razón. Todo encaja. No hay boinas y birretes en el PP, sino disciplinas y cilicios, con Escrivá ocupando el puesto que en tiempos de Fraga estaba reservado a Alfredo Brañas. La pena es que haya esperado tanto tiempo en desvelar esta conjura, cuyos derechos literarios serán adquiridos en breve por Dan Brown, el autor del afamado Código Da Vinci.

    La campaña se planteó como una guerra de coches (Audi versus Citroën) cuando lo que había en el subsuelo era un conflicto religioso. ¿Alguien duda que los gallegos hubieran acudido en masa a salvar al bipartito, de haber sabido que el Opus estaba al acecho, para devorar impunemente un país que hizo de su heterodoxia una seña de identidad? Hasta el Apóstol hubiese montado de nuevo el caballo blanco, a fin de comparecer en esta otra gran batalla.

    Ahora ya es tarde. Pachi Vázquez rebuscó en el desván, para dar con alguna piedra filosofal que le permitiera enfrentarse a los populares. Encontró cubierto del polvo el antifranquismo, pero lo descartó enseguida porque el feijoísmo es demasiado joven. Por allí andaba todavía el doberman, flaco y a punto de disecarse; tampoco valía. Sólo quedaba el Opus.

    Es así como en estos primeros compases de la legislatura, se vislumbra una izquierda neolítica y otra paleolítica. La neo viene de la mano de Beiras, hecho un chaval, que pide una nueva transición, quizá porque en esta no tuvo demasiada fortuna. El aún conselleiro exorciza al Opus, a pesar de que la doctrina oficial de su partido recalca que lo religioso, cilicio presidencial incluido, pertenece al ambito privado.

    Muy pronto llegará la Semana Santa, y en muchas procesiones aparecerá una gente rara, empeñada en levantar el capirote de los cofrades. Serán los hombres de Pachi buscando a Negreira, Rueda, Puy, Corina Porro, o a ese Feijóo de doble vida, mitad presidente, mitad penitente.

    CLRODRIGUEZ@ELCORREOGALLEGO.ES

    24 mar 2009 / 06:38
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